- No Álvaro, no tengo ganas de marcha, parece mentira que después de que casi nos matan tú sólo pienses en eso – dije molesta mientras me dirigía a la habitación – Si tantas ganas tienes tú de marcha, tienes dos manos para hacer la fiesta tú solito.
Dejé a Álvaro paralizado en medio del pasillo, yo por mi parte me encerré en la que sería nuestra habitación, había sido un día bastante cansado y me tocaba asimilar todo lo que había sucedido.
- Anny abre, por favor – suplicó Álvaro al otro lado de la puerta – lo dije en broma, no sabía qué te iba a sentar mal-
Me levanté de mi sitio y le abrí la puerta sin intercambiar palabra con él, así como entró él en la habitación yo me fui al baño a ponerme el pijama, no tenía ganas de hablar con él, me había dejado bastante claro sus intenciones.
Me entretuve un buen rato en el baño haciendo tiempo para que no me hiciera uno de sus interrogatorios pero a pesar de haber pasado casi una hora allí encerrada, cuando salí Álvaro continuaba en la misma posición, sentado en la cama y mirándose las palmas de las manos.
Hice como si él no estuviera ahí, me descalcé y me metí en cama.
- Anny, lo siento he sido un completo imbécil- comenzó diciendo –
- Si has sido un imbécil – dije interrumpiéndole – has sido y siempre serás un imbécil y un egoísta, parece mentira que ni aun teniendo una hija asientas la cabeza – me estaba empezando a alterar, sabía que no me convenía pero ya no había marcha atrás – hoy casi nos matan, nuestra familia está en peligro y a ti lo único que te importa es follar – se hizo el silencio – mira Álvaro sé que a ti todo esto te importa una mierda pero a mí no, tengo miedo por todos, tengo miedo de que le hagan algo a mi hija y si tú no lo puedes entender no es mi problema – me había desahogado de lo lindo.
- No sé cómo puedes decir que no me importa mi familia- me recriminó Álvaro acercándose peligrosamente a mí- tú no eres nadie para hablarme así, te recuerdo que fuiste tú la que me ocultó durante cinco años que tenía una hija, fuiste tú la que fue diciendo que yo te había abandonado sin dar explicaciones – me señaló con el dedo – tú no eres la más indicada para hablar-
Estaba harta de su comportamiento, todo lo que le había dicho era verdad, no me arrepentía de nada, sin embargo sus palabras me dolieron, me dolieron mucho.
- A mí no me hables en ese tono – dije levantándome de la cama – no me arrepiento de haber criado a mi hija sola, a lo mejor si tú no te hubieses enterado, si tú no volvieras a aparecer en mi vida la pelirroja esa no nos estaría amenazando, estaríamos viviendo solas pero tranquilas – respiré - ojalá el destino no te hubiera puesto en mi camino.
Al decir esto supe inmediatamente que la había cagado pero bien y esta vez no había vuelta atrás. Nada más echarle en cara todo lo que me estuve callando todos estos años Álvaro abandonó la habitación dando un portazo sin importarle que fueran las doce de la noche.
Un llanto en la habitación de al lado evitó que me derrumbara allí mismo, salí corriendo de la habitación y pude comprobar que, efectivamente, el llanto provenía de la habitación de Laura.
- Cariño, ¿qué te pasa?- pregunté medio asustada medio preocupada.
- Me duele aquí – contestó señalándose la barriga – me duele mucho.
- Espera aquí que mamá te va a hacer una pócima especial para que se te pase ¿vale?
- No mami no te vayas, tengo miedo- dijo la pequeña agarrándose fuertemente a mi brazo.
- Cariño, no pasa nada – intenté tranquilizarla pero mis intentos resultaron fallidos- ¿quieres que duerma Zeus contigo? –
- Si- contestó sorbiéndose los mocos – tengo mocos.
Tras limpiarle las lágrimas dejé a Laura con Zeus en la habitación y me fui a la cocina a prepararle una manzanilla, no le gustaba mucho pero no le quedaba más remedio que bebérsela.
Mientras esperaba a que el sobre se disolviese por completo Blas apareció por la cocina dándome un buen susto.
- Joder Blas – dije llevándome la mano al pecho – no sabía que aún estabas despierto.
- Vuestros gritos consiguieron despertarme – comentó mientras buscaba algo en la nevera – eey ¿pasa algo?- preguntó al ver mi cara – sabes que me puedes contar lo que sea –
- He discutido con Álvaro y la niña no se encuentra muy bien – resumí brevemente.
- ¿Y cómo es que has discutido con él?-
Al final terminé contándole todo lo ocurrido con pelos y señales al fin y al cabo Blas era uno de sus mejores amigos, un hermano para él, lo conocía lo suficiente como para saber de lo que era capaz.
- Mira Anny, no te voy a mentir – me dijo Blas muy serio – le has echado en cara cosas muy serias, cosas de las que él desconocía su existencia, pero te comprendo perfectamente y él debería hacer lo mismo-
- Sé que me he pasado, pero él debería madurar y pensar en que ahora tiene una familia –dije sin ánimos – se ha ido dando un portazo –
- No te preocupes, volverá- Blas intentaba calmarme a su manera – me quedaría contigo pero a tu amiga se le ha antojado nocilla a estas horas y como no aparezca me mata- dijo riendo.
Me quedé otra vez sola en la cocina removiendo el azúcar de la manzanilla, cuando la tuve lista para tomar se la llevé a Laura a la habitación. Con cuidado de no derramarla por el piso abrí la puerta como pude, la niña seguía despierta pero estaba encogida con las manos sobre la barriga y con gestos de dolor.
- Cariño ten, tienes que tomarte esto para que te pongas buena – dije tendiéndole la taza con el líquido amarillo.
- No quiero, no me gusta- dijo al borde del llanto – mami me duele-
No la podía ver así, siempre que estaba enferma o se hacía daño lo pasaba fatal.
- Tienes que beberte esto, si te lo bebes se te pasará todo – dije incitándola a beber – así, muy bien – la felicité después de que se tomara todo el vaso- ¿mejor?
La niña negó con la cabeza, se había puesto pálida de repente, le puse la mano sobre la frente y estaba ardiendo, me levanté a coger el termómetro pero nada más darme la vuelta Laura lo vomitó todo sobre la alfombra.
- Laura- exclamé acercándome a ella evitando pisar el charco de vómito – Laura ¿estás bien?- pregunté agarrándola por los hombros- ¿Laura? Laura!!- por más que gritara la niña no reaccionaba, no se movía y su respiración era demasiado pausada
La coloqué sobre la cama y le puse un paño de agua fría, no sabía muy bien para que, saliera de la habitación lo más rápido que pude chocándome por el camino con un Álvaro muy borracho.
- A donde te crees que vas – dijo aprisionándome contra la pared del pasillo –
- Suéltame Álvaro, me haces daño – dije desesperada – tú hija necesita un médico, suéltame –
Los efectos del alcohol han vuelto lo han vuelto incontrolable, en lugar de dejarme paso se limitó a agarrarme bien por las muñecas, inmovilizándome así por completo.
- Estate quieta y calladita – susurró en mi oído, apestaba a alcohol-
- Álvaro estás borracho, déjame – dije dando patadas intentando que se apartase – como le pase algo a la niña te juro que te mato.
- He dicho que te calles – exclamó dándome un bofetón.
Me había levantado la mano, me había pegado, Álvaro había perdido los papeles por completo.