Capitolo Trentuno - Capítulo XXXI

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—¡No quiero verlo!

—Stephanie, hija—se acercó Ricardo, pero yo me alejé.

No quería mirarlo y mucho menos lo quería cerca de mí. ¿Cuántas veces tenía que decirlo?

—Oh, vamos, cielo escúchalo—Lee me tomó del brazo.

—Como se nota que no tienes ni idea de lo que significa que te rompan el corazón quitándote lo que más quieres—me solté con ímpetu de su agarre.

—Cariño…

—¡No!—grité y me alejé de ambos.

Entré de vuelta a la casa y subí con prisa a mi habitación.

—Cielo, abre la puerta, por favor—Lee seguía insistiendo.

—Cómo se te ocurre traerlo, ¿ah?

—Hoy salió del centro de rehabilitación y pensé…

—¿Qué pensaste? ¿Qué me alegraría de verlo?—bufé.

—No, yo solo…

—Tú solo piensas que tienes la razón siempre y no es así. Piensas que debo tomarme un tiempo. Piensas que debo elegir a tu hermana, porque ha sufrido y ahora Ricardo...

—Stephanie no es así, Ricardo es tu padre y…

—Ese señor no es nada mío.

—Él está muy mal

—No me interesa, no me interesa si está bien, si está mal, ¡no me importa! Creí que había quedado claro la primera vez.

—Y yo creí que eras una adulta. Ambas nos equivocamos—me miró con seriedad.

—¿Es de adultos obligar a tu pareja a hacer algo que no quiere?

—Perdonar es de adultos.

—¿Y tú sientes que tienes el derecho de elegir cuando debo hacerlo? Eres mi pareja, no mi terapeuta. No vas a decirme cuando es un buen momento para perdonar.

—¡Stephanie!, no te comportes como una niña.

—¡No te comportes tú como una psicóloga! No me interesa perdonar a tu hermana, no me interesa perdonar a mi padre, no me interesa ser un adulto contigo y sobre todo no voy a hacer más lo que tú quieras.

—Entonces, ¿qué haces aquí?—un nudo se formó en mi garganta, por su despiadada pregunta.

¿Qué hago aquí?
—No sé—me di la vuelta y azoté la puerta al salir—. Ahora resulta que todo el mundo sabe que es lo mejor para mí y cuál es el momento perfecto para todo—Estaba llena de rabia y decepción— Primero me da un tiempo y me hace esta estúpida fiesta y luego trae a ese… Ese hombre a mi cumpleaños ¿y piensa qué es el mejor momento para reconciliarnos? ¡Cazzo! Él no me castigó, no dijo algo hiriente y me mandó a mi cuarto… Arruinó mi maldita vidaabrí la puerta, dispuesta a irme.

—¡Buon compleanno bella donna! —se trataba de Michelle, quien venía junto a Rossy. Me tomaron desprevenidas, pero no pude evitar sonreír—Creí que te alegraría verla—sonrió Michelle.

—Cómo no iba a hacerlo—me acerqué y abracé a Rossy.

—¡Feliz cumpleaños, ratoncita!—susurró y me apretó con fuerza—Toma...—me entregó una pequeña cajita—No es mucho, pero es con todo mi cariño—besó mi mejilla.

—Para mí es el mejor regalo—le sonreí y guardé la cajita en mi bolso—Pasen por favor—cerré la puerta detrás de ellas.

—Tu casa es muy grande y muy bonita—comentó Rossy.

𝑴𝒊 𝒎𝒂𝒆𝒔𝒕𝒓𝒂 𝒅𝒆 𝑰𝒕𝒂𝒍𝒊𝒂𝒏𝒐 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora