Capitolo Trentadue - Capítulo XXXII

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—¿Por qué fue tan difícil para ti elegirme, Michelle?—me animé a preguntar. Y de qué no me animaría con tanto alcohol en mi sistema.

—Porque creí que eras una niñita que no sabía lo que quería y tarde o temprano me dejarías por tu ex—me señaló con su dedo índice en forma de acusación a algo que yo no entendía.

Ella estaba igual o más tomada que yo.

—¿Tenías miedo de que te rompiera el corazoncito?—asintió con ternura—¿Y con Ingrid? Ella te terminó rompiendo el alma.

—Tutti commettiamo errori—alzó ambas manos y se echó a reír.

Es verdad lo que dijo “todos cometíamos errores”.

—Tampoco debiste casarte—reclamé.

—¿Querías que me fugara contigo? —asentí—¿Por qué no lo hacemos ahora? ¡Vámonos de aquí!—alzó ambas cejas.

—¿A dónde?

—¡Nuevo México!—gritó entusiasmada.

—¿Lo viste en alguna película?—la miré divertida.

—Sí—admitió y solté una carcajada—No te burles—me miró furiosa.

—No me burlo, ¿pero te imaginas? ¿Tú y yo en nuevo México?—cuestioné con emoción.

—Sería divertido y tendríamos una granja—sonrió melancólica.

—¿De verdad te gustaría irte conmigo?—alzó los hombros ante mi pregunta.

—Solo pienso que quizá no sea tan malo vivir la vida como Lee. Tener un lugar para cada cosa.

—¿Cómo?

—Sí, ella tiene su bar de fantasías sexuales, luego tiene su trabajo donde es exitosa y para terminar, su perfecta casa, es como tú le dijiste. Tú la esperas para cenar y para amarla, participas en sus juegos y ella no tiene nada de que preocuparse. Todos quisiéramos una vida así de perfecta.

—¡Es verdad!—tomé otro shot de tequila.

—Sí… Otros por ejemplo solo tenemos… Tequila—soltó una carcajada—O mejor dicho teníamos—se levantó con dificultad y trajo otra botella.

—Otras personas no tienen dinero para ahogar sus penas como nosotras—abrí la botella.

—Espera...—me detuvo—Voy a hacer algo mejor—caminó de vuelta a la cocina y escuché un par de ruidos.

—¿Qué haces?—le grité.

—Martini.

—¿Con tequila?—no contestó y después volvió con los tragos.

—Bebe—ordenó. Le hice caso y la verdad es que sabía muy bien, pero bueno en este estado… Qué no sabe bien.

—Somos afortunadas, ¿ves?—asentí— También tengo un grupo de niños, ¿o ya me lo robaste?—mofó.

—¡No! ¡No! Acá la única maestra de italiano eres y siempre serás tú, por eso no deberías irte—aseguré.

—Ya es tarde para eso, en fin… ¿Qué más tengo?—me preguntó.

—¡Traumas!—mofé.

—Sí, exacto. Traumas y errores, y me compraré un gato.

—¡Yo tengo un gato!

—¿En serio?—frunció el ceño.

—No—reí— Pero Lee me trató como un gato.

—¿Por qué?

𝑴𝒊 𝒎𝒂𝒆𝒔𝒕𝒓𝒂 𝒅𝒆 𝑰𝒕𝒂𝒍𝒊𝒂𝒏𝒐 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora