Destarsi.

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Sabía qué jugabas.

Sabía qué era tu juguete.

Tenía ganas de divertirme contigo.

[...]

Tu cuerpo desnudo rozando mi espalda y tu respiración agitada en mi oído... enardecías mi imaginación.

—¿De verdad, estás dormida?—Susurró, Stephanie.

Mantuve mi postura.
No quería que me descubriera, que descubriera todo lo que me hacía sentir... todos mis secretos.

—Despierta—Seguía hablándome—Si no lo haces por las buenas, lo harás por las malas—Amenazó. Creí que aquello era eso, una simple amenaza, pero la subestime.

Sentí su mano rosar mi cintura y subir con lentitud mi bata. Tenía miedo y ganas de saber, ¿hasta dónde llegaría con tal de despertarme? ¿Hasta dónde yo resistiría?

—Tu olor, siempre me ha gustado—dijo, mientras acariciaba mi piel desnuda—Toda tú, siempre me vas a gustar.

Lo último que dijo me confundió.
¿Pensaba en mí o pensaba en ella?
Traté de hacer que se detuviera, me volteé con rapidez quedando boca arriba. Seguía con los ojos cerrados y la respiración lenta.
Necesitaba que dejara el juego, pero también, deseaba que me obligase a continuar.

—Nada de esto es divertido si realmente duermes. ¿Lo haces? o eres más manipuladora de lo que creí—Iba responderle por acusarme de manipuladora, pero no pude hacerlo ella... fue más rápida. La sentí escabullirse debajo de las sábanas, se acercó a mis piernas despacio, pero hambrienta. Su respiración chocando contra mi piel; estaba cayendo en su embrujo, en su juego.
Sus labios húmedos rozando cada parte de mis piernas desnudas. Quería moverme y atraerla hacía mí. Pero la fantasía de que ella hiciera conmigo todo lo que quisiera, sin mí aprobación, sin rehusarme, como si de un sueño se tratara; me detenía.
Contuve mi respiración y mis gemidos cada que la sentía sobre en mi piel. Se encontraba tan cerca de mis bragas y por instinto me sobresalte, tuve que girarme hacia el lado de la cama en dónde ella había estado antes y seguir fingiendo que dormía.

—¿Tenías que hacerlo difícil, no es así? Bien... pues que así sea—retó.

Esta versión de Stephanie me confundía y me gustaba, pero me hacía preguntarme... ¿todo era producto del alcohol?

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"Roja flor del divino paraíso vedado,
inconstante y traidora como una ola de mar,
que sabes hacer dulce el sabor del pecado
y derrochas el vino del amor... de los labios en llama y las carnes en flor,
de las crueles caricias y los sádicos besos
y los muslos sapientes en batallas de amor".
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—Sé que estás despierta y sé que me escuchas. Sé también que no hablaras, que no vas a flaquear y no estoy en contra de ello—habló con firmeza—Tengo más ganas de probarte, que de jugar una lucha de poder innecesaria.

La manera en la que aceptó su pequeña derrota ante mí. Me hizo recordar que yo había perdido toda guerra con ella. Tenía mi corazón a su merced sin saberlo o quizá sabiéndolo, pero no lo quería gobernar, ni robar... con probarlo le bastaba y eso me tenía fascinada.

Movió una de mis piernas hacia un lado, intentando así tener libre acceso a mis labios.
Saboreó cada parte de mi espalda baja y cada centímetro de mi ser. Aferré mi mano a las sabanas y mi rostro a la almohada; el castigo por no aceptar la derrota, era tener que silenciar mi placer y aguantar mis deseos.

𝑴𝒊 𝒎𝒂𝒆𝒔𝒕𝒓𝒂 𝒅𝒆 𝑰𝒕𝒂𝒍𝒊𝒂𝒏𝒐 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora