Kennedy está muy tranquila, incluso cuando aparece la doctora Clark, una mujer de mediana edad con el cabello de un color mantequilla y unas gafas a media nariz. Nos recibe muy bien, no ve mal a Kennedy. Creo que eso la está ayudando mucho, el sentirse en confianza y no ser juzgada por las decisiones que ha tomado.
—Lo adecuado será seguir una terapia cognitiva-conductual —dice la doctora cuando termina de interrogar a Kennedy—. Trabajaremos juntas para tomar conciencia de pensamientos negativos y esperemos que con esto puedas lograr identificar las situaciones que te llevan a consumir cocaína y así poder evitarlas.
—¿No es necesario que me internen? —Inquiere Kennedy con un latente miedo.
–No, internarte puede resultar bastante agresivo. Y tampoco quiero medicarte, sé que puedes salir de esto. —Kennedy sonríe como hace tanto tiempo no lo hacía—. Claro que debo de advertirles —la sonrisa de Kennedy se borra, tomo su mano y ella me mira asustada—, que el proceso de abstinencia será difícil. Habrá crisis que serán frecuentes y eso no significa un retroceso.
—¿Qué podemos hacer para superar esas crisis? —Kennedy me mira con asombro y la doctora sonríe.
—Tienes una gran red de apoyo, linda —Kennedy se sonroja y asiente tímidamente—. Pueden hacer actividades que le gusten a ella, que la hagan feliz eso sería una manera de «reemplazar» el falso bienestar que te produce la droga.
—Anotado —escribo en mi teléfono todas las recomendaciones de las doctoras.
—¿Alguna otra recomendación? —Pregunta Kennedy.
—Por ahora, acude a tus citas —le dice con seriedad la doctora y Kenne asiente.
—Muchas gracias —decimos al unísono y salimos de ahí.
El atardecer está precioso. Kennedy está tranquila y eso hace que me sienta mejor, menos culpable. Siempre quiero verla así, tranquila y feliz quiero que me tenga confianza, quiero que me cuente sus secretos, sus alegrías y sus penas, como antaño.
—Kennedy —le digo cuando subimos al auto.
—¿Qué pasa Ethan? —Mi teléfono suena y me maldigo interiormente—. Contesta —me dice Kennedy con una media sonrisa.
—Habla McLean —digo cortante.
—Señor McLean —es Sarah, mi secretaria, voy a reprenderla, pero se me adelanta—, el señor Martin lo está buscando.
—Le dije que me tomaría el día Sarah y que no quería que nadie me molestara —Kennedy me mira atónita. En la oficina debo de ser otro, debo de ser más serio e imponer el orden y aunque muchas veces eso termina hastiándome, no me queda otra opción, ahora entiendo porque mi abuelo es una persona tan seria.
—Es que...
—Dame eso —escucho la voz furibunda de Martin—. McLean ¿Dónde diablos estás? Tenemos que revisar las pruebas de ese maldito caso que te empeñaste en tomar.
—Tengo asuntos, Jones. ¿No lo puedes hacer sin mí? Llevas muchos más años en esto, que yo —escucho su respiración entrecortada por la ira.
—¡Ven aquí o llamo a Byron! —Grita furibundo.
Maldito me tiene, si llama a mi abuelo estaré en problemas y será difícil ocultarle lo de Kennedy. Aunque no lo deseé, tendré que ir, si mi abuelo se entera justo ahora de lo de Kennedy, podría hacerle daño, la última vez lo vi envejecer diez años en una noche, también es mi deber cuidar de él.
—De acuerdo, estaré ahí —cuelgo la llamada antes de seguir escuchando tonterías.
—¿Todo bien? —Me pregunta con timidez Kennedy.
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Por favor, regresa y quédate
RomanceDurante 10 años han vivido juntos, han sido los mejores amigos, cómplices en todo o eso es lo que ambos creían... Cuando Ethan regresa de la universidad siendo un abogado consumado y sobre todo frustrado, descubre que aquella muchacha que era su mej...