[Volumen II] 40: El campamento del ejército

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Cuando Mu Hanzhang se despertó, el sol ya estaba alto en el cielo.

Su cuerpo se sentía como si se estuviera desmoronando; por ello, batalló hasta para poder abrir sus ojos, y en todas partes el dolor era tan inmenso que le provocaba que temblara sin parar. Mu Hanzhang pensó entre su aturdimiento, Jing Shao, ese bastardo, ¿cuántas veces se lo hizo anoche? Sin embargo, solo recordaba que cuando se desmayó por el cansancio, aquella persona aún seguía encima de él, dando vueltas a su alrededor.

Escuchó el sonido de las ruedas de madera rodando sobre piedras y sus largas y delicadas pestañas empezaron a temblar. Poco a poco abrió su par de brumosos y hermosos ojos. Entre su aturdimiento, Mu Hanzhang miró fijamente por un momento. Sintió que hoy, el techo del dosel de la cama se veía extraño, como si fuera el techo de un carruaje... ¡El techo de un carruaje!

Solo entonces Mu Hanzhang se dio cuenta de que algo andaba mal y luchó por levantarse. Pero, el dolor de su cintura le hizo fruncir su ceño y tuvo que apoyarse contra la pared del carruaje.

El diseño del carruaje era muy elegante, con una alta plataforma, que ocupaba la parte inferior del transporte y estaba cubierta con cojines gruesos y suaves, sobre una gran capa de esteras de jade para dormir. La estantería y los pequeños rincones estaban incrustados en las paredes del carruaje, y en ellos se habían colocado varios libros junto a un quemador de incienso. En el hueco frente a la puerta, había una mesita y sus zapatos. Y sobre la mesita se podía observar un frasco de agua y dos tazas.

Debajo de su cuerpo se podía ver que estaba una cómoda alfombra de jade, y a su alrededor se podía observar que habían varias almohadas de diferentes tamaños, y cada una de ellas estaba cuidadosamente envuelta también en una capa de alfombra de jade. Mu Hanzhang entrecerró sus ojos ligeramente y extendió su mano para levantar las cortinas de tul de color claro. ¡Y vio a un hermoso caballo negro afuera del carruaje, y sentado en él estaba Wang Ye que ya debería haberse ido al campamento del ejército!

Jing Shao estaba montando a Xiao Hei de una manera refrescante y animada. Claramente él había disfrutado al máximo de la noche anterior, lo que le había hecho levantarse tarde. Pero aún así, no podía soportar despertar a Jun Qing, quien estaba durmiendo profundamente, por lo que lo llevó directamente a su carruaje y le entregó los asuntos de su Palacio a Duo Fu y al Sr. Yun, quienes arrugaron sus caras ante ese comunicado tan despreocupado de Jing Shao. Aún así, satisfecho consigo mismo, Jing Shao llevó a su Wang Fei al campamento del ejército a cincuenta millas al sur de la ciudad.

Y de repente sintió una mirada que iba dirigida para él. Jing Shao giró su cabeza para mirar al interior del carruaje y vio a la hermosa cara de Wang Fei aparecer en la ventana. Por lo que rápidamente le hizo señas al conductor para que se detuviera, luego saltó de Xiao Hei e irrumpió en en el carruaje.

—¿Despierto?—. Jing Shao se rió y le entregó una taza de agua con una sonrisa.

Mu Hanzhang no la tomó, sino que se apoyó contra la pared del carruaje y lo miró en silencio.


—Cof, cof, no actúes así—. Como objeto de esa fría y encantadora mirada, Jing Shao se sintió un poco débil. Por lo que, se quitó sus zapatos y subió a su lado, arrojando a una gran almohada para acurrucarse y abrazar a su Wang Fei, cuyo cuerpo seguía adolorido por todas partes, y debido a ello, lo dejó apoyarse en él. Y tratando de complacerlo, le llevó esa pequeña taza a los labios ajenos. —Bebe un poco de agua primero, Yun Song entregará la comida pronto.

—¿A dónde me llevas?—. Mu Hanzhang no se resistió a él en todo este tiempo, lo cual era bastante raro, y bebió obedientemente todo el contenido de la pequeña taza de agua, que le entregó Jing Shao, pero todavía lo miraba en silencio.


El flautista y el vaqueroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora