Confundida

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El sol sale llevándose con él, la mejor noche de toda mi vida. Escucho suspirar a Ethan, se levanta y me tiende la mano para ayudarme, recogemos nuestras escasas cosas y nos metemos en el auto con pesar, tal como lo prometió me está llevando a casa justo al amanecer.

No decimos nada durante todo el trayecto, sigo pensando en todo lo que me está pasando. Miro a Ethan mientras maneja y un estremecimiento me recorre al recordar sus labios sobre los míos y sus palabras de amor tan intensas. No sé qué voy a hacer con esto ¿qué debería de hacer? No puedo entender por qué después de todo lo que me hizo Arthur aún puedo sentirme así, aún puedo estremecerme con las caricias y besos de Ethan.

Cuando llegamos a casa aún es muy temprano pues Rita aún no ha llegado, así que nos vamos a la cocina, Ethan se prepara su café de siempre y me hace un té a mí, quizá me venga mejor un café pues no hemos dormido nada.

—¿Y bien? —Empieza él sentándose frente a mí y dándole un sorbo a su café—. Te escucho —luce nervioso, yo también estoy hecha un manojo de nervios.

—Yo... —bebo mi té pensando en qué demonios decir—, no sé por dónde empezar —admito—. Todo esto está muy loco ¿no? —Ethan sonríe divertido.

—¿Loco? ¿Por qué? —Me pregunta Ethan aún con su sonrisa ladeada.

—Pues nos besamos... —siento mis mejillas arder y me toco los labios recordando esa agradable experiencia.

—¿Y no te gustó? —No sé si me está molestando o en verdad quiere saber mi respuesta.

—Sí —esto es muy difícil—, y eso es lo que está mal.

—¿Por qué Kennedy? —Ethan parece frustrado—. Te quiero, estoy enamorado de ti desde hace mucho tiempo —cierro los ojos con fuerza ante su confesión, esto no debería de estar pasando.

—Cometes un error —le digo al fin mirándolo con fijeza—. Tú no debes de sentir eso.

—Y tú no puedes ordenarme que sentir. Yo puedo querer a quién quiera y te quiero a ti, sólo a ti —sus palabras son tan vehementes, tan sinceras, pero no puedo dejarme llevar por lo que siento, no puedo ser egoísta con Ethan, él se merece algo mejor.

—Ethan entiende, tú te mereces lo mejor y yo no soy buena —Ethan se levanta exasperado y levanta los brazos para luego dejarlos caer.

—¿Por qué? Porque has estado con muchos hombres, ya te dije que eso no me importa ¡No me importa! —Se acerca a mí y me toma por los hombros—. Tú eres lo que quiero Kenne —mi estúpido corazón late con fuerza y siento miles de mariposas en mi estómago.

—Porque las cosas no van a ser fáciles conmigo —él me suelta y me da mi espacio—. No he tenido recaídas fuertes, pero ¿qué pasará cuando tenga una Ethan? He hecho cosas horribles —lo miro con fijeza, sigue de pie frente a mí—. Me he acostado con tipos que no conozco, he estado tan drogada y ebria que muchas veces no recordaba ni siquiera que había pasado. Mira, eres un buen chico, eres perfecto —sonrío y él niega—, no te mereces una vida de constante preocupación junto a mí —lágrimas comienzan a brotar—, soy un asco de persona y tienes que saberlo.

—¿Me quieres? —Su pregunta me toma desprevenida, se acerca hasta mí y se hinca.

—¿Qué? —Es lo único que puedo decir.

—Te pregunte si me querías, sé honesta, yo he sido honesto contigo —Ethan me limpia una lágrima con cariño. Es cierto él ha sido sincero conmigo.

—Sí, te quiero como tú a mí —respondo y un alivio me recorre al decir aquellas palabras prohibidas para mí.

—Eso es lo único que me importa Kenne —se levanta y me da un suave beso en los labios—. No me importa lo demás, sé que las cosas no van a ser fáciles, sería un estúpido si creyera eso. No puedes elegir por mí Kenne, así como yo no te puedo obligar a nada. No soy perfecto nadie lo es dulzura y quiero estar contigo.

Miro a Ethan, en sus oscuros ojos sólo hay amor, anhelo y esperanza. No me está juzgando, no me está mirando con asco. Dios no sé qué hacer, estoy muy confundida, me muero de ganas por besarlo, estar con él y empezar algo con él, pero aún no he arreglado nada en mi vida, ni siquiera sabe de Arthur ¿Cómo reaccionara cuando lo sepa?

—No tienes que decirme nada. —Interrumpe mis pensamientos, está sonriéndome con dulzura y eso solamente hace que me quiera lanzar a sus brazos—. Sé que es difícil, pero cuando estés lista aquí estaré siempre y sea cual sea tu decisión, como te dije ayer, me quedaré contigo hasta que tú quieras o hasta que yo me muera, lo que pase primero.

Ethan está sonriéndome de una manera tranquilizadora, le agradezco mucho que me dé todo el tiempo que necesito. La puerta se abre con sigilo y sonreímos, en esta casa siempre nos interrumpe alguien. Rita entra y se sorprende de vernos despiertos y cambiados.

—Han madrugado, niños —nos besa y Ethan y yo nos miramos como cómplices—, iré a preparar el desayuno.

La mañana se va volando, duermo un rato antes de ir a mi terapia, tomo los análisis con cuidado y los meto en mi bolso. Hoy me dicen si la droga me dejo algún daño y si tengo alguna otra cosa, por eso Hill necesitaba mis estudios para compararlos. Dios esto será difícil.

Ethan me lleva hasta el hospital, no puede quedarse conmigo, pero volverá por mí. Irá a hablar con James para que le den por lo menos una semana libre y de paso echará a su secretaria si es que aún no se ha ido.

—Ve con calma, estaré bien —le sonrío y él se despide de mí con un beso en la mejilla.

—Vayamos por unos hot dogs saliendo, muero por unos —asiento y le sonrío—. Nos vemos señorita Collingwood.

Arranca el auto y lo veo hasta que desaparece. Respiro profundamente y entro al hospital, la recepcionista me sonríe, es una mujer muy amable de unos treinta años, su piel es oscura y su cabello rizado, es preciosa.

—¿Cómo estás hoy Kennedy? —Me pregunta amablemente—. La doctora Hill ya te está esperando.

—Gracias Lucy, nos vemos después.

Camino con presura hasta el consultorio de Hill, ella está viendo algo en su ordenador y me sonríe en cuanto entro.

—Kennedy, pasa ¿Trajiste lo que te pedí o debo de llamar a cada hospital de Manhattan? —Me dice entre sería y divertida, pero yo empiezo a temblar sin control, una crisis está por venir lo sé, el aire me está faltando—. Kennedy, tranquila —la doctora toma su teléfono y llama a alguien.

En unos segundos llega mi terapeuta la doctora Mónica Clark a quién le he contado ya algunas cosas sobre mi vida. Entre las dos intentan calmarme, abrazo con más fuerza mi bolso en el que están mis estudios y me suelto a llorar.

—Tranquila cariño —me dice con su voz maternal Mónica—. Estás bien, estás a salvo.

—No puedo —digo con mi voz temblorosa por el llanto—, no puedo.

—¿Qué es lo que no puedes linda? —Está vez habla Hill.

Con mano temblorosa saco el sobre que me entregaron en el hospital, en el que se puede leer que fui abusada sexualmente y todo lo que ocurrió aquella noche. Se lo doy a la doctora Hill mientras mi terapeuta me abraza y me repite que todo estará bien. La doctora Hill los lee y los regresa a su escritorio.

—Te violaron.

En cuanto dice eso me suelto a llorar y niego con la cabeza. Pienso muchas cosas, siento mucho enojo, mucha tristeza y vergüenza, ese maldito de Arthur sigue arruinándome la vida, sigue haciéndome sentir como una basura, aunque ya no lo vea, ese maldito es quién me impide estar con Ethan.

Me levanto y grito, quiero quebrarlo todo, quiero arruinar su vida como él lo hizo con la mía. Hill me inyecta algo, mientras Mónica me sostiene, poco a poco me empiezo a sentir más tranquila, pero eso no me ayuda a dejar de pensar en ese maldito bastardo. Mientras las doctoras me calman, un solo pensamiento ocupa mi cabeza, Arthur va a pagar por todo lo que me hizo.

Por favor, regresa y quédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora