De vuelta al infierno

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Dormir fue terriblemente difícil. Estoy muy nerviosa, estoy muy angustiada y sé con seguridad que después de la fiesta de Arthur, las cosas no volverán a ser iguales. Es hora de levantarme, el sol apenas está saliendo, no me he vuelto a drogar decidí darme una oportunidad y demostrarles que no soy basura.

Lleno la bañera, me sumerjo en el agua caliente e intento relajarme. Los moretones aún están ahí como un recordatorio constante de lo que me hizo Arthur, sigo con delicadeza el patrón de los moretones de mi pierna y cuando el agua se vuelve fría, me salgo de la tina, me seco con vigor y me dirijo a mi armario mirando con enojo todas esas estúpidas prendas incomodas y llamativas.

―¿Por qué no? —Me digo a mí misma, tomando una camiseta blanca sin algún adorno y unos jeans rotos que muestran mis rodillas.

Me pongo mis converse negros y sonrío ante la sensación de comodidad. Necesito un suéter pues a pesar de que septiembre aún era cálido, la brisa ya se tornaba fresca. Repaso todo mi armario, no tengo ningún suéter de mi agrado, así que decido ir al cuarto de Ethan, tiene un hermoso suéter de estambre blanco que seguramente me estará grande, pero es mucho mejor que esas ridículas chaquetas que no abrigan nada y con las que apenas me puedo mover.

Me miro en el espejo antes de ir con Ethan, mis pantalones me quedaban algo grandes. Toco con cuidado el moretón del rostro el cual aún está bastante visible y con cuidado tomo el maquillaje, sin embargo, lo dejo otra vez en su lugar, no voy a taparlo. Tengo algo más en mente. Salgo de mi habitación con el ánimo renovado, por supuesto que estaba aterrada, pero no iba a dejar que ganaran, no esta vez.

We're not gonna take it ―empiezo a cantar mientras camino a la habitación de Ethan―. No, we ain't gonna take it. ―Toco la puerta, Ethan me abre, ya casi está listo, sus cabellos aún están húmedos y despeinados y no se ha puesto ni la corbata ni el saco.

―Kennedy ―se hace a un lado y me deja pasar―. ¿Qué pasa dulzura? ―Mi corazón empieza a latir como loco y otra vez ese maldito hormigueo se instala en mi estómago.

―Yo... ―intento reponerme lo más rápido posible―, quería ver si podía tomar el suéter blanco de estambre. ―Ethan sonríe ampliamente, se ha fijado en como estoy vestida.

―Claro ―su voz está repleta del ánimo que necesito en estos momentos.

Camina a su armario que es mucho más pequeño que el mío. Su cuarto es de un azul oscuro, pulcro y ordenado. Nada está fuera de su lugar, tiene un sillón marrón, un espejo de cuerpo completo y una enorme cama con colchas marrones. Lo miro mientras busca el suéter, me gusta su cabello despeinado, me gustan sus maneras despreocupadas, me gustan sus ojos casi negros, simplemente me gusta él.

―Aquí está ―él vuelve con el suéter sonriéndome con cariño e intento regresarle la sonrisa, pero aún no soy capaz de esa hazaña―. Me gusta tu estilo ―Ethan se sonroja―, estás preciosa.

Un rubor sube hasta mis mejillas, tomo el suéter sin decirle absolutamente nada, porque en verdad no sé qué decirle, aún no estoy lista para decirle nada. Todavía necesito arreglar mis problemas, poner toda mi vida en orden y no puedo arrastrarlo a esto.

―¿Desayunamos juntos? ―Pregunta desilusionado al ver que no respondo su halago―. Pensaba que podría llevarte también... ―Ethan me mira con tristeza―. ¡Claro! Si eso quieres ―aclara con rapidez.

Me duele su mirada, aquella noche tan terrible lo rechacé, lo herí y no me he disculpado. Como si de un instinto se tratara me acerco a él, sin habérselo ordenado a mi cuerpo. Él no levanta la mirada, quizá piense que estoy molesta. Estiro mis brazos para tomar su cara entre mis manos, es condenadamente alto. Ethan se sorprende por mi repentino acercamiento, esbozo una débil sonrisa y me paro de puntas para poder besar su mejilla.

Por favor, regresa y quédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora