Despierta, por favor

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La doctora Hill luce muy cansada, nos explica todo mientras estamos apretujados en su consultorio. Kennedy entro en paro dos veces, tuvo que velarla toda la noche, fue muy grave la sobredosis.

—Hiciste muy bien en mantener la calma, te felicito. Unos minutos más y la estaríamos preparando para enterrarla. —Sus palabras nos estremecen a todos, estuvimos muy cerca de perderla—. Lamentablemente no sé qué tanto daño sufrió o cuando va a despertar.

—¿Cómo? —Pregunto aterrado—. ¿Nunca despertará? ¿Tanto consumió? —Hace una mueca al escuchar esto.

—No sé cuándo despertara, pero el pronóstico es bueno, ella estaba llevando una vida muy buena, es joven y fuerte.

—¿Por qué recayó? —Me pregunto en voz alta y Rita toma mi mano, el semblante de Hill cambia por completo, es el reflejo de la seriedad en estos momentos.

—Hay algo que tengo que decirles —mi corazón se acelera—. Kennedy nunca ingería la droga, ella la inhalaba ese era su modo, inhalarla. Y ella no inhaló está droga...

—Se la dieron —concluyo y Hill asiente. Tengo deseos de ir a matar a Camile.

—Además está muy golpeada, quizá no lo viste por el trauma que tuviste que pasar, pero tiene varios golpes en el cuerpo y el rostro, al parecer luchó no lo sé —añade frustrada—. Pero no podemos saber nada hasta que despierte.

Quiero asesinar a Camile, una rabia me invade, Kennedy no recayó, esa maldita Camile quiere arruinarle su vida a toda costa. La rabia me nubla la vista, sería capaz de tomar el maldito revolver e ir por ella, pero entonces pienso en Kennedy, está viva y necesito verla, necesito verla con vida para convencerme, poco a poco me tranquilizo, ya habrá tiempo para refundir a Camile en la cárcel.

—¿Podemos verla? —Hill mira mejor mi aspecto y al juzgar por su mirada compasiva este debe de ser penoso y horrible.

—Ethan creo que debes de ir a descansar —niego con la cabeza.

—Sí, ve Ethan —me dice Pierce—, aunque sea a darte un baño y a comer algo. Winston está solo, necesita que alguien se ocupe de él. Nosotros cuidaremos bien de ella, ella es como mi hermana. Confía en mí —no es que no confíe en él, en ellos, es sólo que necesito verla para aliviar el peso de mi corazón.

—Solamente quiero verla unos momentos, para poder irme tranquilo —prácticamente les estoy suplicando. Hill niega con la cabeza y se soba las sienes.

—Cinco minutos —acepta y le agradezco con el alma.

Me llevan hasta dónde la tienen, tiene un respirador, su rubio cabello está esparcido por toda la almohada. Está muy pálida, lágrimas pugnan por salir de mis ojos, pero no las dejo, no voy a llorar, porque ella no está muerta y cuando despierte tiene que verme ahí con ella, sonriente y saber que la voy a apoyar en todo. Básicamente me arrastran del cuarto de Kennedy. Jane ha traído su carro así que se ofrece a llevarme y acepto.

Un incómodo silencio se instala en el auto, un silencio que ninguno se atreve a romper. Las cosas entre nosotros siguen muy tensas y ni siquiera sé cómo puedo repararlas, supongo que será cuestión de tiempo.

—¿Ethan? —Jane rompe el silencio con timidez. La miro y continúa—. Lamento lo ocurrido, en serio. Hoy mejor que nunca puedo comprender cuanto la amas —no sé qué decirle, pero ella no espera a que diga nada—. Va a estar bien, Kennedy siempre logra lo que se propone —me dice con determinación—. Es una triunfadora.

Llegamos a casa, Winston nos recibe con alegría, pero se queda en la puerta, esperando a su sagrada dueña. Le acaricio la cabeza con ternura, el portero acomodó mis muebles y paseó a Winston en la mañana, creo que se siente culpable por lo que ocurrió aquí. Suspiro con pesadez tengo que pedir las grabaciones, pero no ahora, ahora necesito volver con Kennedy.

Por favor, regresa y quédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora