Capitolo dieci - X

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Los pequeños rayos del sol que entraban por la ventana, se funcionaban con su cabello y lo hacían ver color naranja; brillaba junto a su piel. Su rostro tranquilo y respiración serena, inundaban la habitación de armonía, de paz.

Me hubiera quedado el resto del día admirando tal belleza... más un escalofrío recorrió mi espalda al sentir una de sus manos posarse sobre mi cintura, la cual se encontraba sin protección alguna.
Alcé las cobijas descubriendo así que me encontraba totalmente desnuda. Me asusté y me enderece sobre la almohada, pero aquello hizo que ella también se moviera, girando en la cama y dándome la espalda.
Su cuerpo estaba cubierto por una delgada bata blanca de seda que no dejaba mucho a la imaginación.

Esta situación tenía que ser un sueño, seguir pensando en ello me mareo de pronto. Volví a recostarme pero esta vez más cerca de ella, rodé mi brazo entre su cintura y la apreté contra mi cuerpo. Quería dejar de pensar tanto y disfrutar de lo que parecía ser el sueño más realista que había tenido nunca.
Los minutos pasaban y yo seguía aferrada a su ser; respirando el dulce aroma de su cabello.
Quizá hoy tendría la suerte de no despertar o de hacerlo, pero feliz. Ya estaba harta de las pesadillas y agradecería que hoy fuera diferente, cerré mis ojos y me sumergí en esa quimera ideal.

[...]

Como siempre no tenía idea de nada, pero un rico olor a café y waffles me hizo recobrar la conciencia. Mi estómago rugiendo de hambre, me obligó a estirarme por toda la cama, a abrir los ojos y levantarme para desayunar.

Rossy de mi vida, amo despertar con el olor de tus manjares recién hechos.

Todo se veía muy borroso al principio, frote mis ojos con mis manos logrando así que mi visión mejorara, pero casi me desmayo al ver que no me hallaba en mi habitación y en el suelo se encontraban mi vestido y mis tacones, pero lo más importante ¡dónde!, ¿dónde CARAJOS estaba mi ropa interior?

Una jaqueca horrible comenzó amargar mi existencia junto a la incertidumbre de no saber... ¿qué hacia desnuda?, ¿dónde estaba y con quién?, ¿qué había pasado?
Me envolví en la sabana y salí de aquélla extraña habitación en busca de respuestas.

—Hasta que se levanta la bella durmiente. Estuve a nada de llevarte el desayuno a la cama, corazón.

Me quedé en shock al ver a Michelle en la cocina, usando el tono más sexy y dulce qué jamás creí escuchar, y menos en esta situación.

¿Acaso habíamos dormido juntas?, ¿habíamos hecho algo anoche? Y si era de esa manera ¿por qué no recordaba nada más allá de la fiesta? ¡¿Che cazzo?!

—Vieni a darmi un bacio—dijo y señaló su boca con el dedo.

Dudé en acercarme, pero el acento italiano en combinación con su ajustada ropa que la hace lucir sensual y profesional, su labial, sus ojos y el aroma a comida... me animaron.

¿Cómo resistirse y decirle que no a esa dulzura? Quizá sí habíamos hecho el amor o no se comportaría de esta manera. Igual yo no recordaba nada, pero seguro ella me ayudaría con sus dulces besos.

Me acerqué lentamente y dejé caer la sabana frente a sus ojos. Sentí su cuerpo estremecerse en cuanto me acerqué a su boca y aquello me hizo suponer que en realidad me estaba jugando una broma. Por qué si hubiéramos hecho algo anoche, no se quedaría ahí parada sin tocarme y arrojarse a mis labios o ¿si?

—La nariz de pinocho no te queda bien—La miré seria—A parte de que no te conviene jugar conmigo—Alcé ambas cejas.

—¿Cómo lo descubriste?—Carraspeó.

—He aprendido a leerla profesora—Sonreí con malicia.

Me acerqué a la estufa y miré lo que estaba preparando: huevos, waffles y café. Se me hizo agua la boca de sólo mirar.

𝑴𝒊 𝒎𝒂𝒆𝒔𝒕𝒓𝒂 𝒅𝒆 𝑰𝒕𝒂𝒍𝒊𝒂𝒏𝒐 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora