Mereces lo mejor

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Ethan y yo volvemos a casa, aquella noche no dormimos hasta bien entrada la madrugada, nos mantenemos despiertos hablando sobre su madre, sobre mis padres, sobre mis cosas favoritas, sobre sus cosas favoritas, sobre nuestros sueños y metas.

—Cuéntame de tus padres —se acurruca más junto a mí y me sonríe, me encanta verlo tranquilo, relajado.

—Mi padre John es muy tranquilo, tiene un alma amable —casi no me gusta hablar de ellos, pero con Ethan puedo hacerlo—, y solía jugar con nosotros todas las noches al volver de trabajo y mi madre es terriblemente caótica y la veía muy poco —él se ríe.

—Tú eres caótica, floja e impuntual. —Me dice burlón.

—Es hereditario —le sigo la broma, pocas veces hablo de mi familia, pero hoy es un día especial—. Una vez se fue sin nosotros a la escuela, nos arregló y luego se subió a la camioneta sin nosotros.

—Estás bromeando ¿no? —Niego con la cabeza.

—Ah y de nada le servía que tres de sus hijas fueran las únicas rubias en toda la escuela, jamás podía encontrarnos. Solía confundirse con todo, pero al menos era cariñosa o eso recuerdo —agrego sintiendo aquel dolor terrible en mi corazón—. Muchas veces mis recuerdos son difusos, siento que confundo a mí madre todo el tiempo, estoy segura de que nos quería, pero no estoy tan segura de que nos cuidará del todo bien... —mi voz se quiebra—, no entiendo por qué nos dejaron ir, así sin pelear ¿cómo pueden vivir con eso?

—Quizá no pueden vivir con ello y por eso no los buscan. Deberías de preguntarle al abuelo, quizá él sepa o pueda explicarte —Ethan me seca una lágrima.

—No —niego tajantemente—, él se siente terrible cuando menciono a mis padres, no quiero causarle dolor innecesario, además es mejor para todos estar así. Si él tuviera problemas financieros, estoy segura de que haría lo necesario para mantenernos juntos ¿no? —Ethan no contesta por unos segundos y finalmente suspira.

—No, él jamás nos separaría —admite entre enojado y triste—, pero quizá hubo más en tu historia ¿no crees?

Siempre he pensado que algo más pasó aparte de que quebrara mi papá, pero una parte de mí, aquella que está dañada de por vida, aquella que ha albergado tanto odio durante años se niega a creerlo.

—Fuese lo que fuese, está hecho. Ni siquiera me han hablado en más de cuatro meses —intento que no me duela, pero me es imposible—. De cualquier manera, ellos ya no importan, ustedes son mi familia.

—¿Y tus hermanos? ¿Tampoco importan? —Me callo por unos momentos—. Cuéntame de ellos, nunca me dices nada sobre ellos —aquel terrible dolor vuelve a recorrerme cuando menciona a mis hermanos, pero me animo a hablarle de ellos.

—Regina tiene ya veintiún años y está en Londres, no sé exactamente que estudia y jamás me llama. Gianna tiene veintidós años, los cumplió hace dos semanas, intenté contactarla, pero no pude su educación es tan estricta que no encaja con la vida que llevo aquí o eso me dijo mi mamá la última vez que hablamos, ella vive en Francia. Evangeline tiene diecinueve años está en Italia, ella sí me escribe con frecuencia, desea venir a verme, pero no la dejan venir sola y su tutora nunca encuentra el tiempo, otra excusa barata para alejarla de mí —digo con amargura—. Adrien y Amelie están en España, van a cumplir diecisiete años en algunos meses, tampoco pude contactarlos —suspiro.

«Así qué la única persona que me habla es Eva y estoy segura de qué es porque es muy rebelde, ni siquiera creo que la dejen tener contacto conmigo. Todas las noches pienso en ellos, con cariño, con tristeza, pero sobre todo con angustia, siempre me pregunto en sí estarán bien cuidados, en sí son tan amados como yo.

Por favor, regresa y quédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora