Familia

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Cuando Rita llegó y se enteró de lo que le había ocurrido a Kennedy fue corriendo de inmediato a verla. Kennedy parecía una muñeca en los brazos de Rita, se dejaba abrazar y se limitaba a dar monosílabos a las preguntas de nuestra nana.

Jane salió de la habitación de Kennedy evidentemente frustrada, pequeñas lágrimas pugnaban por salir de sus ojos, pero cuando la miré fingió bostezar y se limpió los ojos. Algo más había en toda esta historia y necesitaba saberlo, quería de regreso a aquella Kennedy que podía reír con franqueza y que me contaba todo, quería de regreso a aquella bella mujer que encontraba placer mirando solamente las estrellas o sentada bajo los rayos del sol y disfrutaba de la brisa cerrando los ojos.

Necesitaba que esos ojos azules me volvieran a mirar con amor, con confianza, simplemente la necesitaba a ella y su falta me estaba destrozando el alma, su falta me dejaba perdido, me hacía vulnerable. Antes de que Jane se cambiara y se fuera, la detuve para hablar con ella, Kennedy estaba en la cocina con Rita ayudándole a cocinar y mi abuelo estaba en su estudio, haciendo llamadas para poder postergar su viaje un poco, así que nadie escucharía nuestra conversación.

―Jane ―le dije antes de que fuera a la cocina para despedirse de Kennedy.

―¿Ethan? ―Me sonríe amigablemente.

―Sé que algo tiene Kennedy ―Jane intenta negarlo y la detengo―, no tienes que decirme si no quieres, pero me gustaría que ella supiera que sin importar nada yo siempre la voy a proteger y a querer ―los ojos esmeraldas de Jane se empañan ligeramente y luego en un arranque impulsivo e inesperado me abraza.

No sé cómo responder a su abrazo, casi no tengo experiencia en estos ramos, tuve amores ocasionales en la búsqueda de intentar mantener mis sentimientos sólo para mí. Las mujeres solían decepcionarse de mí al comprobar con verdadera frustración que mis intenciones no eran ir más allá de un noviazgo de colegiales o yo solía decepcionarme de ellas al comprobar que lo que amaban de mí era mi apellido y mi bonito auto.

―¡Ethan! ―Escucho el grito alarmado de Rita y suelto a Jane para correr a la cocina.

En la cocina Kennedy está hecha un ovillo llorando y tapándose la cara con las manos, Rita intenta calmarla, intenta abrazarla, pero Kennedy no responde. Me acerco a ella y le quito las manos de la cara, tiene la misma mirada aterrorizada de aquel día en el que la perdí saliendo del conservatorio de música.

―Tranquila Kennedy ―tomo su cara entre mis manos y la obligo a mirarme―, está bien cariño, estamos juntos, nada va a pasarte.

―Tengo miedo Ethan ―me dice y se echa a mis brazos como una niña pequeña. La abrazo con mucho cariño, muy fuerte para que entienda que nada malo va a ocurrirle, que siempre estaré para ella.

Poco a poco Kenne se calma, se suelta de mi abrazo e intenta sonreír, pero en eso se queda, en un intento. La ayudo a levantarse y su mirada se dirige a la puerta donde Jane está viéndola con perspicacia, al parecer Jane también ignora mucho sobre ella y eso me hace preguntarme otra vez, como todos los días ¿Qué me esconde Kennedy?

―Estoy cansada ―nos dice a manera de disculpa―, Jane muchas gracias por todo –abraza a su amiga con mucho cariño, en verdad está agradecida.

―Nos veremos el lunes ―dice Jane con una sonrisa―, pero no dejes de mensajearme.

Es cierto había olvidado que el verano está por terminar y Kennedy debe de regresar a la escuela. Kenne se pone pálida y solamente asiente, luego se da la vuelta evitando mirarnos a todos, sube las escaleras con calma y escuchamos la puerta de su cuarto cerrarse.

Rita, Jane y yo nos miramos entre sí, todos tenemos nuestras dudas, todos queremos saber que le ocurre a Kennedy. Y con eso en mente se me ocurre que debemos de dejar de indagar nosotros solos y convertirnos en un equipo.

Por favor, regresa y quédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora