Llego la hora

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Esta vez Kennedy no sonríe como siempre que le habla su familia, esta vez no les dice cuánto los extraña y por más egoísta que parezca, el que esté tan molesta con ellos me llena de un inmenso alivio pues no se la pueden llevar si ella no quiere.

—¡Qué tontería! —Grita Kennedy, su rostro está rojo—. Ellos sólo me han cuidado y amado, cosa que ustedes no han hecho —hace una pausa—. ¡No me hablaron por casi seis meses! ¡Seis! —Suena el timbre, Rita abre es Jane—. No me interesa lo que quieras...

Jane se quita su abrigo se acerca hasta nosotros y nos hace un gesto para preguntarnos qué está sucediendo, Pierce forma con sus labios la palabra mamá y ella entiende todo. Se sienta con nosotros en la alfombra y vemos a Kennedy gesticular furiosa.

—¿Mis hermanos están contigo? —¡Oh no! El alivio que sentí se transforma en angustia pura—. Mamá luego hablamos ¿sí? Tengo que preparar mi declaración. Adiós —cuelga. Nos levantamos y acercamos hasta ella para saber qué está pasando.

—¿Y? —Suelta Jane. Kennedy está realmente furiosa, las aletas de la nariz le tiemblan y por primera vez en su vida la veo sobarse las sienes.

—Me sugirió que volviera con ella —me retuerzo disimuladamente las manos y siento que un sudor frío me recorre el cuerpo.

—¿Y volverás? —Pregunta Pierce para mi consuelo, pues yo soy incapaz de decir algo.

—¡No! —Volvió el alivio—. Esta es mi casa, ustedes son mi familia. Quizá hace cinco años hubiese regresado, pero ahora no. Me dejo a la deriva seis meses ¡Seis! Y ahora sale con la tontería de que están preocupados por todo lo que me ha ocurrido y que quieren que vuelva con ellos porque Ethan y mi abuelo no me cuidaron bien, los culpan de todo lo que me ocurrió —se deja caer en el sillón—. ¡Bah! Que tonterías. —Rita entra con una taza humeante de té para Kennedy—. Gracias Rita, eres la mejor...

—Tú vida ha sido una porquería los últimos meses.

—¡Pierce! —Decimos al mismo tiempo, Jane, Rita y yo, y Kennedy se ríe.

—Tiene razón, todo esto es una porquería —ella suspira y luego toma su té.

Milton llega con mi abuelo, le contamos de la llamada y aunque se mantiene estoico sé que está tan asustado y nervioso como yo. No soporto oír a Kennedy narrar una y otra vez todo lo que le hizo ese bastardo, así que la dejo con Pierce y Jane y salgo al balcón a tomar aire. Escucho unos pasos, pero no volteo sé quién es.

—¿Estás bien? —Jane otra vez tiene esa mirada llena de paz y me toma la mano.

—No quiero que se vaya —digo sin más—. Aunque haya dicho que no va a regresar, tiene debilidad por sus hermanos, no mencionó nada sobre ellos y eso me tiene nervioso.

Jane no me dice nada, recarga su cabeza en mi hombro y nos quedamos así hasta que escuchamos un carraspeo tras de nosotros. Nos giramos de inmediato y vemos a mi abuelo mirándonos con una ceja enarcada.

—Voy a fumar —dice sin más—. ¿Les molesta?

—¡Oh no! —Dice Jane ruborizada—. Iré a ver a Pierce, con permiso —mi abuelo asiente y prende su puro. Últimamente fuma más de lo normal.

—¿Todo bien? —Le pregunto y él niega.

—No pude aguantar la décima vez que Kennedy repitió con voz apagada todo —asiento y por un momento sólo nos quedamos contemplando la ciudad de Nueva York con sus luces y su caos—. Esa chica Jane —mi abuelo rompe el silencio—. ¿Tienes algo con ella?

—¿Qué? ¡Claro que no! —Me ofende que piense que engaño a Kennedy—. Somos amigos y ya.

—Entiendo. —Otra bocanada de humo—. No dejaré que se la lleven Ethan, deja de preocuparte por eso, eso está en mis manos, no en las tuyas.

Por favor, regresa y quédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora