— Álvaro-llamé— ¿porque te has quedado ahí parado?—
Subió las escaleras que faltaban para estar a mi altura pero en lugar de detenerse siguió subiendo.
— Por tu bien que no sea otra niña — decía entre risas — No fui entrenado para asustar a los moscardones que vayan detrás de nuestras hijas — dijo ya en la habitación.
Meneé la cabeza y me senté en cama.
— No creo que tengas problemas — dije mientras me sacaba los zapatos — Con Laura por lo menos no tendrás problema —
Álvaro miró confuso, lo que me provocó un ataque de risa.
— No te entiendo—
— A ver cariño, Laura tiene un carácter fuerte, pondrá a los chicos firmes eso seguro. —
— Ojalá tengas razón, aun así creo que será niño—dijo echándome la lengua.
— Eres peor que tu hija —me metí en cama—
— Mmmm pero aun así me sigues queriendo— susurró mordiéndome una oreja.
— Álvaro a dormir—
— Es que el gran gango quiere jugar—dijo pegándose a mí.
Estaba en lo cierto su erección se clavaba en mi espalda buscando el orificio de entrada.
— Álvaro.... —comencé a decir mientras notaba con sus manos se colara por dentro de mi camiseta y desarrollaban el sujetador. —Como sigas así no me voy a resistir—añadí mientras pasaba la lengua por mi cuello.
— Es lo que pretendo nena — sus manos dejaron mis pecho y descendieron poco a poco a mi señora que en aquellos momentos estaba a punto de caramelo —Tenemos que acabar lo que empezamos en el coche — susurró en mi oído mientras me acariciaba por encima de mi ropa interior.
Gemí—Álvaro —dije entrecortadamente— no sé como pero siempre lo consigues —susurré contra sus labios —siempre tengo ganas e ti, pero ahora más que nunca —
Álvaro me está matando de placer, no era el Álvaro dulce que había conocido, era u Álvaro salvaje que con sólo besarme provocaba que todo el cuerpo me temblaba.
Arqueé la espalda, Alv había descendido hasta mi sexo y pasaba salvajemente su lengua de arriba a abajo arrancando me verdaderos gritos de placer.
— Nena como sigas gritando te escucharán todos — dijo Álvaro mientras continuaba entre mis piernas.
— No pares — exigí mientras le agarraba del pelo y lo encajaba entre mis piernas.
De repente y con Álvaro entre las piernas la puerta de la habitación se abrió de golpe, por instinto cerré las piernas fuertemente.
— Vero—grité
— Ups perdón, no sabía que estabais dale que te pego —dijo cerrando la puerta.
En cuanto se fue respiré frustrada, en esa casa no se podía hacer nada tranquilamente.
— Álvaro sal anda, que se me fueron las ganas —