Nada más escuchar el grito me levanté rápidamente de la cama, eso sí, sin despertar a Álvaro, había pasado una mala noche y lo último que quería era despertarlo. Bajé con cuidado las escaleras hasta llegar a la cocina.
Allí me encontré con una escena que no me gustó en absoluto, Laura estaba sentada encima de la encimera llorando mientras Mercedes le desinfectaba la planta del pie, a simple vista el corte no parecía profundo pero aun así no pude evitar preocuparme.
- ¿Qué ha pasado?- pregunté mientras me acercaba – Laura, cariño ¿cómo te has hecho esto?
- Se ha cortado en el salón, alguien debió romper el jarrón que había al lado del sofá – me explicó Mercedes mientras recogía las gasas sucias – Y la niña que siempre anda descalza pisó los cristales sin darse cuenta-
Miré a la niña, tenía la cara roja de tanto llorar y por las muecas que hacía aún tenía un poco de dolor.
- Mami, me duele mucho – decía entre sollozos.
- ¿Te duele?- pregunté mientras le miraba la herida – Esto no es nada, seguro que dentro de poco se te pasa ¿vale?- No estaba muy convencida pero algo había que decirle.
Con el pie así era mejor que no fuera al colegio, total por un día no pasaba nada, en cuanto se lo dije se pasó a saltar como una loca sin darse cuenta que tenía una herida en el pie.
- Ay- se quejó – me duele- gritaba llorando.
- Claro, como no te va a doler si te acabas de poner a saltar- le dije mientras la cogía en brazos – Y no grites que papá está durmiendo.
- Ya no- dijo este entrando por la puerta- Enana me has despertado- le dijo a la pequeña.
La niña por fin dejó de llorar y se quedó mirando a Álvaro, más concretamente se puso a mirarle el collarín.
- Jo papi que collar más raro – dijo Laura sorbiéndose los mocos – Los chicos no llevan collares, eso es cosa de chicas.
Tanto Álvaro como yo nos miramos y nos echamos a reír hasta que noté una punzada muy fuerte en la tripa que me hizo retorcerme de dolor.
- Anny, ¿estás bien?- preguntó Álvaro preocupado mientras dejaba a la niña en el suelo.
- Si – dije jadeando mientras me apoyaba en la encimera – estoy bien, no ha sido nada.
- ¿Seguro?- preguntó Álvaro no muy convencido – Si quieres vamos al médico.
- Que estoy bien, Álvaro – contesté secamente.
Después de este pequeño susto volví a la normalidad, la verdad es que no sabía que me había pasado, simplemente note un dolor bastante fuerte.
- Buenos días – dijo Carlos entrando sin camiseta – Gracias por esperar para desayunar – añadió al ver que tanto Álvaro como yo estábamos desayunando en silencio.
- Lo siento Carlos, no me di cuenta de que estabais aquí – respondí levantando la cabeza de la taza.
- Carlos el desayuno!- gritó Pau desde el salón – Y trae chocolate.
Miré a Carlos divertida.
- Feo, tu dama te espera, asique mueve el culo- dije entre risas.
- Alvarito, me sé de una que quiere mandanga de la buena- le dijo el rubio a su amigo.
- ¿Qué es mandanga tito Carlos?- preguntó la niña saliendo de debajo de la mesa.
- Laura que haces ahí- exclamé – pensaba que estabas en cama, te dije que no te movieras que te iba a doler el pie-
- Jo mami es que me aburría, además si ando a la pata coja ya no me duele- explicó la pequeña muy contenta.
- Ay que sobri más lista tengo, se parece a su tito – dijo Carlos mientras salía de la cocina.
- No tito, yo soy más guapa que tú- le contestó Laura sacándole la lengua y siguiéndole.
Le hice una señal a Álvaro para que se sentara a mi lado, tenía que decirle algo y no quería levantar mucho la voz.
- Álvaro- comencé diciendo – antes te mentí -.
- ¿Qué pasa Anny?- preguntó preocupado – Es por lo de antes, ¿verdad?, aún te sigue doliendo.
- La verdad es que sí, no me encuentro muy bien, antes mientras desayunábamos me dio otra punzada de dolor –
- Nos vamos al médico – Álvaro se levantó de la silla y fue a por las chaquetas mientras yo lo esperaba en la cocina – Vámonos, he hablado con mi madre y se queda ella con la niña – me explicó mientras me ayudaba a ponerme la chaqueta - ¿estás bien?- preguntó al ver cómo me volvía a retorcer del dolor – vámonos ya – exclamó – Carlos, Pau, me llevo a Anny al médico, no se encuentra bien – le dijo a nuestros amigos que estaban en el salón con la niña.
Nada más salir por la puerta el frío me golpeó en la cara, se estaba acercando el invierno y en Madrid hacia cada vez más frío.
Entramos en el coche y arrancamos dirección al hospital, la verdad es que nos iban a tener que dar el pase VIP porque últimamente no salíamos del hospital.
- ¿Te duele?- preguntó Álvaro colocando la mano que tenía libre encima de mi tripa.
- Ahora no – respondía – A veces me dan punzadas, pero pronto se me pasa- expliqué.
- Ya verás como no es nada y pronto estamos en casa- dijo Álvaro manteniendo la mano en mi vientre – seguro que se queda en un susto más.
- Ojalá- murmuré.
Continuamos el viaje en silencio, ninguno de los dos tenía ganas de hablar, yo con aún algunas molestias me limitaba a mirar por la ventana un paisaje que me sabía ya de memoria, de hecho, podía hacer el camino con los ojos cerrados.
Álvaro, que se había quitado el collarín nada más entrar en el coche, estaba concentrado en la carretera, carretera que a esas alturas estaba bastante concurrida, era hora punta y la gente se iba a trabajar o a las escuelas a dejar a los niños.
Antes de entrar en el pleno Madrid, obligué a Álvaro a parar en una gasolinera, tenía ganas de vomitar asique nada más parar el coche salí corriendo al baño más cercano. Álvaro me acompañó y me sujetó el pelo mientras echaba todo el desayuno.
- Ya está – decía mientras me acariciaba la espalda.- Estás embarazada, normal que te pase esto.
Yo ya no sé si lo decía para convencerse a sí mismo de lo que estaba pasando era algo normal o si lo decía para tranquilizarme. Por mi parte de lo único que estaba segura es que algo no iba bien.
Tras refrescarme un poco en el lavabo y adecentarme un poco, salí de aquel baño mugriento seguida de Álvaro quien no me dejaba sola ni un minuto.
Nos montamos en el coche y continuamos nuestro camino hacia el hospital. El resto del camino transcurrió sin ningún accidente hasta que un coche negro se cruzó en nuestro camino.
Álvaro pisó el freno con todas sus fuerzas pero no fue suficiente el coche nos dio de pleno, los cristales estallaron en mil pedazos, notaba como estos alcanzaron mi cara, instintivamente me llevé las manos a la cara en un intento de protección. Miré para Álvaro, estaba en la misma posición que yo, protegiéndose la cara con las manos.
Cuando pensábamos que todo había pasado y que nos habíamos salvado por los pelos, vimos a lo lejos al mismo coche negro acercarse a toda velocidad hacia nosotros.
- Álvaro – grité en un intento de hacerlo reaccionar – arranca que nos mata-
Sin embargo mis intentos de hacerlo reaccionar fallaron, veía cada vez más cerca ese coche negro, ese coche negro que acabaría con nuestra vida.
- Por lo menos moriremos juntos – pensé antes de cerrar los ojos y esperar lo inevitable.