Una oportunidad

67 13 11
                                    

Estoy recostada en el sofá de la doctora Hill. El calmante poco a poco surte efecto y me relajo, las lágrimas cesan y una urgencia por decirles todo lo que ocurrió me invade. Empiezo a contarles todo, a hablar como si no hubiese un mañana, no me interrumpen, dejan que lo saque todo, a ratos grito, a ratos maldigo y en otros lloro. Cuando acabo de contarles todo me siento mejor, menos sucia, más libre.

—¿Ya se lo has dicho a alguien? ¿Ethan lo sabe? —Me pregunta Mónica y niego con la cabeza.

—No, no he podido, tengo miedo de su reacción, de que tenga que ir a un juicio y enfrentarme a todos, a las miradas, al escarnio público. Ya me imagino los titulares: «Protegida de McLean en escándalo de drogas y sexo.» Van a degradarme, a humillarme más de lo que ya hicieron —Hill toma mi mano y niega con la cabeza.

—Esto no es tu culpa, tienes todo aquí, tienes a un testigo y supongo que ellos guardaron tu ropa —asiento no recordaba eso—, la guardaron por si deseas denunciar. Voy a comunicarme con la doctora que te atendió aquella noche —Hill me mira de manera maternal y eso me da un poco de paz—, guardaré todo y haré todos los exámenes pertinentes, para estar preparadas.

—No tienes que hacer nada que no desees —continua Mónica—, pero es una herida que debes de sanar. El chico qué te hizo esto, te lo habia hecho antes.

—Sí... creo que sí, estaba tan drogada que no recuerdo nada —sonrío con amargura—, pero aquella noche no estaba drogada, él no dejo que la droga actuara y puedo recordar todo. —Una ira me invade, estoy muy enojada, ellas lo entienden y nos sumimos en silencio—. No puedo hacerlo aún —digo finalmente—. Él me acosa, por eso deje la escuela como una cobarde.

—No eres una cobarde, Kennedy —la doctora Clark frunce el ceño—, eres humana. Tomaste la mejor decisión, ese ambiente no estaba ayudándote. Tienes depresión, recurriste a la droga para lidiar con ella y ahora estás en terapia para solucionarlo, diste un paso muy importante, eso es muy valiente y además has progresado mucho.

—Y aquí tengo tus exámenes —Hill me sonríe—, no hay daño cerebral y no tienes ninguna enfermedad de transmisión. —Suspiro aliviada, eso me tenía muy preocupada.

—Muchas gracias —miro a Mónica, necesito hablar con ella—. ¿Puedo hablar con usted?

—Claro Kennedy, de hecho, tenemos cita hoy —me recuerda y se ríe.

Me despido de la doctora Hill con cariño, ella me abraza y me asegura que todo estará bien. Les he tomado mucho aprecio y sacar toda la porquería de Arthur me hizo bien. Vamos hasta el consultorio de la doctora Clark, me encanta, esté no es de vidrio, es de color azul y muy amplio. Me siento y ella espera pacientemente a que me decida a hablar.

—Ethan...

—¿Qué ocurre con Ethan? —Suspiro con fuerza, no sé cómo se lo va a tomar la doctora.

—Ethan me ha besado y me ha dicho que le gustaría tener algo más conmigo —Mónica permanece estoica.

—¿Qué le has respondido? —Me pregunta con sosiego.

—Nada, me dijo que me lo tomara con calma, que no debía de sentirme presionada o mal por no corresponderle, que él entendía todo este proceso.

—¿Y qué deseas responderle en verdad? —Es una pregunta que estaba evitando hacerme.

—Que sí deseo estar con él, pero...

—¿Pero? —Me pregunta con una sonrisa.

—No quiero involucrarme en nada aún, hasta que esté mejor, hasta que sane —admito y eso me hace sentir mejor—. Creo que Ethan se merece algo mejor, pero él dijo que solamente él podía decir eso. Me gusta estar con él, su presencia y compañía es sumamente reconfortante y lo quiero mucho, estoy enamorada de él hasta los huesos —Mónica sonríe al oír esto.

Por favor, regresa y quédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora