El correr del tiempo

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Salimos para el conservatorio y en el camino mi abuelo y Rita, nos preguntan por nuestra salida. Y les contamos todo excepto la parte en la que profanamos el auto de Kennedy. Ella se ríe por lo bajo y mi abuelo nos habla sobre los peligros de Nueva York y de estar solos en la playa.

Llegamos al conservatorio en el que Pierce y Jane están con sus respectivas familias. Jane viene con su madre, su padrastro y su abuela, los saludamos con cariño, es la primera vez que vemos a la madre de Jane, tiene los mismos ojos esmeraldas que ella y nos enteramos de que es doctora, su abuela en cambio es una mujer de ojos caobas. Su padrastro es un hombre alto, de barba canosa y ojos avellanas.

Después de las presentaciones y una breve charla, los dejamos a todos para que busquen sus lugares y nos vamos con nuestros compañeros. Kennedy trae un vestido rojo muy navideño y yo traigo una corbata a juego. Ella se retuerce las manos en su característico gesto nervioso mientras esperamos nuestro turno.

—Lo haremos estupendo porque somos maravillosos —dice el siempre confiado Jimmy. Nos reímos y el ambiente se relaja un poco con sus incesantes bromas.

Cuando escuchamos los aplausos que marcan el fin de la canción de Sophie, Kennedy me voltea a ver nerviosa, yo también estoy muy nervioso y aterrado, pero lo disimulo, le sonrío y nos abrazamos antes de entrar al escenario.

—Bueno, rómpanse una pierna amigos —Jimmy entra primero y nosotros tras él.

—Te amo dulzura.

—Y yo te amo a ti Et.

Vamos a nuestros puestos y localizamos con la mirada a nuestra familia, en cuanto Pierce nota que lo estamos viendo levanta un cartel con la leyenda «Go Kenne y Ethan». Veo como Kennedy se ríe disimuladamente y cuando nos dan la señal para tocar todos los nervios y el temor que sentía se esfuman.

Me siento frente al piano y empiezo a tocar olvidándome de todo lo demás, está canción es de mis favoritas. Es una canción cargada de todo tipo de sentimientos, está la melancolía con la que recordamos y la tristeza que nos consume si no salimos de ella a tiempo. Está la tranquilidad con la que aceptamos las cosas y luego la canción se torna intensa, apasionante como la misma vida.

En cierta manera esta canción me recuerda a todo lo que he vivido con Kennedy estos últimos meses todas esas tristezas, toda esa melancolía por el pasado, la tranquilidad con la que avanzamos y finalmente todo el torbellino de emociones y de amor en el que estamos ahora.

Toco dejándome llevar, toco olvidándome de todos. Ahora sólo estoy yo intentando transmitir a través de la música todo lo que siento, todo lo que soy. Escucho a Kennedy tocar su violín, mientras yo suelo tocar con delicadeza, con tranquilidad, ella siempre toca con la misma pasión e intensidad con la que vive, porque todo su ser, toda ella es fuego, es un fuego que termina por abrazarte y consumirte en una danza interminable de caos y pasión. Así es mi Kennedy es caos, es perfección en la imperfección, es el fuego del invierno y ¿quién soy yo para apagar ese fuego? ¿Para luchar contra ese caos?

Los aplausos me regresan a la realidad, la canción ya ha terminado y ni siquiera me percato de que he dejado de tocar. Me levanto del bello piano y le agradecemos al público con una reverencia. Mientras miro a Kennedy sonreír y agradecer entiendo y acepto con tristeza que Kenne debe de dar ese paso en su vida. Ella tiene que cerrar con todo ese dolor para que siga siendo esa chica caótica y hermosa de la que me enamoré.

Salimos de ahí a cenar y después de celebrar con nuestros amigos vamos a casa, Kennedy y yo tocamos un buen rato juntos mientras mi abuelo y Winston, fungen de público. Durante toda la noche me la paso mirando a Kenne en intento inútil de memorizar su rostro. Ella empieza a tocar su violín con verdadero ahínco y decido que es mejor unirme a mi abuelo y Winston.

Por favor, regresa y quédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora