Dejar ir

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Kennedy está mirando por la ventana, luce bastante tranquila e incluso está sonriendo. Jane nos está contando sobre el próximo baile que habrá. Jane ha estado distante conmigo, no ha vuelto a mi oficina y me gustaría preguntarle qué sucede, si he hecho algo que la molestó, pero Kennedy está aquí y según Jane, no sabe de nuestra amistad, así que lo dejo pasar.

—Gracias por traerme —aunque nos habla a los dos, su mirada está puesta en Kenne—. Nos vemos después Kenne. —Jane se baja a toda prisa sin esperar a que me despida de ella.

—¿Ha pasado algo con Jainie? —Me pregunta Kennedy y no sé qué responderle.

—No, al menos no que yo sepa ¿por qué?

—Se ha estado comportando de manera muy extraña —me mira inquisitiva y se encoge de hombros—. En fin, Jimmy me ha invitado a una fiesta por Halloween.

—¿Ah sí? —Inquiero enarcando la ceja—. También me han invitado, al parecer todo el conservatorio irá, pero no iré.

—¿Por qué? —Me pregunta con evidente desilusión.

—Porque tengo que tener todo el trabajo listo para que me den vacaciones y el abuelo volverá pronto y será mejor que pensemos en que le diremos —suspiro con pesar—. Además, no creo que sea buena idea que vayamos a una fiesta —estoy esperando a que grite y se enoje, pero no pasa así que prosigo—. Demasiada tentación ¿no crees?

—Tienes razón... —admite avergonzada—, pensaba que si iba contigo estaría bien —me da mucha pena negarle algo, pero alguien tiene que poner límites y no vamos a arruinar su progreso por una fiesta.

—Tal vez si me desocupo antes podamos ir —su carita se ilumina—, aunque no te prometo nada. —Kennedy me da un beso en la mejilla y me hace reír.

—Gracias Ethan.

Mientras más nos acercamos a la prisión más nervioso me pongo. Muchas veces había intentado convencer a mi abuelo de que me dejara venir, pero se negaba una y otra vez e incluso me amenazó con encerrarme y cortarme todos los fondos si insistía, así que lo deje por la paz.

Sin embargo, si quiero dejar por fin todo atrás necesito hacer esto, así como Kennedy hace cosas locas para sacar su dolor como romper casilleros con un bate de beisbol y quemar ropa, esta es mi manera de dejarlo ir. Mis padres murieron cuando yo tenía doce años y eso fue un golpe devastador, eso me marcó de por vida. Me la pasé en tribunales, en el hospital, vi morir a mi mamá, todavía recuerdo el último beso que me dio, lo último que me dijo:

—Ethan —mi mamá llevaba un hermoso vestido blanco y los negros cabellos recogidos en un moño—. Sé bueno con tu abuelo.

—Pero mamá yo quiero ir contigo, me gusta ir al teatro —mi mamá solamente se rió y me dio un beso.

—Cuando vuelva iremos por una salchicha, te lo prometo —me guiñó el ojo, me revolvió los cabellos y subió al auto con mi padre.

—Sé buen chico Ethan —se despidió mi padre dándome una palmada en el hombro y los vi alejarse sin saber que nunca volvería a escuchar sus voces.

Lo siguiente que recuerdo es que estábamos en el hospital, mi abuelo estaba reconociendo el cadáver de mi padre y yo estaba viendo a mi bella madre destrozada en una cama de hospital. En su cabeza ya no estaba aquel cabello negro que relucía con el sol, en su rostro no quedaba sonrisa alguna, solamente estaba ahí, llena de rasguños, golpes y cortes; entubada debatiéndose entra la vida y la muerte. Yo estuve ahí sosteniendo su mano, rogándole que despertara, cosa que nunca ocurrió y un día solamente se fue, dejándome con el corazón roto y una promesa incumplida...

Por favor, regresa y quédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora