Capitolo Ventisette - Capítulo XXVII

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Tuve por lo menos 5 orgasmos en toda la madrugada… El primero en la camioneta y frente al chófer, rumbo a la casa; no podía más con la vergüenza, pero prefería eso a que hubiera sucedido en la “fiesta" frente a tantos desconocidos.

Me pregunté una y mil veces qué había hecho para que Lee me castigara de esta manera, porque este tormento no podía ser otra cosa que un castigo. Incluso llegué a creer que se había enterado de lo mío con Elise, ¿sería posible?, ¿lo habría descubierto? Muchas veces hablamos de mi pasado y ella sabía el nombre de mi primer amor, así como yo sabía el del suyo. ¿Sí es su hermana, no sabría que Catherine también se llamaba Elise?

Casi amanecía, me sentía tan cansada y mi vagina estaba cada vez más sensible después del último orgasmo.

—¿Cuándo se detendría?—Lee aún no regresaba y no podía sacar el bendito vibrador. Tenía miedo de salir de la habitación. —¿Cómo iría a trabajar así? Tuve que llamar a la secretaría de Michelle y reportarme enferma.

[…]

—Buongiorno, amore mío—Escuché su voz. Abrí los ojos con lentitud y me sorprendí al ver su rostro—Te quedaste dormida, amor—Me sonrió—Ni siquiera fuiste a trabajar.

—¿Jean?—Pregunté con somnolencia.

—¿No piensas comer nada?—Acarició mi mejilla.

—¡Jean Leigh Milburn!—Me exalté de pronto.

—¡Qué! ¿Qué pasa?—Se sorprendió.

—¿Por qué llegas a esta hora?—Bostece y me enderece sobre la cabecera de la cama.

—Hubo una fiesta anoche, ¿recuerdas?—Me examinó con la mirada.

—Sí, pero no se supone que…—Quedé pensativa.

—¿Qué, qué…?—Observó mi rostro, con el ceño fruncido.

—¿Lee… Tú me odias?—Quise saber.

—¡Mi amor! ¿Cómo me preguntas eso?—Se acercó y me besó.

—No sé, yo…

—Jamás te odiaría—Me sonrió—Sé que te sientes mal, pero no te preocupes, ya estoy aquí.

—¿Me siento mal?—Pregunté confunda.

—Sí, Ann me dijo que te vio con mal aspecto ayer. ¿Se te subieron los tragos?

—No, pero tú…

—Me alegra que hayas decidido venirte a casa y lamento no haber podido cuidarte. ¿Me perdonas?

—Sí, pero…

–Pero nada, ven—Se acercó a mí y volvió a besarme—Tuve que atender a tantas personas, que no pude darte la atención que te mereces—Bajó a mi cuello y una corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo—Dejé tu bolso en el tocador—Susurró sobre mi piel.

—Lee, yo…—Tragué en seco.

—Shhh, ya estoy aquí—Siguió basándome.

No pude negarme a sus besos y sus caricias. La ayudé a quitarse la ropa y ella no tuvo que esforzarse en nada, pues me había quedado dormida desnuda.

—Ya veo quién me remplazó anoche—Habló con picardía y con cuidado sacó de mi interior el vibrador. Había olvidado todo lo que tuve que sufrir.

—No me pareció nad gracioso—Me alejé molesta.

—¿Por qué no? A mí me parece muy bien que te entretengas—Sonrió divertida.

𝑴𝒊 𝒎𝒂𝒆𝒔𝒕𝒓𝒂 𝒅𝒆 𝑰𝒕𝒂𝒍𝒊𝒂𝒏𝒐 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora