49: Volviendo al Campamento Militar

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—Tsk, ¿qué Rey de la Montaña?—. La robusta señora se levantó y trituró un poco de carne picada del bloque de madera para que comiera el pequeño cachorro de tigre. —Su familia decayó en la generación de su abuelo.

—El físico del hermano Hao es muy adecuado para las artes marciales, pero sólo puede matar cerdos. ¿No crees que eso es una pérdida de talento?—. Mu Hanzhang se sentó en el banco de madera del patio, tomó a un trozo de carne y se lo puso en la palma de su mano para que lo comiera el pequeño tigre.

La señora lo miró y le dijo enojada: —Ese necio testarudo siempre me escucha para todo, menos en eso. Le dije que hiciera el examen de artes marciales, pero obstinadamente se negó. El sólo saber matar cerdos. ¡Es realmente inútil!

Los labios de Mu Hanzhang se curvaron suavemente cuando escuchó eso. Esta mujer parecía bastante grosera, pero en realidad era muy perspicaz. Ella sabía hace mucho tiempo que habían venido a persuadir a Hao Dadao, y lo había dejado entrar para lavar a su pequeño tigre, pero en realidad, era con la intención de aconsejarles de que no insistieran más: —Efectivamente, la hermana mayor es una persona razonable. Sin embargo, el mundo cambia rápidamente ahora. Ese ex general era de la familia Hao, porque el Emperador anterior siempre los elogió mucho y no trató a la familia Hao como traidores. Además, el hermano mayor Hao nació en la dinastía Dachen, así que, naturalmente, es una persona de la dinastía Dachen y puede hacer contribuciones usando su propia capacidad.

Al escuchar esas palabras, la regordeta señora miró al pequeño tigre mientras comía, pero no le respondió.

El pequeño tigre sacudió su empapado pelaje y se aferró a ese trozo de carne mientras comía extremadamente feliz. No le habían crecido todos los dientes, por lo que solo quedarían lugares vacíos después de sus mordeduras, así que tenía que cambiar constantemente de dirección y morder nuevamente.

Mu Hanzhang no lo molestó cuando vio que estaba comiendo felizmente. Simplemente extendió la toalla de tela y dejó que el sol brillara sobre el pequeño cuerpo con el fin de secar su pelaje: —La hermana mayor es muy trabajadora y ahorrativa en el manejo del hogar; después de toda una vida, es posible que acabe siendo solo un rico carnicero. No sé si la hermana mayor lo ha pensado antes, pero si tienes herederos en el futuro, ¿los harás también carniceros?

Al escuchar eso, la regordeta dama no pudo evitar enojarse de nuevo: —Lo regaño todos los días por eso, incluso si solo se convierte en un oficial, ¿no tendrían acaso mis niños alguna esperanza en el futuro? Si tenemos un hijo, genial: aún puede ser carnicero. ¡Pero si tenemos una hija, nadie se atreverá a casarse con ella!

—La hermana mayor también debe conocer la intención de nuestra visita. Wang Ye es un hombre que aprecia el talento. Hoy en día, si los militares que no nacieron en familias aristocráticas quieren tener éxito, es mejor seguir a Wang Ye—. Mu Hanzhang sostuvo al pequeño tigre que ya había terminado de comer en sus brazos y se acarició a sí mismo en su ropa.

—Uhm...—. El pequeño tigre yacía boca abajo en los brazos de Mu Hanzhang. Al principio se había resistido, pero cuando esa mano suave y delgada acarició su pelaje una y otra vez, gradualmente se fue calmando; y, pronto, el pequeño cachorro de tigre, que había estado asustado, se quedó dormido profundamente.

Al ver que la hora había pasado, Mu Hanzhang vio que ya era hora de irse; cuando se trataba de algunos casos, decir demasiado en realidad no era bueno. Por lo que se puso de pie con aquella bolita de pelo en sus brazos: —Wang Ye no insistirá más en este asunto, pero realmente sería una lástima dados los talentos del hermano Hao, ya que Wang Ye vino especialmente por él hasta aquí. Y es porque el ejército está marchando ahora mismo que no podemos demorarnos demasiado, así que nos iremos mañana. Si el hermano mayor Hao realmente no quiere acompañarnos, está bien—. Después de que Mu Hanzhang terminó de hablar, puso una pieza de plata en la silla de mimbre por haberlo ayudado a bañar al pequeño tigre y por esa carne picada que le otorgó. Sin esperar a que la señora le dijera algo más, se dio la vuelta y se fue.

El flautista y el vaqueroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora