No sé cuánto tiempo llevo sentado escuchando los sollozos de Kennedy, no puedo levantar la mirada, no puedo dejar de mirar la bolsa que tengo en mi mano. ¿Cuándo empezó esto? ¿Cómo no pude verlo antes? No sé qué decir, no sé qué sentir, estoy enojado, estoy decepcionado, estoy frustrado y sobre todo estoy asustado. Lo único que quiero hacer es gritar, gritar hasta cansarme, hasta desahogarme.
—Ethan... —Kennedy se sobrepone a sus sollozos—. Dime algo.
No puedo ver a Kennedy, no aún. Me niego a creer que se esté metiendo esta porquería, me niego a creer todo esto. No puedo verla porqué verla solamente confirmaría toda esta pesadilla y no quiero confirmarla. Sus sollozos aumentan y mi corazón se quiebra.
—¡Grítame! —Estalla al cabo de unos momentos. Al fin levanto la mirada, Kennedy me está mirando, las lágrimas continúan corriendo por sus mejillas—. ¡Pégame! ¡Ódiame! ¡Échame! ¡Pero dime algo! —Intenta acercarse a mí, pero es incapaz de hacerlo. Se cubre el rostro y se deja caer al suelo—. Por favor...
Su pequeño cuerpo se sacude por violentos temblores, me destroza el alma verla así. Estoy siendo muy egoísta, solamente me estoy preocupando por mí cuando es ella quien me necesita, cuando es ella la que por fin me ha dado toda la confianza que tanto quería. Me levanto sintiéndome el idiota más grande del mundo, me hinco y la abrazo. La abrazo muy fuerte, como si la vida se me fuera en ello y ella se aferra a mí mientras solloza con más fuerza.
Mientras estamos en el suelo los dos, llorando y abrazados para reconfortarnos, no me queda duda alguna de que la quiero más que nunca, la quiero tanto que no importa nada más.
—Vamos a salir de esto juntos —le digo con la voz temblorosa por el llanto que estoy intentando contener.
—Tengo miedo... —me mira con sus ojos azules enrojecidos por las lágrimas.
—Lo sé. También tengo miedo —le confieso—, pero ahora estaremos juntos en esto.
Kennedy me abraza con más fuerza que antes. Y este es un abrazo cargado de emociones, un abrazo lleno de necesidad, de angustia, de miedo, de desesperación, pero sobre todo es un abrazo lleno de amor. Cuando nos soltamos, atraigo a Kennedy y ella recarga su cabeza en mi hombro. Seguimos en el suelo, recargados en la pared, estamos en silencio, cada uno sumidos en sus propios pensamientos.
—¿Le dirás al abuelo? —Me pregunta asustada rompiendo el silencio.
—No por ahora —me mira aliviada—, pero se tendrá que enterar cuando vuelva —ella suspira resignada y asiente lentamente con la cabeza—. ¿Por qué no me dijiste? —Inquiero repentinamente.
Antes de terminar la pregunta ya me estoy arrepintiendo de haberla hecho, he sido insensible sé que no es el momento, pero esa duda me está carcomiendo por dentro ¿por qué Kennedy recurrió a eso? ¿Por qué no me pidió ayuda? ¿Por qué no habló conmigo? ¿En qué fallé? ¿Cuándo me perdió la confianza? ¿Fue aquella vez en mi oficina? ¿Por qué otra cosa ha pasado?
—No lo sé —cierra los ojos y se retuerce las manos, nerviosa—. ¿Tenemos que hablar de esto ahora? —Abre los ojos azules, cargados ahora de tristeza y tormento, como las tardes grises. Tiene razón le estoy pidiendo mucho.
—No, por hoy está bien —me levanto del suelo y le tiendo la mano para que ella haga lo mismo.
Realmente no tengo apetito y a juzgar por los sucesos de hoy ella tampoco ha de tener hambre. Kennedy mira angustiada la bolsa con cocaína que está sobre su cama y luego me mira a mí. Alcanzo la bolsa y la miro por unos segundos.
—Debemos de deshacernos de esto —ella asiente lentamente.
—Hazlo tú, yo no podría.
Me dice bajando la mirada, avergonzada y vuelvo a sentir un terrible enojo, pero no contra ella, sino contra mí y contra el imbécil que la metió en esto ¿Habrá sido aquel chico con el que la vi peleando? Me dirijo hasta su baño y tiro todo el contenido en el lavabo, luego abro la llave y veo como desaparece toda esa porquería.
—Ya está —vuelvo a la habitación, donde Kennedy yace sobre su cama, está mirando el techo, ni siquiera se mueve cuando me acuesto junto a ella—. Necesitas ir al médico.
Kennedy se levanta tan rápido que tengo que sostenerla para que no caiga, me mira con horror; niega repetidamente y se abraza a sí misma. Su actitud me preocupa, sé que algo más ocurrió esa noche en la que volvió golpeada y llorando, pero no quiero presionarla, no quiero preguntarle nada, ya ha pasado por mucho y en estos momentos estoy odiándome por haber permitido que tuviera que buscar ese refugio.
—Es necesario —le digo con ternura, tomándola de los hombros y volviéndola a recostar con mucho cuidado poniendo su cabeza en mi pecho—. Puedes estar enferma —cierro los ojos ante esta posibilidad—. Nadie sabrá que has ido, haremos todo con discreción.
—No sé... —me abraza y a pesar de la situación no puedo evitar sentir un estremecimiento en todo mi ser.
—Por favor Kennedy —le digo reponiéndome—, por mí, por nosotros.
—Está bien —accede a regañadientes—. Ya he causado muchos problemas como para negarme —agrega con tristeza.
—¡Ey! —Me giro para poder mirarla de frente—. Escúchame bien Kennedy, tú no eres un problema. No eres un estorbo, no eres una recogida. Simplemente eres Kenne, mi hermosa, inteligente y testaruda Kennedy —Kennedy se sonroja y cierra los ojos, una débil sonrisa asoma en sus labios.
—Gracias Ethan —dice aun con los ojos cerrados—. Por no odiarme.
—Jamás lo haría. —Declaro con vehemencia, con sinceridad.
No decimos nada más. La noche ya está cayendo y por más que no deseé irme de aquí, debo de hacerlo. Kennedy está vulnerable y no quiero que corresponda solamente a mis sentimientos porque soy la persona que tiene al alcance para poder lidiar con esto. La miro una vez más, continúa con los ojos cerrados, se ve preciosa como siempre. Me levanto con cuidado, pero siento la pequeña mano de Kennedy tomar la mía.
—No te vayas Ethan... —su mirada es tan intensa que logra atraparme por completo—. Te necesito.
Aquellas simples palabras logran derrumbar el muro que acababa de crear y aunque una vocecita en mi cabeza me repite que eso no está bien, que debo de darle su propio espacio, me quedo con ella. La tomo entre mis brazos y dejo que me use de almohada.
Poco a poco su respiración se vuelve más pesada, se ha quedado dormida sobre mi pecho. Acaricio con cuidado su cabello. Pasan los minutos, pasan las horas y ella no se despierta, está muy cansada y parece que su sueño es muy apacible, en cambio yo no puedo dormir.
No puedo dejar de pensar en el infierno que estuvo viviendo todos estos meses, no puedo dejar de culparme por no estar ahí para ella, no puedo dejar de admirarla por lo valiente que fue hoy y, sobre todo, no puedo dejar de pensar en todo lo que siento por ella.
Evidentemente me atrae, me encanta como ríe, como se mueve, como camina tan segura de sí. Me encanta como se enoja cuando cree que algo no es justo y en estos momentos amo su fortaleza, su valentía. ¿La amo? Aún no quiero pensar en ese sentimiento tan fuerte, tan especial.
Siempre me la he pasado huyendo de eso, confiar en alguien más nunca fue una opción para mí, nunca fue una opción poder ser yo mismo con alguien más, siempre fui receloso del cariño que me profesaban. Supongo que fue mi culpa ser tan receloso de las relaciones, pues con nadie me mostraba tal como era, ellos sólo veían al chico perfecto, al nieto de Byron McLean, un muchacho con un futuro prometedor, un abogado brillante, heredero de los McLean un poco fiestero y agresivo.
Pero el chico vulnerable, el chico que extrañaba a sus padres cada noche, el muchacho que solía visitar cada mes la tumba de sus padres, el que cantaba en la ducha, que se escapaba para pasear por Central Park a tomar un respiro de la vida. El muchacho que tocaba el piano por horas para sentirse más cerca de sí mismo, más cerca de quién era en realidad. A ese chico solamente Kennedy lo conocía.
Kennedy se remueve entre sueños, como si la hubiese invocado con mi pensamiento se aferra más a mí. La miro con detenimiento y acaricio la mejilla en la que aún se aprecia ligeramente un golpe. No quiero pensar más, no quiero seguir con esto al menos no hoy, así que me acerco más a ella y cierro los ojos en un intento de dormir, por hoy lo único que quiero tenerla aquí junto a mí y no pensar en nada más.
Muchas gracias por sus votos y comentarios UuU
Por darle amor a esta historia <3
Y gracias a Homicida-Wolf por el hermoso dibujo UuU
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Por favor, regresa y quédate
RomanceDurante 10 años han vivido juntos, han sido los mejores amigos, cómplices en todo o eso es lo que ambos creían... Cuando Ethan regresa de la universidad siendo un abogado consumado y sobre todo frustrado, descubre que aquella muchacha que era su mej...