58: Traición

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Mu Hanzhang sonrió, pero no dijo nada. Y así, sólo sostuvo la carta con una mano y comenzó a leerla. Después de leer dos líneas, recordó que era una carta privada entre hermanos. Por lo que se volvió para mirar a Jing Shao, y lo encontró felizmente jugando con su otra mano, así que solo sacudió su cabeza con impotencia.

—Por cierto, ¿me has dicho qué hay en la segunda bolsa de brocado?—. Jing Shao apretó aquella brillante mano de jade y jugueteó con ella por un momento. Sintiendo que realmente se veía bastante deliciosa, no pudo evitar llevársela a la boca. Cuando vio a su Wang Fei mirarlo por encima, rápidamente soltó su mano con timidez y buscó algo que decir.

—¡Miau!—. El pequeño tigre se despertó al pie de la cama y agarró la colcha. Y la mano que Jing Shao acababa de dejar fue abrazada por la bola de pelo.

Con sus dedos moviendo la cabeza del pequeño tigre, Mu Hanzhang ocultó sus manos en el interior de la colcha y rió entre dientes: —Eso es solo una preparación. Si Zhao Meng no cayera en la trampa y atravesara la puerta en el Paso como debería haberlo hecho, naturalmente batallaría durante todo su camino, así que no tendría tiempo para revisar la bolsa de brocado.

¡Es por eso que a Zhao Meng se le dijo repetidamente que no abriera las bolsas por adelantado, porque las dos estrategias se contradecían entre sí!

—Hii...—. El pequeño tigre no pudo encontrar la mano de su amo, por lo que agarró la mano de Jing Shao y la mordió. A Jing Shao le dejó una dolorosa mordedura. Cuando pellizcó la boca del tigre y retiró su mano, vio que había una pequeña marca de diente más que se había vuelto azul en su pulgar. —¿Ah? ¿Te creció otro diente? Extendió su mano y trató de abrir la peluda boca para ver si es que había más dientes.

Mu Hanzhang tiró de la mano de Jing Shao y acarició al área en la que había sido mordido. —No dejes que te muerda; si se lo permites, te enfermarás—. Los ancianos solían decir que ser mordido por animales salvajes era realmente desafortunado, ya que se podían contraer enfermedades incurables.

Jing Shao le dio la vuelta al pequeño tigre para que estuviera boca arriba, y así pudiera agarrarle sus cuatro patas, y no le permitió huir.

—¡Miau!—. El pequeño tigre estiró su cabeza para morder a Jing Shao por su insatisfacción, pero igual no pudo alcanzarla de todos modos. Estaba tan ansioso que su larga cola seguía dando vueltas sobre la colcha.

Después de darle una lección al tigre, Jing Shao continuó con lo que acababa de decir: —¿Y qué sucede si Zhao Meng atravesó el Paso y ha leído lo que dice en la bolsa de brocado?

Mu Hanzhang tomó al pequeño tigre que estaba haciendo una rabieta por ser intimidado y lo palmeó para apaciguarlo. Luego lo colocó boca arriba entre sus piernas y suavemente rascó su vientre: —¿Crees que Zhao Meng puede entender esas palabras? Para cuando regresara, ya habría preparado una excusa para responder.

"El mar del sufrimiento no tiene límites; vuelve atrás y ahí está la orilla". Para que se entendiera el mensaje primero la persona tenía que sufrir. Sin embargo, si tuviera un viaje tranquilo, alguien tan decidido como Zhao Meng definitivamente estaría demasiado impaciente para adivinar el trasfondo del mensaje.

—...Jun Qing, tú...—. Jing Shao se quedó sin habla de inmediato. Esto era demasiado engañoso. Era absolutamente afortunado que la admiración de Zhao Meng por el asesor fuera ciega.

Cosquilleado cómodamente, el pequeño tigre se frotó contra la colcha y se quedó dormido con el estómago hacia arriba. Mu Hanzhang sonrió y apoyó su cabeza en el hueco del cuello de Jing Shao: —Por eso, desde la antigüedad, las palabras de los asesores nunca se han transmitido en su totalidad. Los supuestos secretos no deberían de ser revelados, pero en realidad esa frase les servía, porque ni ellos estaban seguros de todo—. De alguna manera, los asesores militares no eran diferentes a los adivinos.

El flautista y el vaqueroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora