Jane

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Kennedy se ha quedado profundamente dormida, así que con mucho cuidado para no despertarla la tomo en mis brazos, la subo a su habitación y la dejo en su cama. La miro con detenimiento, el golpe de su rostro es espantoso, parte de su mejilla aún está hinchada y su labio está morado, desvío la mirada con rapidez, soy incapaz de mirarla así, herida y tan frágil. Me duele en el alma verla sedada, intranquila, me duele en el alma que no deseé que me acerque a ella porque es como si me estuviera culpando de todo lo malo que le ha pasado y quizá sí sea mi culpa todo esto.

Le doy un suave beso en la frente antes de salir de su habitación, en la sala la amiga de Kennedy está hablando con mi abuelo, él no deja de interrogarla. La pobre chica está muy nerviosa, es incapaz de mirarlo a los ojos y no deja de titubear.

―No sé bien que ocurrió señor McLean ―dice retorciéndose las manos y con la mirada gacha―, Kennedy me habló y la encontré así. Luego fuimos al hospital.

―¿A qué hospital? ―La joven se pone pálida al escuchar la pregunta severa de mi abuelo.

―No puedo recordar el nombre...

―Déjala abuelo ―me acerco hasta ellos y la chica me mira con alivio―, ha sido una noche difícil para ella. Nos ha traído a Kennedy a salvo y eso es lo que importa.

Mi abuelo me mira, se ve más cansado, parece que ha envejecido diez años en estos minutos. No quiero que se ponga mal y es por eso que a pesar de que sé que la chica está mintiendo, que está ocultando algo no digo nada, por el bienestar de mi abuelo.

―Debería de descansar señor McLean ―le dice la chica―. Ha sido una noche larga.

―No, debo de cuidar a Kennedy ―la mirada de mi abuelo se empaña ligeramente―. ¿Sabes Jane? ―Genial ahora sé que está chica es la nueva amiga de Kennedy―, yo la sostuve en mis brazos pocas horas después de que naciera ―lo dejo hablar, eso le hará bien―, era tan pequeña, podía sostenerla con una sola mano. Y ella me miraba con sus azules ojos, llenos de curiosidad, llenos de vida ―Jane se sienta junto a él, parece una buena chica―, le tomé tanto cariño que decidí apadrinarla, la quiero como a una hija que si algo le pasara jamás me lo podría perdonar...

Mi abuelo se quiebra, sé cuánto ama a Kennedy, sé cuánto le recuerda a su primera hija la cual tuvo la desgracia de morir muy joven en un accidente vial, dejando a mi padre como hijo único y a mi abuela sumida en una pena tan profunda que la pobre no tardo en seguir a su hija. La vida de mi abuelo no ha sido fácil prácticamente perdió a toda su familia y no puede perdonarse eso, no puede perdonar que a pesar de tenerlo todo no pudo salvar a mi padre y a mi madre, no pudo salvar a mi abuela, ni a su pequeña hija.

―Por eso debe de descansar señor McLean ―contesta con voz suave Jane y toma la mano de mi abuelo―. Kennedy ha pasado por un trauma y necesita que su abuelo esté fuerte y entero para ella. No creo que le haga mucha gracia saber que usted no ha dormido nada ―sonríe con cariño.

―Tiene razón Jane, abuelo. Además, viajarás en unas pocas horas ―le recuerdo.

―No iré a ningún lado Ethan, hasta que mi pequeña esté mejor. ―Dice tan testarudo como siempre.

―Aun así, deberías de descansar, yo cuidaré de ella y prometo despertarte si algo ocurre ―él enarca su poblada ceja.

Me acerco a él y le pongo una mano en la espalda, él me mira y yo le sonrío en un intento de tranquilizarlo, mi abuelo se da por vencido, se ve muy cansado, pasa su mano por su cabello casi plateado salvo por unos mechones oscuros que están a la altura de sus sienes.

―Tienen razón, no queremos correr al hospital por culpa de este anciano imprudente ―Jane asiente y yo le doy un abrazo a mi abuelo.

Mi abuelo se encamina a su habitación, me quedo mirando fijamente su bata azul marino y pienso en él, en la carga emocional que tiene, en la carga de trabajo, la carga de trabajo que yo puedo y debo de aminorar. Cuando escucho su puerta cerrarse, me dejo caer pesadamente en el sillón en el que antes estaba él, me duele el cuello y la cabeza.

Por favor, regresa y quédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora