Un demonio llamado Camile

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Despierto con una suave música de piano, es una melodía muy bella no me levanto de la cama para seguir escuchándola en la soledad y por alguna razón lágrimas empiezan a caer por mis mejillas, la melancolía se apodera de mí y sólo desaparece hasta que la música cesa. Ethan tiene un don hermoso, siempre logra sumergirte en su mundo de música cargada de bellos y frágiles sentimientos que perduran mientras está tocando y se desvanecen con la abrumadora realidad que te golpea cuando su música termina.

Me lavo la cara no deseo que Ethan me encuentre llorando. Voy hasta el estudio de música que el abuelo ya tenía antes de mi llegada, lo había instalado para Ethan y su madre. En el estudio hay por lo menos cinco violines todos míos, hay dos guitarras, una de ellas eléctrica tanto Ethan como yo sabemos tocarla, pero lo más bello del estudio sin duda alguna es el piano de cola negro en el cual está sentado Ethan.

Ethan me sonríe en cuanto me ve entrar aún lleva puestos sus viejos pants negros con los que suele dormir y una camiseta de deportes gris. Me siento junto a él sin decir palabra alguna, él empieza de nuevo la melodía y cierro los ojos dejándome llevar por la música. Puedo ver mi casa en México, a mis padres y mis hermanos jugando todos en el jardín, puedo sentir la fresca brisa y los rayos del sol en mi rostro y una paz inmensa se apodera de mí.

Ignoro las lágrimas calientes que bajan por mis mejillas no deseo que nada interrumpa este momento. Incluso cuando la música cesa no deseo abrir los ojos, no deseo volver a la realidad horrible en la que ahora estoy metida. Ethan me abraza, seca mis lágrimas con ternura y susurra lo mucho que me quiere.

―Puedes contarme lo que sea ―me dice hundiendo la cabeza en mis enmarañados cabellos

―Tengo miedo ―abro los ojos y me separo de él.

―¿De qué Kenne? ―Voy a contarle todo, es el momento adecuado tengo que decirle todo, pero entonces Rita entra al estudio

―¿Qué pasa, Rita? ―Dice Ethan frustrado, lo que me hace preguntarme ¿Qué estará pensando él?

―Buscan a Kennedy ―Rita está incomoda, es obvio que algo importante estaba sucediendo y ella lo ha interrumpido.

Dios mío, Camile. Le pedí que me buscase por la tarde y esa maldita se ha aparecido en la mañana, me pongo muy nerviosa y siento como la sangre deja mi cuerpo. Ethan se da cuenta y le dice a Rita que nos deje solos. El corazón se me acelera con tal fuerza que por un instante siento que es lo único que se escucha en la habitación.

―¿Qué pasa Kennedy? ―Esta vez Ethan está poniendo más atención a mis gestos.

―Es sólo por el abuelo, Ethan ―digo sin mirarlo―. Debo de ir seguramente es algo relacionado con la escuela. ―Me levanto rápido lo único que quiero en estos momentos es que Camile se vaya lo más pronto posible.

―Kennedy ―me llama Ethan antes de que salga―. Necesitamos hablar―. No puedo hacer otra cosa más que asentir.

Ethan lo sospecha lo sé, pude verlo en sus ojos ya sabe que algo me está pasando, comienzo a temblar la ansiedad se apodera de mí y dejo de pensar con claridad. En la sala está Camile, tan delgada y alta como siempre, sus cabellos negros están enredados y sus ojos verdes están enrojecidos. Lleva un vestido dorado de lentejuelas y el maquillaje corrido, seguramente viene de una fiesta o de la cama de alguien. Está mirándolo todo, las fotos de Ethan con su abuelo, las fotos que me tomaron cuando llegué con ellos las cuales eran al principio las de una niña de ocho años triste, seria, pero conforme pasó el tiempo reflejaban a una chica feliz y sonriente que amaba su vida.

―Algún día tendrás que contarme como llegaste aquí ―Camile se deja caer en el sofá de piel en el que normalmente se sienta Byron.

―Seguro ―le contesto nerviosa y miro hacia todos lados―. Será mejor que vayamos a mi habitación.

Por favor, regresa y quédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora