Solo

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Empieza el juicio, Ann está sentada tras de nosotros, mientras Milton y yo nos encargamos de todo, como lo sospeché, la defensa es esa: «Una chica que anda en malos pasos y quiere destruir la reputación de un joven con un futuro prometedor.» Bah, patético.

El juez White, es un hombre de edad avanzada, quizá tenga la edad de mi abuelo, el jurado está conformado por muchos adultos, en su mayoría son padres de familia, así que se conmueven cuando pasa Ann y llora relatando la brutal violación, el acusado sólo la mira con sorna y me guiña un ojo, una rabia me invade, pero no hago nada, simplemente lo ignoro, en unos momentos estará tras las rejas y dejará de tener esa sonrisa petulante.

—Llamamos a Grace Anderson —sonrío para mí mismo, cuando pronuncio estas palabras. Esa chica es la mejor amiga de Ann y la única que presenció el momento en que el acusado se llevó a Ann.

—¿Señorita Anderson, puede describirme su relación con Ann? —Grace mira a Ann, la puerta se abre y volteo a ver quién ha entrado, es Martin ¿Qué hace aquí?

—Sí —vuelvo a la realidad—, somos mejores amigas.

—¿Cómo describiría a la señorita Ann? —Grace mira directo a Martin y luego al acusado.

—Como una muchacha promiscua —suelta sin más, tomándome desprevenido.

—¿Perdón? —Cálmate Ethan, digo para mis adentros—. Eso no fue lo que nos dijo, señorita Anderson y le recuerdo que está bajo juramento.

—Tenía miedo. Ann suele amenazar a todo el mundo, siempre nos dice que los chicos de su barrio vendrán a golpearnos —suelta con voz entrecortada—. La verdad es que se acuesta con el profesor Rivers y eso es lo que usa para tenernos a su disposición. —Dios mío, esto no puede estarme pasando.

—¡No es cierto! —Ann grita y su madre hace que se siente.

—Señorita siéntese —el juez reprime a Ann y mi rabia aumenta, me dirijo a mi escritorio y saco la confesión de Grace.

—Señorita Anderson —intento decir con toda la calma del mundo—. Tengo está confesión en la que usted dice: «Sí, John se llevó a rastras a Ann y luego ella bajo llorando y sangre le corría por las piernas, estaba muy herida» ¿No declaro usted esto?

—Estaba asustada —Grace comienza a llorar, demasiado convincente—. Tengo un hermano pequeño, ella me amenazo, me dijo que lo pagaría caro.

—¿Tiene pruebas de esta estupidez? —No puedo contenerme más tiempo.

—Señor McLean, contrólese —el juez me reprende.

—Las tenemos señoría —el abogado defensor le pasa una foto al juez y me dan una a mí.

—Esto no estaba en las pruebas y claramente está totalmente sacada de contexto, señor Juez.

—Voy a permitirla. —Muestran la foto de Ann borracha y un vídeo en el que está bailando y se está desnudando, pero es obvio que está ebria. El jurado mira mal a Ann, tengo que hacer algo.

—Eso no ocurrió esa noche, es una adolescente divirtiéndose. —Es mi mejor argumento para defenderla.

—¿Así se le llama ahora? ¿Diversión? —El defensor continúa—. Yo lo que veo es una joven totalmente fuera de control, ebria y una mala influencia para todos, para Grace, para John.

—¿Por una foto y un vídeo? ¿Quién no se divirtió cuando era joven? ¿Quién no fue a una fiesta de fraternidad, a un baile de graduación? —Estoy comenzando a ahogarme en esto.

—Por supuesto que todos, señor McLean, pero arruinar la vida de mi cliente por una «salida divertida» —encomilla el abogado defensor—, no es sólo diversión sana.

Por favor, regresa y quédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora