Capitolo dudici - XII

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—Necesitas despejarte, mi niña. ¿Por qué no sales con ese muchacho?—habló Rossy.

—No tengo ánimo—respondí con tristeza.

—Ha pasado más de una semana que tu madre partió y...

—¿Y tú crees que ya lo olvidé, Rossy?—La miré, incrédula.

—No, esas cosas no se olvidan, pero es momento de que salgas, de que te distraigas. Es lo que ella hubiera querido.

—Ella no sabía lo que quería. Se casó con el peor de los hombres—Espeté.

—Tu padre no es perfecto y ya es momento de que dejes de esperar que no cometa ningún error, porque lo hará. Tiene todo el derecho a equivocarse.

—¿Es una equivocación haber engañado a mi madre en sus narices? ¿Realmente lo es?

—Ratoncita...—suspiró—Ambas sabemos que eso no es lo que te molesta.

—Tienes razón, lo que me molesta es la traición, su traición. No fue una equivocación, nana. Él sabía lo que hacía y aún así no le importó. Tú no estabas ahí, tú no viste cómo la besaba, cómo ella le correspondía. ¡Mi madre acababa de morir!o—sllocé.

—A veces la forma en la que vemos las cosas, no siempre es la realidad—Se me acercó—Tú madre no era completamente feliz, pero no acostumbraba vivir victimizandose. Ella va a estar contigo y entre menos te enfoques en lo que hace tu padre, menos sufrirás—Me abrazó.

—La echo mucho de menos. Su olor en la sala, sus pasos silenciosos por la madrugada, sus regaños—Sonreí al pensar en ello.

—Bueno... que de los regaños me encargo yo, eh—Sonrió—Anda, tienes que salir, despejarte para luego, pensar en cómo hablar con tu padre—Acarició mi mejilla.

—Bene—Suspiré. No estaba de acuerdo con lo que Rossy decía y mi mal humor era evidente.

—¿Qué? ¿Sigues molesta conmigo? Yo también tenía que vivir mi duelo. Tú madre era como una hija para mí, no tenía las fuerzas suficientes para hacer a un lado mi dolor y... cuidar de ti. Lo siento, mi niña—Me miró con pena.

—Sí, estoy molesta contigo, pero no es por eso, sino porque eres lo único que me queda y tengo miedo de que tú también me abandones. Que mientras yo estoy afuera, tú te marches y me dejes sola... con él—Me arrojé a sus brazos.

—Tu madre no te abandonó—Me sujetó con fuerza—Ella tuvo un accidente, no podía controlar lo que le pasó. Yo estoy todo el día en casa, nada malo va a pasarme. Cuando vuelvas estaré aquí—Depositó un tierno beso en mi cabeza.

Quizá Rossy tenía razón y yo debía dejar de lamentarme, y de culpar a mi padre por todo. Pero ¿cómo?, ¿cómo lo iba a perdonar? A penas me dirigió la palabra después del funeral y si yo no lo hubiera enfrentado con preguntas sobre lo que le sucedió a mi mamá, él no se hubiera dignado a decirme nada. No le dije sobre el beso con Michelle, porque si lo hacia él iba a notar mis celos y todo giraría en torno a eso, y no a lo realmente importante, mi madre.
Sus explicaciones sobre el accidente no fueron claras, dijo que el cuerpo estaba irreconocible como para poder velarla, pero nada más, no estaba listo para darme más detalles. Pero, no dudó en hacer énfasis en el gran dolor; que según él sentía, por cómo tuvo que hacer las cosas. Sus lagrimitas de cocodrilo mientras me contaba cómo tuvo que enfrentar todo solo. ¡Hipócrita! Primero me deja al cuidado de su amante, después me echa en cara el haber tenido que vivir todo solo, ¿para no causarme dolor? ¡Claro! Denle un premio al mejor padre y esposo del mundo.
He pasado la peor semana, por su culpa. Me es imposible mirarlo y no sentir odio por él, y por Michelle, quién toda la semana me ha mandado mensajes de "ánimo". Debe estar que flipa de la felicidad, ahora que tiene el camino libre con mi padre. ¡Strega!

𝑴𝒊 𝒎𝒂𝒆𝒔𝒕𝒓𝒂 𝒅𝒆 𝑰𝒕𝒂𝒍𝒊𝒂𝒏𝒐 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora