Los chicos salen de la habitación mosqueados, no les gusta para nada el trato que estamos recibiendo por parte de las enfermeras aun así salen al pasillo y esperan a que el doctor acabe de hablar con nosotros.
A diferencia de la cara de mala lecho de la enfermera, el doctor parece divertirse con la situación pues no puede evitar sonreír al ver el enfado de su ayudante.
-Que sonrisa tan bonita - pienso mientras observo detenidamente al médico mientras este habla con Álvaro sobre los cuidados que debe tener para que su pierna cure lo más rápido posible.
A diferencia de los médicos que me atendieron en ocasiones anteriores este era, sin duda, el más atractivo, su uniforme apretado informaba de que debajo de esa camisa y ese pantalón se escondía un cuerpo atlético y esculpido, no pude evitar morderme el labio al mirar sus fuertes brazos que impedían que la bata se cerrara con comodidad. En resumen, era un portento de hombre.
-Señorita - dijo el médico sacándole de mi ensimismamiento - Al igual que dije a su no ir, mañana mismo le voy a dar el alta con la condición de que se cuide y guarde reposo unos días-
Yo afirme con la cabeza, lo último que quería era volver a aquel hospital.
Después de que el médico nos diera todas las pautas que debíamos de seguir para estar de nuevo en plena forma salió de la habitación seguida de su estúpida enfermera, quien, antes de cerrar la puerta, nos echó una gran mirada de asco.
-Gilipollas - murmuró mientras me levantaba y echaba la llave la puerta. Lo que tenía en mente no era para todos los públicos.
Me giré y miré a Álvaro, estaba sentado de espalda a mí y apretaba fuertemente los nudillos, genial, lo había enfadado, seguramente se había dado cuenta de cómo miraba a nuestro querido médico y se puso celoso.
Un Álvaro celoso era mucho peor que un Carlos hambriento, suspire, con suerte lo que tenía en mi pervertida cabeza lo haría cambiar de opinión.
Me acerqué hasta su cama, él permaneció en la misma posición, me subí a cuatro patas a esa estúpida cama y me sitúe detrás de él. Estaba tenso, comencé a darle pequeños besos en la nuca para relajarlo ¡estaba tan tenso que tenía miedo de que se partir el cuello!
-Señorito Gango-ronronee mientras le la ver mordía el lóbulo de su oreja derecha.
Al ver que no reaccionaba pero si se dejaba querer continué dándole pequeño besos que recorrían esta vez el ancho de su espalda. Sin apartar mi boca de su espalda, comencé meter la mano por aquella bata de hospital hasta que llegué a mi objetivo final, su cuerpo se estremeció y yo sonreí.
Sin previo aviso y con una fuerza descomunal Álvaro se dio la vuelta y, sin importarle el dolor de su pierna, se colocó encima de mí. Sus ojos transmitían una mezcla de deseo y celos, me mordía el labio, notaba como su miembro crecía ente mis piernas y eso me calentaba aún más.
Empecé a mover mi cadera en círculos, nuestros sexos se rozaban sacando os gélidos de placer.
-Ay nena - me rasgó el pijama de hospital- parece que la garita está de vuelta - Álvaro se incorporó un poco y me miró con deseo mientras pasaba la lengua por sus labios.
- Oh si, ha venido para quedarse - le guiñe un ojo mientras me volvía a morder el labio, sabía que eso le ponía y le gustaba - Hoy soy toda tuya - levanté la piernas y me abrí para él ofreciéndole mi sexo húmedo y palpitante.
Álvaro no se hizo de rogar y comenzó a besar la cara interna de mis muslos mientras uno de sus dedos jugaba en la entrada de mi vaina. Sus labios recorrieron cada una de mis extremidades hasta llegar a mí ya abultado clítoris, allí comenzó a chupar y morder todo lo que se encontraba por el camino.