Sueños

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Vuelvo a ser una niña de ocho años, vuelvo a jugar con mis hermanos, vuelvo a reír. Los veo a todos, a mi hermana Regina con su sentido de la responsabilidad, Gianna pintando por doquier, los gemelos Adam y Amelie bailando y riéndose de todo y a Evangeline haciendo todo tipo de travesuras. Vuelvo a sentirme amada, a sentirme feliz. Estamos jugando a las escondidas en nuestro enorme jardín, es mi turno de contar, es mi turno de encontrarlos.

―Noventa y siete, noventa y ocho, noventa y nueve y ¡cien! Listos o no allí voy ―escucho mi voz infantil, me rio divertida y corro a buscar a mis hermanos.

Escucho las risas, los busco por todos lados, pero no puedo encontrarlos y comienzo a desesperarme, algo dentro de mí se agita y la ansiedad se apodera de todo mi ser. Miro mis manos y ya no tengo ocho años vuelvo a tener diecisiete, el jardín está totalmente destruido, la oscuridad lo ha envuelto todo y empiezan los gritos por doquier.

―¡Kennedy! ―La voz desesperada de Regina me llama.

―¿¡Dónde están!? ―Los llamo angustiada, los gritos continúan y corro por todos lados buscándolos.

―¡Kennedy! ¡Ayúdanos! ―Sus voces infantiles taladran mi cabeza.

No puedo encontrarlos, parece que estoy corriendo en círculos, los gritos de mi familia solo aumentan no puedo soportarlos, me tiro en el suelo y lloro, me tapo los oídos y grito. El grito que emana de mí es fuerte, es un grito de auxilio es un grito desesperado. Siento mi espíritu quebrarse otra vez, los estoy perdiendo todo de nuevo, me estoy perdiendo de nuevo y no lo puedo soportar.

El silencio lo invade todo, los gritos cesan junto con los míos me levanto, estoy cubierta de polvo blanco, toco mi nariz y siento la sangre caliente emanando de esta. Me giro a todos lados ya no veo nada más que la oscuridad.

―¿Regina? ¿Amelie? ―Llamo con temor

―Sólo queda una salida ―aquella voz me asusta es muy parecida a la de Camile, pero con un toque sepulcral dentro de toda esta oscuridad.

―¿Camile? ―Pregunto con temor.

―Solo queda una salida ―vuelve a repetirme y siento el latir de mi desbocado corazón―. El sufrimiento se acabará cuando tú seas fuerte y te lances ―Camile aparece y me avienta hacia el vacío de la oscuridad.

Despierto asustada estoy empapada en sudor, me llevo las manos al pecho sintiendo mi corazón latir como loco. Volteo a todos lados me siento observada, me siento insegura, me siento rota, empiezo a sollozar. A pesar de que solo fue un sueño, el sentimiento de pérdida sigue sintiéndose tan real como hace diez años.

No puedo controlar mis temblores, no puedo controlar mis desbocados pensamientos, pensamientos de muerte, pensamientos aterradores, pensamientos melancólicos cruzan mi cabeza en un segundo todos al mismo tiempo. Y todos estos pensamientos tienen un solo final, mi droga.

Intento resistirme, intento no sacar la llave de su escondite, resisto lo más que puedo, sin embargo, la necesidad es más grande necesito mi droga. Han pasado siete días desde que intenté dejarla desde que sangré y desde que encontré una nueva amiga. Quiero ser fuerte, intento ser fuerte lo juro por mí vida, pero no puedo y fallo. En un instante me encuentro en mi baño inhalando las líneas y sintiéndome mejor sintiéndome aliviada, sintiéndome feliz, no hay más perdida, no más soledad ahora sólo puedo elevarme y reír.

Cuando el efecto pasa, las náuseas acuden a mí y empiezo a vomitar otra vez, cada día pierdo más peso, cada día como menos. Me limpio bien cuando todo termina y vuelvo a acostarme son tan sólo las tres de la mañana. Ya no vuelvo a dormir continúo despierta pensando en qué haré, ya es evidente mi falta de peso, Ethan ha intentado hablar conmigo toda la semana, pero yo me he refugiado en casa de Jane, quién también se ha dado cuenta de mi mala salud y me ha insistido en asistir al médico.

Por favor, regresa y quédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora