¿Qué me escondes?

86 15 23
                                    

¿Cuándo empecé a desear estar con Kennedy? ¿Estoy enamorado? ¿Deseo estar con ella? ¿Cuándo cambió tanto ella? Son las preguntas que me hago día con día, preguntas que siguen sin respuesta y que acentúan la confusión que hay en mi vida, pero quizá la pregunta que más me agobia es ¿Qué es lo que me esconde, Kenne? Y esa pregunta ronda todo el tiempo en mi cabeza, me lo pregunto al verla llorar, al verla angustiada, al verla caer en un pozo de desconfianza del cuál me temo que no encuentre la salida.

Cada día la veo perder peso, la veo más desganada, la veo más deprimida y me aterra estarla perdiendo con cada minuto que pasa e incluso tengo una vaga idea de lo que puede estar pasando, pero deseo con todo mi corazón estar equivocado.

Kennedy se niega a hablar conmigo y claro que lo entiendo, entiendo que tenga miedo de fallar, de no ser perfecta y me aterra pensar que se está sacrificando para lograr una perfección absurda y ridícula. ¿Qué tenemos que hacer para que se dé cuenta de lo mucho que la amamos? Para que se dé cuenta de lo mucho que yo la amo.

Intento ser paciente, intento darle su espacio para que ceda, para que sepa que en mí tiene un amigo, un confidente y que nunca permitiría que algo malo le pasara. Ahora mismo mientras la miro caminando, tan linda, con su vestido blanco y sus dorados cabellos al aire, con sus ilusiones renovadas y su sonrisa genuina, puedo decir con seguridad y sin temor que me siento completo.

Regresamos a casa, mi abuelo está muerto de cansancio así que, nos da un abrazo y se retira a descansar. Sé que prefiere estar rodeado de abogados, dirigiendo el negocio por lo que realmente aprecio que se haya tomado tiempo para nosotros. Kennedy se deja caer en el sofá, Rita nos ayuda con nuestras bolsas y luego se ofrece a prepararnos algo de comer, claro que cómo es de esperarse Kennedy se niega de inmediato.

―Estoy muy cansada ―la miro preocupado, a pesar de que lo oculte puedo ver su rostro delgado y demacrado―, prefiero irme a descansar.

―Te veré en la cena, supongo ―le digo antes de que se vaya a su cuarto.

―Claro ―me sonríe y sale de ahí, dejándome solo con mis amargos pensamientos.

―La he notado muy triste últimamente ―la voz de Rita me sobresalta.

―También yo ―digo con pesar mientras acompaño a Rita a la cocina para comer cualquier cosa―. Me preocupa mucho ―admito mientras me siento en el desayunador.

―A mí también, Ethan ―Rita se sienta frente a mí y me pasa un plato con lasaña que acaba de hacer, es la comida favorita de Kennedy―. Ha estado comiendo poco, la he escuchado discutir por teléfono ―baja más el volumen de voz―, incluso la he visto aterrarse con frecuencia.

―¿Aterrarse? ―Pregunto sorprendido y Rita asiente.

―Siempre que me despido de ella, se pone nerviosa, voltea a todos lados y luego me da un abrazo muy fuerte. Ha estado así desde que vino aquella señorita tan desagradable.

―Camile ―el desprecio que siento por ella, se refleja en mi voz.

―Esa muchacha no me agrada, niño ―continúa en voz baja―, hay algo malo con ella.

―Tampoco me agrada a mí, pero no podemos hacer mucho si Kennedy quiere seguir viéndola. Y no quiero molestar a mi abuelo con esto, al menos no, hasta que este seguro de lo que pasa ―digo más para mí que para Rita, quien continúa mirándome preocupada.

―Puedo vigilarla mejor, Ethan ―dice Rita―. No quiero invadir su privacidad, ni tampoco quiero que piense que me estoy tomando derechos que no me corresponden, pero la he visto crecer, la arropaba y cuidaba desde que era una niña, sólo quiero que esté bien.

Por favor, regresa y quédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora