20: Malentendido

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—Si quieres dormir, tienes que quitarte la ropa—. Mu Hanzhang empujó impotente a la persona que estaba sobre él.

—Entonces te ayudaré a quitártela—. Jing Shao, quien originalmente estaba acostado instantáneamente recuperó su energía, se sentó y comenzó a quitarle la ropa a la persona debajo de él.

—Lo... Lo haré yo mismo—. Mu Hanzhang se apresuró a apartar la mano que tiraba de la faja de su cintura.

Jing Shao sonrió al escuchar esto. Bajó la cortina, se sentó a un lado y fijó los ojos en el otro, mirándolo atentamente.

La cara de Mu Hanzhang se tornó aún más roja, y rápidamente se quitó su túnica exterior y se metió entre las colchas. Jing Shao encontró divertida su reacción, y también se quitó la ropa, para envolverse dentro de las mantas. Luego tomó a la persona en sus brazos y le besó la frente.

Xiao Yuan le dijo que en este tipo de situación, debe ser amable en su trato hacia su esposa masculina y respetarlo. Besar era más efectivo que tocar al azar, porque de esa manera no lo incomodaría. El beso de Jing Shao bajó desde la frente, hasta las cejas, para luego ir a la fría punta de su nariz y finalmente a los suaves labios. La persona en sus brazos cerró nerviosamente los ojos, pero no se resistió.

Jing Shao siguió este método y descubrió que realmente era efectivo. Luego abrió suavemente la túnica interior dejando un pecho tan blanco como la nieve. La luz fuera de la cama no se había apagado completamente y, con la ayuda del ligero brillo que viajaba a través de las cortinas, se podía ver claramente el delicado nudo de manzana de Mu Hanzhang y la elegante forma de su clavícula. Inclinándose, Jing Shao besó hacia abajo, para seguir por su barbilla y terminar lamiendo su nevado cuello. Esa linda manzana de Adán se deslizó hacia arriba y hacia abajo. Jing Shao levantó las comisuras de su boca y continuó bajando.

Su pecho blanco era delgado, pero no era tan débil como se lo hubiera imaginado. En cambio, tenía líneas fluidas de hermosos músculos y dos pezones de color rosa que se mostraban tímidamente. ¡Tan hermosos que realmente quería tocar! Jing Shao tragó su saliva y se acercó para succionar una de esas tiernas perlas rosadas.

—Um...—. Mu Hanzhang se mordió el labio inferior. La sensación de hormigueo y picazón se extendió por todo su cuerpo haciéndolo temblar. Quería alejar a esa persona, pero con estos suaves movimientos, podía sentir la ternura que Jing Shao emanaba hacia él. Por lo que sólo podía agarrar con fuerza a las sábanas, diciéndose a sí mismo que debía aguantar un rato, un poco más para dejarlo satisfecho. Dejó que esa situación difícil de soportar, pero a la vez tan cómoda, atacara a su propio cuerpo una y otra vez como si fuera una marea nocturna.

Sintiendo que la persona debajo de él le permitió aquel movimiento, Jing Shao no pudo evitar emocionarse aún más, sosteniendo dicho pezón en su boca y mordiendo suavemente.

—Ah... Um—. El cuerpo de Mu Hanzhang comenzó a temblar ligeramente, y la sensación excesivamente intensa hizo que su espalda se arqueara.

Jing Shao, al recibir este ligero gemido, no pudo evitar estar fuera de sí por la alegría. Por lo que extendió su mano para explorar ese cuerpo hacia abajo.

—Um... No...—. Mu Hanzhang se despertó de su trance instantáneamente, se encogió de repente, abrió los ojos y miró a la otra persona y lo alejó de una manera aturdida y temorosa.

Los dos se miraron el uno al otro por un momento, y Mu Hanzhang, quien estaba medio apoyado, bajó la cabeza avergonzado. Jing Shao estaba atónito por este cambio repentino, repentinamente perdió el interés, secretamente enojado por su impaciencia. Suspiró, se dio la vuelta y se acostó, de cara a la pared.

El flautista y el vaqueroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora