Tenemos algo que contarte...

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Ethan y yo nos miramos muy asustados. Se suponía que aún nos quedaba una semana antes de que regresara el abuelo. Nos quedamos petrificados en la entrada, mientras mi abuelo nos mira fija y calculadoramente como si estuviese mirando a través de nuestra alma

—Abuelo volviste —empiezo, pero él niega con la cabeza y levanta una mano.

—A mi despacho —no nos movemos de ahí y añade con voz más severa—. Ahora —su sola voz causa un estremecimiento a todo mi cuerpo. Jamás ha tenido que levantar el volumen de su voz para que obedezcamos.

Ethan y yo lo seguimos obedientemente, durante el corto trayecto él me sonríe para darme valor, pero yo no hago más que retorcerme las manos, nerviosa. No sé ni qué le vamos a decir o por dónde voy a empezar. No teníamos una coartada o una excusa, seguramente ya lo sabe todo, su trabajo es ese investigar y ganar, en eso es el mejor por eso es el Rey de los abogados. Entramos con un miedo terrible, incluso siento que estoy sudando. Mi abuelo se sienta en su sillón de cuero y Winston el traidor va con él y se sienta a su lado, abre su cajón y saca otro puro.

—Siéntense —nos ordena con su autoritaria voz, Winston chilla y mi abuelo empieza a acariciar su cabeza, al menos no nos echará por el perro.

—Abuelo yo... —vuelvo a intentar hablarle, pero su mirada caoba y severa me hace callar.

—Siéntate Kennedy.

La cómoda silla de cuero en estos momentos me parece la silla eléctrica. Si yo estoy tan asustada que tiemblo y sudo, aunque el cuarto este helando, Ethan es todo lo contrario a mí, luce molesto, bastante molesto, se está poniendo cada vez más rojo y sus quijadas están tan apretadas que le confieren una expresión de severidad que rivaliza con la de su propio abuelo.

—Llegué con la intención de darles una sorpresa —su voz autoritaria, áspera y fría, me saca de mis funestos pensamientos—, pero el sorprendido fui yo —fuma y saca el humo, sólo fuma cuando esta alterado, creo que es un mecanismo para mantener el control de la situación—. Háganme esto más fácil, no quiero mentiras.

Un silencio sepulcral se instala en el despacho, todas las luces están apagadas salvo la lampara de pie que está junto a mi abuelo. Él solo nos mira fijamente mientras se fuma su puro con una calma escalofriante y con la otra mano acaricia la cabeza peluda de Winston. Ethan suspira con fuerza, va a empezar a hablar, pero lo detengo, yo metí a todos en este lío, yo fui quien le mintió a Byron, no ellos, yo traicioné su confianza y ahora tengo que pagar por mis errores. Me armo de todo el valor posible y empiezo mi relato con voz temblorosa.

Empiezo por el inicio, le cuento los constantes acosos de mis compañeros, el cómo me invitaron un día al saber que pertenecía a esta familia, le cuento las fiestas y cuando llego a la parte de la droga espero que explote, que me grite, incluso que me eche, pero no pasa nada de eso. Solamente se queda mirándome con una calma imperturbable, con una severidad escalofriante, sólo me mira como si no me conociera mientras el humo de su puro inunda todo el ambiente.

Lágrimas inundan mis ojos, porque yo esperaba una reacción de parte de él, incluso esperaba que me consolara o me gritara, pero nada de eso sucede. Antes de que reanude mi relato pues es momento de decirle lo más doloroso que me ha pasado, Ethan se levanta furioso y tira todos los papeles del escritorio de mi abuelo. El abuelo ni siquiera se inmuta continúa fumando y acariciando a Winston, mientras mira a Ethan como si fuera un niño pequeño haciendo una rabieta.

—¡No vas a decir nada! —Grita y me asusta. Mi abuelo sonríe sarcásticamente y Ethan termina por enojarse más, está rojo de ira—. Por eso no te contamos nada nunca. Nos tratas como si fuéramos un caso más que ganar.

Por favor, regresa y quédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora