69- Manitos

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Faltaban poco menos de dos meses para terminar esa gran etapa de su vida.

Varios de sus amigos tenían pensado ir a la misma escuela debido a que era un de muy buen nombre y reconocimiento.

Estaba feliz, no mentiría con eso, pero claramente extrañaría algunas cosas de aquel colorido lugar. 

Tantos recuerdos había hecho entre esas paredes, todos o los que más recordaría de su infancia habían transcurrido allí dentro, pero cómo el niño de 5 años que era, poco entendía la situación. May era quien sufría, su pequeño bebé crecía sin medida y en poco tiempo imaginaba tener que verlo frente al altar de la mano de alguien más.

Estaba orgullosa de cómo lo había criado en poco tiempo y estaba segura que daría todo lo mejor para que al pequeño Peter no le faltase nada, pero aún así algunas lágrimas pedían a gritos salir de sus orbes al verlo correr, saltar e incluso saludarlo en la puerta del jardín de infantes.

Esa anormal mañana de marzo, es decir, anormal debido a las altas temperaturas por ser un mes tan neutro, despertó a May antes de lo previsto. 

El pequeño Peter caminó hacia la habitación de su tía y sin dudar se aproximó recostandose a su lado. Considerando que eran casi las 7 de la mañana y el niño ingresaba a sus clases a las 8, en cuanto despertó no dudó en alistarse y ayudar al niño.

Peter amaba ir al jardín y May amaba verlo tan feliz al llegar, sin embargo, todo cambió hace unos días atrás. 

Su mejor amiga, Michelle, había llegado a la escuela justo a tiempo. Ese día la lluvia era más fuerte que cualquier otro y, para su mala suerte, el espacio de estacionamiento era limitado. La madre de la niña tuvo que parar en cuadra enfrentada a la institución, saludó a la pequeña de cabello rizado y esperó a que no viniese ningún auto en su camino. Usualmente bajaba y acompañaba a su hija hasta la puerta del salón, pero por el horario sólo esperó a que la pequeña bajase. Es increible como todo puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos.

Al cerrar la puerta del auto, la escasa pero molesta neblina y la lluvia anularon su vista casi en su totalidad. 2 segundos, sólo 2 hubiesen hecho la diferencia en una situación así. 

El motor de un auto no tardó en aparecer y en cuanto Michelle quiso avanzar, el auto no pudo desacelerar su marcha. El estruendoso sonido del impacto y los desolados gritos de la madre de la niña no tardaron en llegar. 

En poco menos de 3 minutos, toda la escuela estaba allí. La ambulancia no tardó en llegar para llevarse a la inconsciente Michelle dejando a todos los presentes sin noticias sobre la infante.

May trató de explicarle a Peter por qué su amiga no estaba con él en los recreos. No fue fácil decirle que no vería a la niña en días, pero finalmente lo entendió. La madre de la pequeña avisó a la maestra el estado de su hija, contando que se encontraba en un estado de coma bastante delicado.

Peter estaba algo decaído, su tía lo notaba en su forma de hablar, falta de apetito e incluso en sus sonrisas, pero jamás dudaba en preguntar a su tía por su amiga. La extrañaba, pero May creía que llevar al niño a clases era una buena forma de distraerse.

Bajaron a desayunar como de costumbre y luego salieron hacia la escuela. El camino estaba repleto de risas y cantos, incluso juegos como contar o reconocer colores.

Al llegar, saludó a su tía frente a la puerta del salón y vio cómo era llamada por su maestra, a quien saludó antes de correr donde sus amigos.

-¿Sucede algo?- preguntó acomodando la campera de Peter que traía en su brazo.

-Peter, estos días ha estado más alejado de sus amigos que de costumbre. Incluso en clase de dibujo retrata a Michelle a su lado.

Dalia Negra- One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora