¡SHOUT MY NAME!

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Seguí sus pasos por el corredor; el movimiento de sus caderas, era hipnótico. La perdí de vista cuando subió las escaleras y me quedé pensando en sí seguir o no; sí abrir la caja de pandora o no.

¡Estaba cansada de ser tan cobarde! Era obvio que ella me estaba seduciendo a propósito. Ella quería que yo la siguiera, que tomara la iniciativa.
Subí las escaleras con sigilo y al estar frente a su puerta, no me detuve a razonar; sí lo correcto era tocar o no. Giré la manija y la puerta se abrió.

Elise estaba de espaldas sentada sobre su cama mirando hacía los enormes ventanales. No me detuve a mirar la vista, sólo tenia ojos para ella.

—¿Por qué no tocó?—Sonaba molesta. Volteó a mirarme con frialdad. No dije nada en ese momento, me sentía muy confundida.

¿Ella no quería que yo viniera?
¿Lo había imaginado todo?
—Disculpe—Di la vuelta y tomé la perilla de la puerta.

Tenía unas inmensas ganas de llorar. Era la primera vez que me arriesgaba y me sentía una estúpida.

—Oye—Sentí su mano en mis hombros—. Quería asustarte, no era en serio—Susurró en mi nuca—. Quédate—Creó que ahora tenía más ganas de romperme en llanto. ¿Por qué jugaba así conmigo? ¿¡Por qué!?—.¿Por qué siempre hueles tan dulce?—Acomodó mi cabello hacía un lado.

Sentirla me daba escalofríos, me dejaba sin habla, me hacía olvidar todo lo malo.
Giré para verla y ella se alejó. Caminó de vuelta a la cama y se fue acomodando hasta llegar a la cabecera, entrelazo sus piernas muy lentamente; ella es tan seductora. Pasó su mano derecha por su boca y comenzó acariciar sus labios; no sabía qué hacer, me estaba volviendo loca.

Apreté lo más que pude mis piernas, pues un dolor placentero invadía mi entrepierna; mi piel pedía a gritos ser tocada. Y como si estuviera dispuesta para mí... me invitó con la mirada. Comenzó hacerme señales con su dedo índice para que me acercara. No titubee, pero cuando di el primer paso escuché su voz; grave, demandante.

—¡A gatas!—Me ordenó.

No puse objeción. Me agaché lentamente y comencé a gatear, hasta topar con la orilla de su cama.

¡¿Qué carajos estaba haciendo?!
¿Quién es esta mujer?
¿Quién soy yo, cuando estoy con ella? ¿Y por qué no puedo resistirme a sus encantos, a lo que ella ordena?

Me asomé por la orilla, con la mirada más tierna e inocente; había optado por ser el conejo.
Por la sonrisa malévola y sensual que hizo al verme, confirmé que en esta situación... ella siempre sería el lobo.
Cambió la posición en la que estaba y se acercó a mí.
Tenía sus labios muy cerca de los míos.

—Conejita, bonita—Susurró, cerca de mí rostro. Tomó de el y depósito un tierno beso, el cual se fue tornando apasionado en cuanto introdujo su lengua en mi boca. La sentía chocar y juguetear con la mía. Saboreaba y lamia cada parte de mis labios. Una fuerte corriente eléctrica recorría todo mi cuerpo y se detenía en mi vientre.

Las mariposas se convertían rápidamente en un zoológico, en una jungla por ella, por sus caricias y sus besos.

Estar tan mojada y con mis bragas haciendo fricción contra mi centro... era imposible no mover mis caderas y soltar pequeños gemidos. Mi cuerpo actuaba por si solo. Me asombraba y a la vez me daba miedo no tener el control de mis acciones. Elise dejó de besarme de un momento a otro, lo cual me obligó abrir los ojos y fruncir el ceño.

—Sube—Sonrió. Comenzó a deslizarse devuelta a la posición en la que estaba antes y yo la seguí—. Recuéstate aquí—Señaló el lado derecho de su cama. Me acosté y clavé la mirada en el techo, tenía que normalizar mi respiración, pero me era insoslayable con su presencia y su aroma por toda la habitación.

𝑴𝒊 𝒎𝒂𝒆𝒔𝒕𝒓𝒂 𝒅𝒆 𝑰𝒕𝒂𝒍𝒊𝒂𝒏𝒐 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora