Capítulo 46

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Los labios de Karlie eran tan perfectos como los recordaba. Suaves y con ese toque dulce que la enloquecía. Pero sobre todo la forma en que la besaba, lento pero decidida, tierno pero firme.

Taylor había extrañado tanto sus besos, su contacto, sus caricias, la forma en que ambas se amoldaban casi al punto de fundirse una con otra. Karlie tenía razón, ella moría de ganas de besarla y la besaría siempre que pudiera, sin pedir permiso, sin avergonzarse.

Debía ser honesta consigo misma y la verdad era que el odio que le había guardado a Karlie no era más que amor disfrazado de dolor y sufrimiento. La había extrañado, cada día, cada mes, cada año, y era casi imposible olvidarla cuando veía sus ojos en los ojos de sus hijas, sus expresiones en las de ellas, todo.

Había sido broma tras broma del universo riéndose en su cara. Karlie había sido su todo y una vez que no estuvo, la dejó con aquel par de angeles que desbordaban semenjazas.

Claro que la había culpando, porque odiaba que no hubiera regresado por ellas, porque la amaba, porque cada día esperaba verla de nuevo. Pero todo eso se esfumó cuando Karlie la besó la primera vez.

Un analgésico que curo años y años de autocompasión, de rencor y soledad. ¿No era todo lo que había querido? A Karlie de vuelta, ¿pidiendo perdón y otra oportunidad? Diciendo que la amaba. Que jamás hacia dejado de hacerlo...

Ella tampoco lo hizo, como le había dicho, ambas habían fallado pero ahí estaba, con su estúpida mirada hipnótica que los años solo habían atenuado más y más.

Cuántas veces no rememoró esos momentos. Deseándola aún en la distancia, en la incertidumbre.

En ese momento recordó donde estaba, en la sala de su casa con sus hijas cerca. Y por más que hubiera querido alargar el momento, no podía darse ese lujo.

Se separó un poco de Karlie, aunque está no quería separarse. La tomó aún más posesiva de la cadera casi sacándole un jadeo y se aventuró una vez más, acariciando y besándola al mismo tiempo. Taylor giró su rostro, más por miedo a que sus hijas la vieran, que por falta de ganas.

— Lo siento Karlie. Pero las niñas... — Aquello pareció devolver a la realidad a la castaña. Que la soltó a regañadientes. Solo habían sido unos segundos pero parecían tan agitadas, Taylor  trataba de recordar cómo respirar con normalidad.

— Creo que ya quiero mandarlas a clase de ballet o piano. — Ambas sonrieron y se obligaron a recomponerse.

— ¡Karlie!

— Es broma —. La castaña llevó su mano hasta la mejilla de la rubia. — No sabes lo bien que me siento Tay...

— Creo que hago una idea —. Las ganas aún estaban presentes, sus miradas dejaban al descubierto lo que sentían. Ya no podían ocultarlo ni querían.

— Lo que daría porque me invites a quedarme de nuevo en tu habitación —. Taylor se puso roja recordando aquella vez.

— Sabes que no es así de sencillo —. La oyó bufar.

— Odio cuando dices eso.

Últimamente había aprendido que Karlie salía de sus casillas más rápido de lo normal. Se irritaba con facilidad y apretaba sus puños luchando contra un impulso que trataba de dominarla. Su voz se alzaba y su expresión se endurecia.

— Hey Karls.— Taylor trataba de mantenerla calmada, no había dicho nada malo, también estaba descubriendo que era muy impaciente.

— Creo que ese no es así de sencillo, le hace demasiada competencia al típico tenemos que hablar —. Pasó la mano por su cabello revolviendolo. Aquello sólo hacia que Taylor pensara en lo sexy que se veía.

Siempre Y Desde SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora