CC.

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Tenía tantas preguntas en mente para Ingrid... Quería saber si ella también estaba enamorada de Michelle, pero no pude interrogarla, pues en cuanto terminé de arreglarme pasó por mí y ambas nos dirigimos al misterioso lugar.
Nos detuvimos en Shoredich, frente a un club con un logo de doble C.

A decir verdad el lugar se veía muy sofisticado y moderno; de inmediato me di cuenta que era para personas que buscan pasar un buen rato y beber algo.
Por un lado había sofás y por el otro mesas altas. La barra en el frente, luces tenues y un grandioso jazz como música de fondo; solo gente de clase podría venir aquí.

—Tienes suerte de que hoy esté en servicio Gaëlle, ya que una vez al mes se cambia de flairman—habló Ingrid.

—No entiendo nada. ¿Este es el supuesto lugar misterioso? Y ¿dónde está Lee?

—Mejor ve a pedir un trago, más tarde sabrás el resto—respondió. Me dio un beso en la mejilla y se marchó. Acomodé un mechón de mi cabello y respiré hondo. Caminé hacia la barra y me topé con una mujer; ojos color azul grisáceos y cabello oscuro.

—¿Una copa de Rose Wine?—Llamó mi atención.

—Prefiero un tinto, gracias—Le sonreí.

—No tienes pinta de querer un tinto—Me observó fijamente.

—¿A qué se refería con eso? Yo no le veía nada raro a mi ropa. Costosa quizá; minivestido Mugler color negro sin mangas, ajustado y acampanado con costuras en contraste. Un par de sandalias doradas de tacón alto y de joyería unos aros simples. —Nada extraño o que dijera algoEl maquillaje era sutil; un smokey eye color púrpura, un lipstick color glossy berry y mi cabello recogido en un moño alto con dos mechones colgando a cada lado de mi rostro.

¿De verdad algo tan casual podía decir lo que debería o no beber?
—No soy aficionada del vino rosado—contesté seria. No era agradable saber que esta chica juzgaba a todos por su ropa.

—Seguro que este te encantará—Tomó de la repisa una copa y la dejó en la barra. Sacó de lo que yo creía era una bodega, un vino con una botella muy peculiar; La vie en Rose Cinsaul Rose y sirvió un poco del vino.

—Es sensibles y con clase, como tú—dijo y me ofreció la bebida.

Me dio la impresión de que estaba coqueteando conmigo.
—Gracias—Le sonreí, amable y tomé la copa.

Observé las lágrimas caer con lentitud y me di cuenta que traía una buena cantidad de alcohol. Olfatee el vino y en la entrada distinguí el olor a frambuesa. Lo agité en círculos para que se oxigenara y desprendiera los otros aromas, detecté de inmediato la cereza y granadina. Seguí agitando con más rapidez y volví a olfatear, esta vez más profundo; madera sutil y especiada.

—¡Es de origen vegetal!—dije en voz alta.

La chica no dejaba de mirarme y aquello me pusó nerviosa. Bebí el primer trago y lo primero que sentí fue el amargo y ácido sabor de la uva. Volví a dar otro trago y esta vez más amable; dulce y salado.
—¡Perfecto equilibro!—Solté emocionada.

—Te dije que te gustaría—Sonrió.

—Todavía no pasa la prueba de fuego—La miré seria y di un trago más largo al vino. Una vez que pasó por mi garganta solté el aire por la nariz y por último saboree lo que restaba en mi boca—Es de larga retronasal—Sonreí.

—¿Alguna ensalada para acompañar?

—¿También venden comida?—Cuestioné, sorprendida.

—Por supuesto—Me ofreció la carta.

—¡Wow!—La tomé y comencé a leerla.

Había un poquito de todo; platos fuertes, entradas, alitas... Estaba encantada. Dejé que la chica me sorprendiera con la ensalada también y al terminar confirmé que es muy buena en su trabajo.

—¿Cómo te llamas?—Quise saber.

—Gaëlle—Sonrió—¿Y tú?

—Stephanie—Le devolví la sonrisa.

—Me alegra que sepas catar un vino, Stephanie—Se acercó a mi rostro—¿Acerté entonces?—preguntó, pícara.

—Sí, has ganado. Estaba delicioso—respondí, nerviosa.

—Ni siquiera ha comenzado el juego—Hizo un guiño y se acercó a mi boca.

Me alejé en cuanto sentí su aliento chocar con el mío.
—Necesito el baño—Solté, apresurada y desvíe la mirada.

El león, la bruja y el armarioSusurró.

—¿Cómo?—Fruncí el ceño.

—A mano izquierda—Señaló y sonrió divertida.

Me levanté del asiento y caminé hacia allá. Sentía mareos y pensé que el vino había hecho efecto. Avancé entre las mesas y me topé con lo que parecía ser un armario. Tallé mis ojos con fuerza, pues creí que lo había alucinado, pero no, este seguía ahí.
Volteé a ambos lados y no había ningún letrero o referencia de un baño. Pensé entonces que me había equivocado, quizá esta era la derecha y Gaëlle había dicho izquierda. Retrocedí y volví a pasar por la barra, al fondo de un angosto pasillo me encontré por fin con el baño. Entré y traté de procesar lo que había visto. Lavé mis manos y me miré al espejo; mis mejillas rojas y mi pupila dilatada. Ese vinito era muy fuerte o yo me había vuelto susceptible al alcohol. Regresé a mi lugar y encontré una nota cerca de mi copa.

Espero que hayas convencido a Gaëlle de que eres buena guardado un secreto, o te perderás de la verdadera fiesta.
Atte: tu hada madrina.

—¡Ingrid!—Giré los ojos con enfado y busqué a Gaëlle, la bartender.

—¿Algo más?—habló a mi espalda.

—¡Carajo!—Me sorprendí y ella me miró divertida.

—¿Necesitas algo?

—Sí, que no vuelvas a asustarme—respondí.

—Lo lamento—Dio la vuelta y volvió a la barra—Tuve que atender a un cliente.

—Ya veo. ¿Tienes idea de quién dejó esto acá?—Le mostré la nota.

—Ni idea.

—Uhm y sobre el armario, ¿qué sabes?

—Es un secreto—Sonrió divertida.

¿A caso todos eran parte de este juego? Me sentía el queso en un juego entre el gato y el ratón.

—Soy muy buena guardando secretos—Alcé ambas cejas.

—¿Sí?—Se acercó nuevamente.

—Sí—Le aseguré y me quedé inmóvil.

—Pues, entonces ve y averigua de qué va—Lamió su labio inferior y se alejó—Toma—Me ofreció una llave—Tendrás que devolverla así que cuídala—Enfatizó.

Asentí y caminé en dirección al misterioso armario. Use la llave que me había entregado Gaëlle y al abrir me sorprendió una llamativa luz azul y unas escaleras en espiral. Subí por ellas con cuidado pues me sentía un poco mareada, al final me encontré con una puerta y un letrero que decía acceso privado. Intenté girar la perilla pero esta no abría, así que volví a usar la llave y la puerta se abrió. Me quedé paralizada, no creía lo que estaban viendo mis ojos.

—¿Ann?, ¿Ingrid? ...

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𝑴𝒊 𝒎𝒂𝒆𝒔𝒕𝒓𝒂 𝒅𝒆 𝑰𝒕𝒂𝒍𝒊𝒂𝒏𝒐 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora