La fogata

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El juez nos recibe, leo en su placa L. White. Es un hombre viejo con el pelo cano, me recuerda mucho a mi abuelo. Nos hace sentarnos frente a su escritorio y nos mira con lentitud, una sonrisa leve se posa en sus labios, suspira y se dirige a nosotros.

—¿Señoritas?

—Kennedy Collingwood, señor y ella es Jane Murray.

—¿Es usted la protegida de Byron McLean? –Me pregunta el juez con su mirada caoba penetrante y asiento—. Supongo que Ethan las ha llamado para salir de esto, llame a su casa, pero sólo estaba la muchacha de la limpieza —empieza, pero lo interrumpo.

—No señor, él no quería que viniéramos —el juez niega con la cabeza y sonríe.

—Es un muchacho muy testarudo —sí lo sabré yo, quiero decirle, pero me callo.

—Señor ¿Qué ha hecho Ethan? —Inquiere Jane con una genuina preocupación—. Pagaremos la multa, pero queremos que salga por favor. —Frunzo el ceño, Jane se está tomando demasiadas atribuciones hoy, Ethan es mi familia y yo debería de estar resolviendo esto.

—El señor McLean ha perdido el caso. —Dice al fin.

—Eso no es posible —decimos ambas al mismo tiempo.

—En la vida se suele perder, señoritas y hoy le ha tocado a Ethan, ha reaccionado de una manera espantosa y lo he mandado a encerrar —no puedo creer que Ethan haya perdido, algo no está bien, se mató por ese caso, no tenía dudas—. Lo único que debe de hacer es disculparse y lo dejare ir.

—Se lo diremos señor —el juez le sonríe a Jane, pero yo no estoy de acuerdo con esto.

—Perdón —los interrumpo—, pero ¿por qué perdió Ethan y por qué debe de disculparse por eso?

—El jurado encontró inocente al acusado, señorita Kennedy. —Me dice con una sonrisa petulante.

—No soy idiota —el juez borra su estúpida sonrisa—, eso lo sé, pero ¿qué pasó? ¿Hizo un mal trabajo?

—Señorita, Ethan no revisó las pruebas lo suficiente, ni los testimonios y eso lo afecto. —El juez White me está haciendo perder la paciencia.

—¡Eso no es posible! —No sé si es porque llevo sin consumir casi dos semanas o porque realmente estoy molesta, pero últimamente me altero más de lo normal.

—Kennedy cálmate —Jane me toma del brazo, pero me zafo de su agarre y me levanto.

—¡No! ¡No me voy a calmar porque Ethan hizo lo mejor y ahora está encerrado! Seguramente les dijo algo que los molesto, una verdad incómoda ¿no? —El juez está cada vez más rojo—. No le diré que se disculpe, es más, lo voy a instar a que se lo repita.

—¡Señorita Collinwgood! —Se levanta y golpea la mesa.

—¡Señor! ¡Enciérreme si quiere con él! Pero si Ethan no se ha disculpado es porque no quiere hacerlo y yo no voy a obligarle. —Jane me mira con asombro y el juez White se sienta otra vez, niega con la cabeza y sonríe.

—El entusiasmo de los jóvenes por justicia es abrumador —me mira de una forma que no sé interpretar—, con el tiempo uno lo olvida. Si Ethan quiere seguir este camino es algo que debe de aprender, señorita Kennedy, la justicia no está a nuestra disposición, no porque tengamos todo vamos a ganar. Hoy Ethan perdió y juro que nunca vi a un abogado defender con tanta pasión un caso, pero debe de aprender a perder. Hágaselo saber.

—Lo haré señor juez, gracias —un policía entra y nos hace salir del despacho, nos sonríe. Jane está muy pensativa no me ha vuelto a hablar.

Por favor, regresa y quédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora