Mi primera cita

54 9 8
                                    

Han pasado dos días desde que envíe los citatorios falsos, la página desapareció el mismo día que los envíe y eso me hizo sentir como una vencedora. Al menos había ganado una batalla antes de declarar formalmente la guerra.

—Tierra a Kennedy —Ethan me llama y me sonríe—. ¿En qué tanto piensas?

—En Jane —es una verdad a medias, en realidad estaba pensando en la cara de Arthur y Camile al recibir sus citatorios—. Hicimos las paces.

—Eso es maravilloso —agrega con una sonrisa que inmediatamente se borra—, y supongo que no desea verme —enrollo mi tenedor en la deliciosa pasta que nos ha dejado Rita.

—Supones bien —le enseño la lengua antes de meterme el tenedor—. Eres un rompecorazones, aprende a vivir con eso. —Ethan se ríe.

—El abuelo me habló —se oscurece su mirada, pero me sonríe para calmarme—. Vuelve en dos semanas, estará aquí para acción de gracias.

—¡Eso es maravilloso! ¿Estás enojado con él? —Ethan vacila un poco, pero al final me responde.

—Sí, un poco molesto, nos abandonó mucho tiempo —por alguna razón siento que no está siendo enteramente honesto conmigo, pero desecho el pensamiento quizá sólo me siento así porqué yo también le oculto cosas.

—Hace su mejor esfuerzo, pero me gustaría que ya se retirara. Que disfrute del fruto de su trabajo, que viaje, quizá hasta puede volver a enamorarse —le digo juguetona—, tener una abuela amorosa por la casa no nos vendría mal.

—También me gustaría verlo feliz —admite con sinceridad—. Pero estaba pensando... —Ethan hace una pausa dramática y me impacienta.

—¡¿Qué?! —Grito desesperada y él se ríe.

—¿Cómo le diremos todo lo qué ha pasado? —Dejo caer el tenedor y Ethan lo levanta y me pasa uno limpio—. Tenemos que contarle Kenne, Rita ha sido muy considerada y se ha estado jugando todo al ocultarle algo como esto y siendo sinceros he estado empezando a ver lugares para mudarme.

—¿Por qué? —El solo hecho de pensar que se ira me pone mal.

—Porque quizá me eché de casa cuando sepa que somos pareja —al mirar la cara de remordimiento de Ethan no puedo evitar soltar una carcajada—. ¿De qué te ríes?

—Él no te echará —tomo el tenedor y me meto otro bocado de pasta—. A menos de que literalmente le digas: «Hola abuelo, que bueno que regresaste ¿Qué tal tu viaje? ¡Ah por cierto! Tengo sexo salvaje con Kennedy casi todas las noches» —Ethan se pone rojo como un tomate y eso me hace reír más—. Tranquilo Ethan, estamos enamorados —me encojo de hombros—, quizá en un inicio se moleste un poco, pero entenderá lo sé.

—Sí... —Ethan toma una servilleta y me limpia los restos de tomate que quedaron en mis labios—, ¿y qué hay de lo otro? —Suspiro con pesadez.

—Yo te dije que no lo llamaras y también se lo pedí a Rita. La bronca será conmigo, no con ustedes, tranquilo —sonrío nerviosa—, quizá sea yo la que tenga que buscar casa después de todo —Ethan me toma de las manos y me sienta en su regazo, me besa en la nuca y traza con un dedo las curvas de mis labios.

—Yo me iría contigo si eso sucede —le sonrío y él se sonroja—. En serio dulzura –siempre que me dice así sucede una revolución de mariposas en mi estómago—, no podría vivir separado de ti. Ni siquiera sé cómo voy a dormir sin ti —la desilusión cruza mi rostro, es cierto, cuando el abuelo vuelva se habrán acabado nuestras noches juntos.

—Quizá si tengamos que ver casas... —sonrío con tristeza.

—O, ir los dos a Juilliard y rentar una casa por allá. No estará lejos y cuando el abuelo nos perdone podremos visitarlo —Ethan sonríe con picardía y pasa con suavidad y exagerada lentitud su mano por mi cuello y luego mis clavículas. Siempre me toca como si fuera la más hermosa y apasionante canción.

Por favor, regresa y quédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora