¿è cioccolato? *-*

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Una semana más transcurrió... Entre que me desvelaba, estudiaba y me iba a casa a "descansar", el tiempo pasó volando. No volví a saber nada sobre la llamada misteriosa que recibió mi madre y tampoco indagué; lo que sea que ella ocultará no quería saberlo.

[...]

—¡Mi niña! —Gritaban y golpeaban con fuerza la puerta.

—Uhmm... ¿qué pasa?

Estaba muy cansada. Apenas y podía abrir los ojos.

—¿Por qué te encierras?, ¿no tienes clases hoy, ratoncita?—Era Rossy.

Voltee a mirar con pereza el reloj. —¿LAS DOS DE LA TARDE?

Mis ojos se abrieron sorpresivos, incredulos. Quise moverme con prisa y al intentar levantarme para abrir la puerta, me enredé entre las sabanas y caí al suelo, dándome un fuerte golpe en el lado derecho de mi cara.

—¡Mi niña!, ¿qué fue eso?, ¿estás bien? ¡Abre ya mismo!

—¡Carajo!—maldije mientras me levantaba del piso y caminaba hacía la puerta—. Nana, ¿por qué no me levantaste antes?

—Todo el día me la he pasado tocando. Empezaba a preocuparme, ¿mi niña no dormiste? —Me miraba expectante como buscando algo.

—No, no pude.
Tallé mis ojos que se resistan abrirse por completo.

—Mira esas ojeras, ¿estuviste llorando? —Alcé los hombros y me senté a la orilla de la cama—. ¿Es por ella? —Asentí.

—Tuve esa pesadilla de nuevo.

Rossy me abrazó y me dio un beso en la frente.

—Métete a bañar. Ya vas muy tarde, ratoncita. Yo voy a traerte jugo y algo de comer para que no te vayas con el estómago vacío—Esbozó una sonrisa y salió de la habitación.

Me bañé lo más rápido que pude, me puse el uniforme y esta vez solo me apliqué un gloss que olía a Chocolate, me puse perfume, me hice una coleta alta y salí con prisa de la casa.

[...]

5 minutos de retraso. Jamás en mi corta vida había llegado tarde a algún lugar, seguro la señorita Chastain iba a matarme.

Toqué el timbre con algo de miedo, pero nadie salió; giré por inercia la perilla y la puerta se abrió.

¿Estaba abierta?, ¡qué extraño!
Pude escuchar de fondo el sonido de un piano, fui siguiendo la melodía como un ratón al olor del queso y ahí estaba ella (el queso), tocando en uno de los cuartos del fondo. Llevaba su cabello suelto y con ondas desordenadas, un vestido negro, un saco blanco y sus tacones de suela roja.

Siempre tan perfecta.

La vita é rosa—susurré.
No podía dejar de sonreír. La forma en que tocaba me hacía sentir feliz.

¿Cuántos talentos ocultos más tendrás, Michelle?

Terminó de tocar y yo seguía sumida en mis pensamientos.

—¡È scortese spiare, signorina Fave! —dijo sin quitar su mirada del piano.

Estaba de acuerdo con lo que dijo: espiar es de mala educación, pero... ¿cómo se dio cuenta que estaba observándola? y si lo sabía... ¿por qué siguió tocando como si nada?

—Mi scusi, insegnante—Bajé la mirada hacia el suelo y ella se giró para verme—. Toqué el timbre, pero nadie abrió y–

—Y entró ¿sin permiso? —preguntó con evidente molestia.

Sólo veía sus tacones dirigirse hacía mí, pero podía imaginar su cara de desaprobación.

—La puerta estaba abierta y yo no, yo...—Sentía tanta verguenza— Me disculpo de nuevo. No volverá a ocurrir.

No dijo nada por unos segundos y luego vi sus tacones girar de vuelta al piano.

—Estaba segura de que no vendría.

Se sentó donde al principio, dándome la espalda y por fin pude alzar la cabeza.

—Me quedé hasta tarde leyendo y–

—Y en su cara, ¿qué le paso? —Me interrumpió de nuevo sin darle importancia a mi excusa.

—¿Mi cara?—dije tocándome el rostro. Yo no había visto nada en ella esta mañana.

—Acérquese—ordenó.
Caminé nerviosa quedando justo a un rose de su espalda.
Con delicadeza pasó una mano por su cabello acomodándolo para un lado.

¿Lo siguiente? Mi corazón deteniéndose y mis fosas nasales intentando absorber aquel aroma tan exquisito.
No sé cuanto tiempo pasé con los ojos cerrados, pensando en su olor y disfrutando de el.

Podría quedarme una eternidad así.

—Tome asiento.

Su voz suave y dura me regresó a la realidad. No lo dudé e hice lo que ordenó.
Estaba en la misma banca junto a ella, a una distancia considerable, pero a su lado. Tenía la mirada fija en mis pies y el rubor en mis mejillas se intensificó. Cuando la vi de reojo recorrerse hacía mí. Mis manos empezaron a sudar y las apreté contra la esquina de la banca.

—Guardami —susurró.

¿Para qué quería que la mirara? ¿No se daba cuenta de cómo su simple presencia me ponía?

Tragando en seco y con el corazón saliéndose por mi pecho, la miré; como un pequeño venado que va directo a una trampa... directo a lo más profundo del bosque; eso parecían sus ojos, un bosque tenebroso y asombroso al mismo tiempo. Me miró y con ternura posó la palma de su mano por mi rostro. Cerré los ojos ante su tacto, tratando de disfrutar más de sus pequeñas caricias.

—Aquí —dijo en voz baja y con su dedo puesto en mi ceja—. Tienes un moretón, ¿qué te ha pasado?

—De... debí hacérmelo cuando me caí esta mañana —tartamudee.

Cómo no hacerlo, si al abrir mis ojos, los suyos seguían puestos en los míos y me observaban sin parpadear.

—Hueles a chocolate —Cambió el tema y se acercó un poco más a mí, lo cual me dio una vista perfecta de todo su rostro; sus pequeñas pecas cerca de su nariz, su barbilla partida; que la hacía verse más atractiva, la sombra tan sutil en sus ojos; color violeta con brillos, sus pestañas rizadas, el color malva debajo de sus ojos; causado por sus venas, sus cejas rojizas como su cabello, su nariz ligeramente respingada, sus mejillas rosadas y sus labios con ese tono amatista.

¿Era nuevo el labial?, no se lo había visto antes.
Ella seguía acercándose lenta y peligrosamente, como buscando de donde provenía el olor, quedando su nariz cerca de mis labios.
—¿Comiste chocolate?—cuestionó.
Negué lentamente, indicándole que no y ella volvió a poner su mano en mi rostro, pero esta vez en el mentón como sosteniéndome para que no escapara. Miraba mis labios fijamente, hasta que se llenó de valor y llevó su pulgar a ellos, retirando parte del lipstick que llevaba puesto. Se quedó mirando su dedo; lo que hizo después no lo imaginaba ni en mis mejores sueños.

Sacó su lengua y lamió con delicadeza lo que hasta hace unos minutos era parte de mi boca.

—¡Sabe a chocolate! —dijo en un tono de voz aniñado, como si acabarán de darle un regalo y ella hubiese adivinado el contenido, sin siquiera abrirlo.

Yo estaba atónita con la mente en blanco, las manos húmedas y no era la única parte de mí que se encontraba de esa manera.

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𝑴𝒊 𝒎𝒂𝒆𝒔𝒕𝒓𝒂 𝒅𝒆 𝑰𝒕𝒂𝒍𝒊𝒂𝒏𝒐 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora