Isla.

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Es 2 de agosto, me he levantado a las 5 de la mañana porque tenía que coger un avión a las 7 para ir a pasar el resto del verano a casa de mis abuelos.
Ayer tuve la audición de ballet que tanto estaba esperando, fue alucinante y más alucinó el jurado al verme. Es satisfactorio tanto esfuerzo, al final da su fruto.
Mi padre se ha ido a Australia a una reunión de trabajo, luego irá a Inglaterra a seguir trabajando. A veces es frustrante no verlo a penas y no poder disfrutar de tiempo juntos, su trabajo me satura hasta a mí.

Estoy en el coche de mi abuelo con los auriculares puestos. Mi coche se ha quedado en Inglaterra y mi abuelo ya está con las batallitas de "Jamás nadie cogerá mi coche... Bla Bla bla"
Mi padre ha decidido que este verano tendría que estar con los abuelos en España, otra vez. Aquí es donde quiero estudiar dentro de dos años, cuando entre a la universidad... Con un año de adelanto.
Siempre se me ha dado muy bien estudiar, me gusta hacerlo aunque me lleve horas y me quite vida social, solo sé que quiero llegar a ser una buena cirujana especializada en crujía cardio torácica.
Y no pararé hasta conseguirlo.
Por lo visto en el sud de España, en Málaga, creo haber leído, hay un buen programa para estudiantes de medicina, tanto que sólo cogen a 3 en toda Europa, espero ser tan buena como para poder entrar.

-Abi- me dice mi abuelo con su acento tan raro del norte de España.
-Dime abuelo- le digo quitándome uno de los cascos de la oreja.
-Te decía, que cuando lleguemos, quizá podrías acompañarme y nos tomamos junto a tu abuela un refresco en el bar de al lado de la playa- me comenta algo serio.
-Abuelo, tengo que deshacer mi maleta, además, debería estudiar después- no muestro interés, porque no me gusta mucho venir aquí, es algo aburrido.
-Sólo digo que es el tercer año que vienes y no tienes ni un amigo, hija. Deberías salir a conocer gente-se preocupa por mi.
-No tendría que venir si padre no se fuera cada dos por tres de viaje de trabajo-frunzo el ceño porque quiero que se acabe esta conversación inmediatamente.
-Tu padre lo da todo por ti, Abigail. Y si tienes que venirte el resto del verano, te vienes y ya está- dice en un tono más alto de lo normal, como de costumbre. - Además, aquí no se está tan mal, solo tienes que salir un poco más de tu cuarto-suaviza al darse cuenta.
-Lo mio no es socializar, Abuelo- digo con un poco angustiada.

Y es cierto. Nunca se me ha dado bien hacer amigos. Soy de aparente serio y si no conozco a alguien, suelo estar callada por miedo a cagarla.

-Siempre puedes intentarlo- nos miramos y me sonríe. Y yo le devuelvo la ronrisa para que no se sienta mal. - Mira, mañana hemos quedado a comer con unos amigos, creo que ya los conoces, se llaman Flor y Javier, creo que sus nietos están aquí, en Isla. Son más pequeños que tu creo recordar, pero si vienes, los podrás conocer y tendrás a gente con quien salir- noto su voz con algo de esperanza y convencimiento, pero a mí no me convence cualquiera.
-Basta ya abuelo, yo soy así, ¿Porqué no me aceptáis tal y como soy? No quiero conocer a nadie. Quiero entrenar y estudiar. Y ya está la conversación- acabo alzando yo también el tono.

Mi abuelo no responde, sube el volumen de la radio y continúa conduciendo, mirando adelante como si está conversación no hubiera existido.

Hemos llegado a casa, mi abuela Charlotte ha tratado de convencerme para ir con ellos a comer, pero he continuado andando hasta mi cuarto y he cerrado la puerta detrás de mi.
Me siento en la cama, me tapo los ojos y los apreto con fuerza para aliviar el cansancio que tengo encima.
Me recuesto sobre la cama y me quedo dormida.
Al despertar, estaba tapada con una manta fina que me trajo mi padre de Bali hace dos veranos. Ojalá poder disfrutar más mi tiempo con él.

Me despierto con la luz que entra por la ventana. He dormido demasiado, pero estaba muy cansada. Me quedo mirando al techo, suspiro y me pongo de pie.
Son las ocho y media de la mañana.
El fresquito del norte de España entra por la ventana, me pongo un batín súper finito de color cobre y bajo las escaleras despacio para no despertar a nadie, pero que digo, si mis abuelos siempre están despiertos a estas horas.

-Buenos días-les saludo con un beso.
-Buenos días, hija. Pensé que te habías muerto ahí dentro, llevas durmiendo desde las cuatro de la tarde de ayer- ríe mi abuelo.
-Sí, he tenido unos días bastante ajetreados antes de venir, estaba muy cansada- sonrío cogiendo una taza de leche caliente que me prepara mi abuela siempre al levantarme.
-Muy bien hija, lo importante es que estés descansada-me dice mi abuela con una sonrisa tratando de entrar en mi corazón con más de mil caparazones por encima.
-Voy a ir a vestirme y a entrenar- le devuelvo la sonrisa algo forzada.
-Vendrás hoy a comer a casa de Javier y Flor,¿Verdad? - dice mi abuelo con algo de esperanza.
-Ya te dije ayer que no abuelo, tengo cosas que hacer. Ya me pasaré en otro momento a saludarlos- le grito desde las escaleras- estaré en la habitación del espejo.¡No me molestéis! - me quedo parada esperando una respuesta.
-Esta niña... Nunca aprenderá Charlotte, así, ¿Cómo va a conocer a alguien en su vida? - suspira mi abuelo con mucha pena en sus palabras.

Me giro, agacho la cabeza y me voy a ponerme las bailarinas y el maillot.

He estado bailando dos horas, me he duchado y ahora estoy estudiando porque me encanta adelantarme a las clases. No he dejado de pensar en mi abuelo y en sus palabras.
Estoy sentada en la cama, con mi MacBook, todos mis libros abiertos, una libreta en el regazo y un bolígrafo entre los dientes cuando mi abuela toca a la puerta y le doy paso.

-¿Estás segura de que te quedas? - entra para sentarse en el poco espacio que hay en la cama y colocarme un mechón detrás de la oreja.
-Sí abuela, necesito estudiar- agacho la cabeza y vuelvo a mirar al libro.
-Recuerda que debes disfrutar también- me da un beso en la frente, se levanta y se va.

Hace media hora que se han ido. He dejado los libros tirados por ahí. No puedo dejar de pensar en las palabras de mis abuelos.
No quiero defraudar a nadie.
Abro mi maleta, porque no la he deshecho, cojo unos pantalones campana, un top de Calvin Klein y unas sandalias de plataforma. Me peino mi pelo corto, cojo un bolso, mi iPhone y salgo mientras llamo a mi abuela para avisarle que iré a comer.

Espero no quedar muy mal.

Life HaackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora