Capitolo Ventuno - Capítulo XXI

2.5K 233 75
                                    

—Cuando lleguemos a casa quiero que charlemos tú y yo—Me habló Ingrid, de camino al aeropuerto.

—Está bien, pero primero habría que hablar con mi padre y no sé, tengo dudas sobre si me deje ir contigo.

—Yo no pensaba pedirle permiso, pero no te preocupes por si te deja ir o no, más bien piensa bien las cosas porque si esa es tu decisión no vas a volver a ver a Rossy en un buen tiempo—No dije nada y me quedé pensado. Yo sabía que tarde o temprano me iría y haría mi vida lejos de mi nana, lejos de mi padre. No era fácil, incluso me dolía pensar en no verlos tan seguido. —¿Qué haría ella ahora? ¿Qué pasaría con su trabajo? ¿Se quedaría cuidando la casa, sola?

[...]

El vuelo fue cansado, no comí, ni dormí nada. Solo de pensar en que tenía que enfrentar a mi padre… Las cosas no podían ser tan fáciles como Ingrid las pintaba.

Por fin llegamos y entramos a la casa, tiré mi mochila en la sala y corrí a la cocina en busca de Rossy, pero ella no estaba. Fui a su cuarto y tampoco había nadie... La cama estaba hecha y de pronto una tristeza me invadió. Me acerqué a su mesita de noche y encontré un sobre con mi nombre, y dentro una carta.

Tuve que irme, mi niña. Hubiera querido despedirme de ti, pero es mejor así o habría muchas lágrimas de mi parte. No quiero que te preocupes por mí, no voy a irme tan lejos, vamos a volver a vernos, te lo aseguro. Necesitaba tomarme unas vacaciones y traje a tu madre conmigo, así que tampoco te preocupes por ella que va a ser feliz aquí, conmigo. ¿Sabes? es un lugar lleno de calma, el sonido de las olas del mar y de las aves volando, es lo más bello. Quiero que te cuides y no olvides de dónde vienes. Sigue tus sueños y no te rindas. Siéntete orgullosa de ti, porque tu madre y yo lo hemos estado desde el día en que naciste. Te amo, ratoncita.
Posdata: Puedes llamarme cuando quieras, este es el numero de la casa *******

A pesar de que su carta decía que había tomado unas vacaciones, presentía que a la casa jamás volvería. Sonreí con nostalgia al leer el resto de sus palabras. Las cenizas de mi madre estarían a salvo con Rossy, mi querida y adorada, nana.

—Rossy se fue—Le grité a Ingrid.

—¿Qué? ¿Y sin despedirse de ti?—Frunció el ceño.

—No, me dejó esta carta y dijo que la llamaría pronto—Sonreí.

Ingrid tomó la carta y la leyó.
—Me alegra que haya decidido irse y no te preocupes que yo sé donde vive y podrás ir a visitarla cuando quieras—Sobó mi espalda—Es mejor que hagas la maleta de una vez, mañana temprano no tendrás tiempo y por la noche prefiero que descanses.

Ambas nos dirigimos a mi cuarto y juntas hicimos la maleta. No quise llevar muchas cosas, solo las necesarias. Busqué el celular por todos lados, pero no estaba por ninguna parte, pensé entonces que quizá mi padre lo había tomado y me lo había escondido en forma de castigo. No me preocupé mucho, pues el mensaje comprometedor de Elise lo había eliminado antes de irme, solo por si acaso.

Una vez que terminamos de hacer la maleta, Michelle se metió a bañar y cuando terminó de cambiarse, ambas bajamos a la sala. Ella se entretuvo revisando su agenda y le sugerí que pudiéramos pizza para comer, y así lo hicimos.
Comenzaba a hacerse de noche, Ingrid seguía anotando sus cosas y yo tratando de distraer mi mente con la televisión, pues mi padre no volvía.

—¿Qué va a pasar si no llega?—Le pregunté a Ingrid.

—Tendrás que dejarle un carta y yo le llamaría por la mañana—Alzó los hombros con despreocupación.

¿Cómo es que tomaba las cosas tan a la ligera? ¿Cómo estaba tan segura de que mi padre no pegaría el grito en el cielo?

—Bueno, ahora que tenemos tiempo me gustaría hablar contigo—Me paré frente a ella.

—¿Sobre qué?—Me miró.

—¿Estás enamorada de Michelle?—Solté.

—No—Desvió la mirada.

—¿Segura qué no?—Busqué sus ojos, pero ella me evadía—Bueno, pues ya que no te interesa, debo decirte que… Yo sí tengo interés en ella.

—¿Cómo?—Volteó a mirarme con sorpresa y enojo a la vez.

—Sí, ella me interesa—Me senté a su lado—No he decidido aún con quién quedarme con Michelle o con Lee—Reí internamente.

—Es una broma, ¿no?

—Tía, como va a ser una broma, ¡cómo va a ser una broma esto… que siento!—La miré con seriedad—Sabes, hablé con ella, incluso le propuse escapar. Espero que aún no sea tarde—Hice una mueca—Me alegra saber que tú no sientes nada por ella, por un instante creí que tú también la amabas—Me incliné para levantarme.

—¿Cómo así que yo también?—Me detuvo.

—Pues, juraría que cuando habla de ti sus ojos se iluminan, pero bueno creo que yo también le gusto y ya que tú no vas a ir tras ella pues…

—¡Pues!, ¡pues!, ¡pues nada—Espetó—Tú y ella no pueden tener nada, ¡era tu madrastra!—Apretó con fuerza mi brazo.

—¿Y? ¿Cuál es el bendito problema? Ya no está con mi padre y si tú no la quieres… Ella merece a alguien que sí lo haga—Me solté de su agarre.

—¿Y Lee? ¿Ella y tú no tenían algo serio? ¿No era por eso que te querías venir a vivir conmigo?—Alzó una ceja.

—Uhmm, no lo sé. Yo soy muy joven—Me excusé—A parte, conozco mejor a Michelle, así que ahora que lo pienso mejor, preferiría estar con ella si tú no…

—¿Y cómo estás tan segura de que ella te va a aceptar?

—Ella te aceptaría a ti, ¿por qué a mí no?—Me crucé de brazos.

—¿Ella te dijo que me aceptaría?

—Pero si tú no la quieres, ¿o sí?—La reté con la mirada.

—No sé—Relajó su espalda contra el sofá.

—¡Cómo no lo vas a saber!—Me alteré—Es obvio que estás celosa—Reí.

—¡No es verdad!—Me dio un codazo.

—¿No? ¿Y si te cuento que la besé?

—¡Cállate!, eso no es verdad—Me golpeó con fuerza el brazo y del impacto me caí de lado. Me aguanté las ganas de llorar, pues mi brazo temblaba como gelatina.

—¿Siempre te pones nerviosa cuando alguien te gusta?—Intenté levantarme pero ella me lo impidió y se posicionó sobre mí—¡Amas a Michelle, admítelo!—Grité.

—Con un carajo, ¡cállate!—Me tapó la boca, pero mordí su mano y la empujé haciéndola caer al suelo.

—¡Débil!—Sonreí con orgullo, pues le había repetido sus propias palabras—Quizá tú sepas mucho de coquetear con alguien y esas cosas, pero ¿qué hay del amor? No tienes ni idea de lo que significa que la persona que amas, te ame y tú te estás haciendo la loca por miedo, o por yo no sé qué—Una furia nació entre mis palabras—Si no la amas no la celes, si no la vas a querer deja que la quiera alguien más, o mejor deja de hacerte la ciega—La dejé sin decir más.

Llegué a mi cuarto y me tiré sobre la cama. ¿Por qué me molestaba tanto su forma de actuar? ¿Por qué para ella era fácil un problema y difícil el amor? Sin respuesta alguna me levanté y caminé hacía mi clóset en busca de aquella libreta; mi manual sobre lo importante que es ser correspondida.

No había pasado ni la primera página y ya me encontraba llorando como Magdalena. No podía evitar pensar en las veces que yo deseé que Elise me correspondiera, que el amor para ella no fuera tan difícil y las palabras que le dije a Ingrid debí decírselas a Elise. Debí despedirme de ella con algo mejor que solo sexo y orgullo, pero no fue así.

—¿Existe una manera perfecta de despedirse de alguien?

🍎

𝑴𝒊 𝒎𝒂𝒆𝒔𝒕𝒓𝒂 𝒅𝒆 𝑰𝒕𝒂𝒍𝒊𝒂𝒏𝒐 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora