Gu Huaiqing estaba parado en la torre, mientras miraba al orgulloso Cuarto Príncipe, y lentamente curvó sus labios.
—¡Rey, permítale a estos generales el ir a ponerle un fin, con tres golpes definitivos, para vencer a este mocoso que se orina en los pantalones por el miedo!—. Todos y cada uno de los generales que se ubicaban a un lado estaban ansiosos por entrar en acción, y miraban al Cuarto Príncipe como un grupo de lobos que observan a una carne, sin cesar.
—Silencio—. Gu Huaiqing extendió su delgado dedo índice sobre sus pálidos labios. —Este es un Príncipe, no hables con un lenguaje tan vulgar.
—Rey, ¿qué debo decir entonces?—. El general parpadeó.
Gu Huaiqing lo miró y le dio una palmada en la cabeza: —¿Qué puedes decir? Si no se lucha para ganar, entonces no habrá pollo que comer para esta noche*.
—¡Sí!—. El general le dio una palmada de una alegre manera y salió corriendo.
El informe de la batalla de Jiangnan no había sido enviado a la capital, y en la corte imperial todos estaban ocupados discutiendo sobre asuntos marítimos en esos días.
—El comercio marítimo tiene una larga historia. En la anterior dinastía hubo una orden de prohibición en los asuntos en el mar, pero esta aún continúa. Sólo porque los comerciantes obtienen grandes ganancias, es prueba de que el comercio marítimo es rentable hasta el punto de que se puede estar dispuesto a poner vidas en peligro—. Mu Hanzhang estaba de pie en el centro del salón principal, su voz era fuerte, pero sus palabras eran claras, y no se apresuró a decirlas ni disminuyó su velocidad. En la sala de la corte donde se puede escuchar el sonido afilado de una aguja caer, palabra por palabra, esa voz se propaga claramente hacia los oídos de todos: —Esta persona piensa que el bloquearles el paso no es tan bueno como el despejarlos de obstrucciones.
Los estatutos del Marqués Wen Yuan se habían copiado durante unos minutos, y los ministros más importantes de la corte también los han podido leer. Ante ello, enumeraron detalladamente la comparación de precios entre las monedas de oro del extranjero y los productos de Dachen. Lo más emocionante era el establecimiento de un impuesto marítimo. Con tan enormes ganancias, la corte imperial sólo necesitaba establecer puertos para mantener el orden y así recaudar grandes impuestos De esta forma, la recaudación tributaria anual de la tesorería podía llegar a aumentar al menos un 10%.
—Este ministro cree que este método es factible—. El Ministro de Hacienda fue el primero en defender la reconsideración. Como la persona que administra los libros de contabilidad de la tesorería, naturalmente sabe cuánto beneficio puede traer esto a la Dinastía: —En los últimos diez años de guerras continuas, hay una desesperada necesidad de llenar el tesoro nacional, y el impuesto marítimo acaba de resolver la urgente necesidad.
—El establecimiento de un puerto traerá inevitablemente las miradas indiscretas de la gente, y debemos aumentar la fuerza de protección de los comerciantes marítimos a lo largo de la costa. Esto requiere de mucho tiempo y trabajo, así que este ministro cree que este asunto es cuestionable—. El Ministro de Guerra discrepó.
—Si se desea permitir el comercio marítimo, se deben establecer las leyes correspondientes. Estas también se mencionan en los estatutos del Marqués Wen Yuan, pero este ministro cree que no están lo suficientemente detalladas—. El Ministro de Justicia habló.
—Si se desea abrir un banco, se debe establecer una oficina del gobierno; además, de reestablecer el salario oficial—. El Ministro de Asuntos Sociales no dijo objeciones ni dio su consentimiento, sino que sólo planteó las cuestiones correspondientes en las cuales él era responsable.
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El flautista y el vaquero
RomanceLa esposa es lo primero, el país es lo segundo y el marido es de menor importancia. Toda su vida se la pasó montando un caballo de guerra y cumpliendo meritorios servicios militares. ¿Pero cuál fue el resultado? Al final, fue dejado de lado una vez...