Capítulo 54.

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Macarena Achaga.

En ocasiones, algunas cosas tienen que irse completamente a la mierda, para tomar su camino de nuevo; en ocasiones lo único que necesitas es sentir que todo se acabó, para darte cuenta de todo lo que tienes; y en algunas ocasiones necesitas tocar fondo, con un dolor imposible de describir, sólo para renacer con un beso siempre y cuando sea de los labios correctos.

Tomamos la carretera, creo que prefiero no preguntar el destino, sólo no quiero separarme de ella, así que no me importa a donde vamos, siempre y cuando sea con ella. Siempre y cuando no me suelte, siempre y cuando al despertar, esto no sea una mala jugada del destino y todo sea un simpe sueño efímero.

La carretera se siente tan pacífica, apenas puedo creer que hoy es el último día del año, más bien se siente como el primer día de mi vida. Jamás había tenido tanto miedo y alegría a la vez, jamás había imaginado que mi felicidad la encontraría en alguien como yo, en una mujer. Mientras ella conduce mi mente se pierde en un mar de emociones, ¿quién decide que está bien y que no?, porque para ser sincera, creo que habitualmente las reglas que nos imponen son una estupidez.

Me reclino en su hombro y en el primer semáforo se gira para besar mi cabeza, no sé porque tengo tanta nostalgia, quizás sea porque por primera vez en veintisiete años, sé lo que quiero y sé que eso podrá costarme muchas lágrimas, dolor y sacrificios, pero sé que voy a ganar más de lo que podría perder, ni quiera dudo de ello.

Bárbara López, ha dejado de ser una compañera más de trabajo, ahora era mi duraznito, parte de mi vida, solo mía y quiero que siempre sea así; porque si algo me mostraron las películas es a creer en finales felices, si algo me mostró mi familia, es que el amor debe ser para siempre y si algo he aprendido de ella, es que no importa quién sea él o la culpable de generar una sonrisa en tu vida, siempre y cuando esa sonrisa, sea capaz de iluminar toda tu vida y un poquito más.

- Mi familia ya sabe todo.

- ¿Qué? –dijo sin quitar la vista de la carretera.

- Que te amo Bárbara.

- Y yo a ti...

La noche había caído más rápido de lo que pensé, tan aprisa que apenas me di cuenta, vi el reloj y grite sin darme cuenta.

- ¡Detente! –ella freno toscamente.

- ¿Qué pasa? –giro para verme.

- Lo siento, es que mira –le mostré la hora en el celular-. Es casi media noche.

- Maku bebé, estamos en medio de la nada, no creo que sea buena idea.

- Ven.

Bajé del auto, abrí la cajuela y saqué la pequeña maleta que llevaba conmigo, abrí el bolso y saqué la botella de vino más afamada de Argentina, un par de copas que venían llenas de uvas verdes.

- Venías preparada he, ¿sabías que iba perdonarte? –me sonrío al aparecer por el otro costado.

- No, pero esperaba que lo hicieras.

- ¿Así que brindaremos en medio de la nada? –pregunto.

- ¡Sí! ¿No te agrada la idea?, mira que somos afortunadas, bueno definitivamente yo lo soy aún más..., el cielo –levante la vista-, está perfecto hoy, ¿habías apreciado una noche tan estrellada como la de hoy?

- No –respondió, baje la mirada y me encontré con sus ojos-, pero tienes razón.

- ¿Crees que decir mis deseos en voz alta los haga nulos?

Prométeme una sola cosa..., no te vas a enamorar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora