82: El Banquete Qiong Lin*

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Mu Hanzhang frunció su ceño cuando lo vio cambiar nuevamente de tema, y lentamente usó su pulgar para jugar con uno de sus mechones de cabello: —Si quieres ver al ganador del Examen Imperial, puedes hacerlo después del desfile, en el Banquete Qiong Lin, ¿entonces por qué te molestas en verlo con amargura desde el suelo?

—¿No es eso diferente?—. Jing Shao tomó aquel mechón final en su mano e intercambió sus dedos.

Mu Hanzhang se divirtió con su comportamiento infantil y sacudió su dedo: —No es normal dejarte tocarme, ¿entonces por qué me molestas cada vez que tomo un descanso? Los jóvenes son codiciosos y los ancianos sufren.

—No es algo malo para mí, quién te hace ser tan atractivo...—. Jing Shao se apoyó en la almohada de su Wang Fei y le susurró.

Mu Hanzhang movió sus manos y apartó a la caliente cabeza ajena: —Habla bien, mantienes a esa gente, ¿qué quieres hacer con ello?

—¡Miau!—. Xiao Huang vio los movimientos de su dueño y siguió el rostro de Jing Shao con sus patas. Luego, las suaves palmaditas de la almohadilla de carne en su rostro, y el pelaje de sus garras que iba presionando su nariz, provocaron que Jing Shao estornudara nuevamente.

Jing Shao agarró la piel del tigre y lo metió en la colcha, luego presionó la sábana para evitar que pueda huir de allí: —Es sólo para que se puedan ir preparando, y no los usaré si no tengo que hacerlo.

—¿Qué estás planeando?—. Mu Hanzhang no tenía la intención de dejarlo ir tan fácilmente. Ese ejército privado era un oculto y costoso peligro, tampoco es un último recurso y realmente no hay necesidad para correr ese riesgo.

Jing Shao miró hacia abajo y suspiró: —He peleado en tantas batallas a lo largo de los años, desde el noroeste al sureste. No he perdido ninguna batalla, tampoco he perdido una ciudad, y he abierto el territorio para Dachen por miles de millas. Si fueras mi padre, ¿qué pensarías?

Mu Hanzhang estaba atónito: —Quieres decir que...

Los astutos conejos mueren, los perros corriendo preparan su alimento, los pájaros fallecen, y el arco se esconde*. Los monarcas de las dinastías pasadas rara vez trataban con tolerancia a los generales con alto poder, pero Jing Shao es un Príncipe Imperial, ¿acaso aún así no podría escapar de las sospechas ajenas?

—Para que mi hermano esté en el trono, debo tener parte del poder militar en mi mano, preferiblemente de parte de Jiangnan. No sé cuántos años llevará este asunto, y durante este período, no sé qué cambios ocurrirán. Por lo que siempre tenemos que tener una salida para los dos—. Jing Shao suspiró. Lo que había sucedido en su vida anterior de que había devuelto su poder militar como sacrificio nunca debía volver a suceder. E incluso en el peor de los casos, también debe proteger exhaustivamente a Jun Qing.

Mu Hanzhang levantó sus ojos para mirarlo, con el temperamento del Emperador Hong Zheng, incluso si ahora favorece a Jing Shao, una vez que haya un poco de acción que llegue a amenazar al poder del Emperador, es posible que el brillante Monarca destruya a su hijo sin siquiera dudarlo. Él había nacido en la casa del Emperador, pero ya había perdido la protección de su madre, y no tiene lugar para volverse Emperador, por lo que seguramente por ello el corazón de Jing Shao siempre estaba intranquilo.

Al ver la preocupación que había aparecido en el rostro de su Wang Fei, Jing Shao le sonrió y apretó su cara: —No te preocupes, esto es por si acaso, hasta ahora he sido cauteloso, y por ningún lado llegaremos hasta ese punto.

Mu Hanzhang lo miró en silencio, y se inclinó lentamente hacia él para dejarle un suave beso en aquella comisura de esa risueña boca ajena: —No te preocupes, yo estaré apoyándote.

El flautista y el vaqueroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora