Crisis y frustraciones

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La vida con Winston era mucho más llevadera, gracias a él ya no me sentía tan sola como antes. Por las mañanas Ethan, Winston y yo salíamos a correr por Central Park y durante las tardes en las que no tenía música, lo llevaba a Central Park para jugar con él y entrenarlo. A veces Jane solía acompañarme, pero nunca se quedaba lo suficiente, siempre se iba corriendo y su comportamiento me tenía realmente intrigada.

—Winston está creciendo muy rápido —Jane lo acaricia con ternura y sonrío. Winston lleva ya tres semanas conmigo y al parecer será un perro grande.

—Sí, será un gigantón —me agacho para acariciar a Winston y colocarle la correa, es hora de volver a casa, el viento está muy frío hoy y Rita se enoja cuando salimos sin suéter y no volvemos antes de que refresque la tarde.

—¿Ya le has dicho a tu abuelo sobre él? —Jane está revisando su teléfono y escribiendo con una sonrisa boba en el rostro.

—No, Ethan y yo queremos esperar a que regrese, tenemos mucho que contarle...

Ethan ha sido realmente maravilloso conmigo durante este último mes, no me ha presionado para nada y cuando las crisis por la abstinencia llegan siempre está ahí conmigo, sosteniendo mi mano y prometiéndome que pronto va a pasar todo. En nuestra relación al menos físicamente no hemos avanzado mucho, no hemos ido más allá de besarnos, a veces quiero más de él, pero el maldito recuerdo de Arthur me invade siempre que pienso en tener algo más.

—¿Kennedy? —Jane me regresa al mundo, ya no tiene su teléfono con ella, pero luce bastante seria.

—¿Qué pasa Jane? ¿Qué me decías?

—Te pregunté sobre las cosas que tenían que contarle a tu abuelo.

Jane me sonríe y toma a Winston. Sonrío al ver a mi perro con Jane, la adora al igual que yo. Estas semanas no he sido sincera con Jane, no le he contado sobre Ethan y eso me hace sentir como una pésima amiga, ella me ha estado ayudando con todo este proceso, ha estado presente en muchos momentos de mi vida, en muchas crisis y no estoy siendo sincera con ella.

—Bueno... —empiezo y siento mis mejillas arder—. Ethan y yo... —la cara de Jane cambia drásticamente, su sonrisa se borra y frunce ligeramente el ceño.

—¿Qué pasa contigo y Ethan? —A pesar de que intenta sonar cordial no puedo evitar sentir cierta asperidad en sus palabras.

—Estamos en algo —suelto al fin. No sé cómo interpretar a Jane, luce un poco molesta y desilusionada y eso me hace sentir todavía peor, seguramente está enojada porque no le he contado nada—. No te enojes, no quise contarte nada porque al inicio ni yo misma sabía qué pasaría, pero en estas semanas...

—¡Semanas! —Me entrega la correa de Winston y empieza a caminar furiosa.

—¡Jane! —La alcanzo y tomo su brazo—. No debí de ocultarte esto, perdóname... —Jane me mira con lágrimas en los ojos y la abrazo. Me siento como la peor amiga del mundo—. Lo lamento tanto, no quise ocultarte algo así. Es sólo que mi terapeuta me dijo que lo tomara con calma y eso fue lo que hice por eso no le vi sentido a decirte nada aún.

—No me pidas perdón —Jane se separa de mí y se limpia las lágrimas—. Estoy siendo muy exagerada con todo esto. Tienes razón y es maravilloso que te estés tomando las cosas con calma —se sienta en una banca y la imito, me sonríe, pero es una sonrisa carente de alegría las conozco bien—. Anda ya, quita esa cara de arrepentida ¿vale? Y mejor cuéntame todo eso.

Empiezo a contarle algunas cosas, omito la parte en la que empezamos a dormir juntos eso es sólo nuestro. Le cuento aquella vez en la playa, le digo cómo me hacen sentir sus besos y sus caricias, pero entonces las palabras dejan de brotar y el recuerdo de Arthur vuelve a invadirme.

Por favor, regresa y quédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora