Lo Farai.

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—¿Es necesario qué pase a tomarme las fotos? Me parece, que es peligroso tomando en cuenta que nadie sabe que estamos aquí—hablé.

—Es una formalidad y no te preocupes por las fotos, yo me encargo después—Me respondió Ingrid.

No quería modelar ante una cámara. Me sentía extraña y no es que no me gustara mi atuendo, a decir verdad era hermoso; vestido largo, color azul marino, con escote keyhole y unas zapatillas color rojo. No había nada de malo en él o en mi peinado, o el maquillaje, sólo tenía miedo de que algo saliera mal y mi padre se enterara, pero tenía que confiar en mi tía.

Después de las fotos, Ingrid y Chris me dejaron en salón de la fiesta, tal cuál habíamos acordado. Pensé en la arquitectura del lugar; Lido di vinizia. Una isla barrera, llamada así por su ubicación y función como protector de uno de los canales principales de Venecia. Según me contó Ingrid este maravilloso lugar, dotado de arte, bellos paisajes y aguas con funciones terapéuticas. Tiene una historia fascinante; guerras, fuego, piratas, una iglesia hundida... ha servido como puente para el comercio, ayudando a crecer a la ciudad.

En la década de 1960, la mejora de la economía italiana de la posguerra creó un auge inmobiliario en la isla y muchos venecianos se mudaron a Lido para beneficiarse de su moderna infraestructura. Lido también se convirtió en una isla de grandes hoteles. El principal hoy en día, y en el que se celebra esta reunión es “El Hotel Palace Excelsior”, abrió en 1908 y fue remodelado varias veces hasta logar su propio reconocimiento. Definitivamente Lido se ha ganado que varias personas famosas, escriban, pinten, hablen y produzcan en sus bellos paisajes e increíble historia; hasta yo me siento enamorada de la isla.

—Buongiorno, signorina dallo sguardo perso//Hola, señorita de mirada perdida—Me saludó con su perfecto acento Italiano, una mujer de cabello castaño, sonrisa encantadora y ojos, azul claros.

—Ohh, mi dispiace—Le sonreí—Stavo pensando nella storia di questo posto//Estaba pensando en la historia de este lugar.

—Mi rendo conto che ti attrae il passato//Me doy cuenta que el pasado te atrae—Me miró fijamente—Ha senso prendendo in considerazione il tuo//Tiene sentido teniendo en cuenta el tuyo—Alzó ambas cejas.

¿Mi pasado? A qué se refería esta mujer con eso.

—Non capisco//No entiendo—Fruncí el ceño.

—Lo farai//Ya lo harás—Alzó su copa y se despidió.

El elegante movimiento de sus caderas. El precioso vestido, color marfil. Sus místicas palabras, su mirada intimidante y misteriosa a la vez… Aún vagaban por mi cabeza. ¿De dónde me conoce y por qué aparenta saber todo de mí?

—¿Te estás divirtiendo, Cenicienta?—Me sorprendió Ingrid.

—Ya te dije que no me llames así—Solté.

—Pero si hasta elegí el vestido en color azul, para que te parecieras más—Mofó.

—¡Eres la peor hada madrina! Por si no lo sabías el vestido de Cenicienta es azul cielo, no azul marino. ¿Eres daltónica o qué?—Me enfurecí al recordar que yo quería el vestido rojo que ella traía, pero la verdad es que se le veía perfecto con su cabello recogido y el collar de diamantes colgando por su cuello.

—No seas mala perdedora—Sonrío con maldad—Deja el drama que es hora del show. Vamos al baño para que te pongas tu antifaz y te cambies de ropa—Ordenó.

Antes de llegar al hotel, Christopher me había dicho que la fiesta no era exactamente con antifaces, pero que habría una reunión secreta, en la que el requisito principal para poder entrar era cubrir tu rostro. Aunque para mí no tenía sentido ya que todos recordarían como iban vestidos, pero Ingrid me dijo que yo me tendría que cambiar de ropa, pues mi objetivo era reconocer a los invitados y pasar desapercibida.

En el baño no hubo mucho que hacer. Me puse un vestido negro de cóctel, recogí mi cabello y cambié la joyería. Me coloqué el antifaz y salí tras de Ingrid. Subimos un par de escaleras y cruzamos una puerta color dorado.

—Ya sabes que hacer—Susurró Ingrid antes de marcharse.

Como lo habíamos planeado tenía que observar a un par de personas… El primero Frank Tupelo y el segundo John Downey. Ambos multi millonarios que aparentemente son lideres de una banda de traficantes de arte muy famosa en París.
Ya los conocía a ambos pues a parte de ser famosos, son empresarios como mi padre y nunca faltan a las grandes reuniones que él realizaba. En cuanto los vi en el salón principal, estuve atenta a ellos desde lejos, ahora con el antifaz podía acercármeles sin miedo a ser reconocida.

—Mi sorprende incontrarti anche qui—Se atravesó en mi camino la misma mujer de hace un rato.

—Perdonami, ma non ti conosco—Fingí amnesia.

—Ci siamo visti poco fa// nos conocimos hace rato…—Hizo una pausa y me observó de arriba a abajo—Ma tu non indossavi quel vestito//más no estabas usando ese vestido—Sonrió coqueta.

—Lo ricordo, però io mi riferivo che non so il tuo nome//Lo recuerdo, pero me refería a que no sé tu nombre.

La encantadora mujer dijo su nombre pero yo no pude escucharla, ya que los hombres que se suponía que no debía perder de vista, desaparecieron.

—Mi dispiace, devo andare. È stato un piacere—Me despedí.

Tenía que encontrarlos lo más pronto posible o Ingrid y Christopher no podrían cumplir su misión. Con sigilo me moví entre la gente y comencé a sentir pánico pues no los veía por ningún lado.

Busqué también a Ingrid y a Christopher, pero para mi mala suerte tampoco se encontraban cerca; no era un lugar tan grande como para no lograr verlos.
Caminé al baño y justo cuando iba a entrar vi de reojo a John. Me acerqué un poco para poder asegurarme de que Frack se encontraba con él, pero un fuerte golpe me detuvo.

—¡Ohh, por dios! Señorita, por favor perdóneme. ¿Se encuentra bien?

No sabía si era el golpe tan fuerte que me hizo caer al piso o el destino, pero aquella voz era parecida a la de Elise. Reaccioné de inmediato y me encontré con sus ojos. Su rostro estaba cubierto por el antifaz, pero esa mirada brillante...
Tomé de su mano y la observé fijamente; no podía ser ella. Me acerqué a su rostro y sus labios se movían lentamente, ¡lo sabía no era ella! Elise no tenía lunares tan cerca de su boca. Me alejé en cuanto me di cuenta de que estaba invadiendo el espacio personal de una desconocida solamente porque la confundí.

—Lo–lo siento—retrocedí.

—La culpa es mía. Venía distraída y no alcancé a verla, discúlpeme.

No podía decir nada su presencia bloqueaba mis pensamientos y me aturdida la idea de sentir que ya había vívido esto.

—¿Puedo ayudarla en algo?—Se acercó.

—Estoy bien, gracias—Bajé la mirada y me topé con su escoté.

Es una mujer realmente bella.
El vestido color rojo, aterciopelado y largo, entallado su cintura... Podría hacerle perder la cordura a cualquiera.

—Por lo menos sus mejillas ya tienen color—Sonrió.

—Disculpe—Me di la vuelta y caminé con prisa hacia el baño.

¿Cómo pude verla con tanto sinismo? ¿Cómo llegué a creer que ella podía ser Elise? El golpe no pudo haber sido tan fuerte, como para imaginarme tal cosa.

Me acerqué al lavamanos y miré mi rostro… Recordé la forma en que conocí a Elise, no era tan diferente o ¿sí?

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𝑴𝒊 𝒎𝒂𝒆𝒔𝒕𝒓𝒂 𝒅𝒆 𝑰𝒕𝒂𝒍𝒊𝒂𝒏𝒐 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora