Hoy estoy estúpidamente feliz a pesar del caos de la oficina, es la primera vez que invito a Kennedy a un buen sitio y debo de admitir que incluso pensé en rentar una Limousine para la ocasión, pero no sé si eso le hubiese gustado a ella. Después de conseguir la firma del divorcio, me encuentro con mi nueva secretaria quién tiene veinte años más que Sarah y muchísima experiencia, pero aun así hay que enseñarle todo.
Por la tarde ya estoy realmente harto de todo el papeleo y las citas, así que me escabullo a mi oficina y marco al celular de Kennedy, está animada e incluso bromea conmigo y su sola voz me produce una sensación de bienestar ¡Como desearía que estuviera aquí!
—¡McLean! —Pierce entra en mi oficina sin tocar, voy a reprenderlo, pero trae una caja enorme de pizza así que lo paso por alto—. Te traje el almuerzo ya que te quedaste solito en este lugar. Las asustaste McLean —ese tonto de Pierce me hace reír y se sienta.
—¿Oye Pierce? —Pierce levanta su mirada del gran trozo de pizza que esta por comerse—. ¿Alguna vez has escrito una carta de amor? —Pierce muerde su rebanada y asiente.
—Demasiadas ¿por qué McLean? —Alza las cejas y las mueve muy chistoso—. ¿Encontraste otra?
—No, quiero escribirle una a Kennedy —me sonrojo, pero ya lo dije, ya no puedo volver atrás—. Solo que no tengo experiencia en el ramo ¿sabes? Supongo que esto debería de consultarlo con mi madre...
—Sí, sí ya entendí eres huérfano y pésimo poeta —miro mal a Pierce, pero él se encoje de hombros—. Solamente dije la verdad —tiene razón y además uno no puede enojarse con él.
—¡Bueno! ¿Vas a ayudarme? —Pregunto exasperado.
—¿Qué recibo a cambio? —Inquiere enarcando una ceja.
—La eterna gratitud de tu jefe —recalco la palabra jefe.
—Vale, vale —levanta las manos rindiéndose—, pero eso es coacción.
Me rio y el resto de la comida me la paso escribiendo una carta para Kennedy mientras Pierce me supervisa. Cuando creo que la tengo lista sonrío satisfecho, voy a leérsela esta noche en voz alta, aunque eso me mate de vergüenza, ella se merece eso y más. Miro el cesto de basura está prácticamente lleno de mis patéticos intentos por escribir.
—¿La paso a computadora? —Pierce estalla en carcajadas—. ¿Qué?
—No, Ethan. Las chicas valoran que la escriba un hombre no un robot.
Tiene sentido, doblo bien la carta, quizá no la haya escrito en papel de corazones y cosas de ese estilo, pero tiene puesto todo mi corazón. Mientras va cayendo la noche un hueco se forma en mi estómago, quizá es porque nunca había invitado a una chica en una cita tan formal como esta. Claro que estuvieron esos tontos bailes, el de primavera, el de invierno, el de graduación con sus espantosas temáticas, pero esos fueron impositivos y no los disfrutaba realmente.
Guardo todas mis cosas suspirando después de un largo día. Rita me llama y me confirma que Kennedy comió y que se quedó tranquila, me dice que no tarde mucho y le agradezco mucho por sus cuidados. Manejo más deprisa a casa apurado por la incipiente necesidad de que no esté sola mucho tiempo.
Quizá son los nervios por la carta que escribí o por nuestra cita, pero siento que algo no va bien, es cómo si todo dentro de mí me gritase que fuera más aprisa, que no tarde en llegar a casa. Hay un poco de tráfico, así que hago más tiempo de lo normal, mientras más me acerco al edificio más nervioso me pongo. ¿Dios que me pasa? Sacudo mi cabeza y pongo la radio, pero ni la música logra distraerme, así que acelero más sin importarme nada. Siento que algo no está bien y hasta que esté en casa con Kennedy no voy a estar tranquilo.
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Por favor, regresa y quédate
RomanceDurante 10 años han vivido juntos, han sido los mejores amigos, cómplices en todo o eso es lo que ambos creían... Cuando Ethan regresa de la universidad siendo un abogado consumado y sobre todo frustrado, descubre que aquella muchacha que era su mej...