Capítulo 12

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Calle sexta, calle sexta, calle sexta.

Karlie la repetía en su cabeza como si de un momento a otro hubiera la posibilidad de que se le pudiera olvidar.

Inmediatamente después de que se despidiera de Cara había conducido hacia la dirección que la rubia le había dado.

Se alegraba de saber que Taylor había logrado su sueño y tenía su propia clínica veterinaria. Misma que había encontrado minutos después. Resultaba nostálgico para ella recordarlo, aunque en el fondo le hacía feliz. Taylor siempre había tenido ese amor por los animales, una vocación para ello, al igual que ella para la fotografía, que recordar las veces que platicaron sobre el futuro, el de ambas, el de uno juntas, resultaba muy doloroso.

Karlie estaba temblando, ya sabía dónde trabajaba Taylor, parecía irreal pero era cierto. No había sido difícil dar con la dirección, Karlie recordó que era cerca de ahí donde la había visto la primera vez caminando a lo lejos. El verdadero reto era entrar ahí y encontrarse con ella ahora. No se creía capaz. Las lágrimas se resbalaron por sus mejillas sin avisar, se sentía impotente, frustrada.

Cara dijo que debía hablar con ella, al parecer Taylor debía decirle algo importante, y esa curiosidad la había llevado a estar aparcada frente a la clínica, sin embargo, también había dicho que Taylor no quería verla, y eso le aterraba a la ojiverde. No quería ser rechazada por Taylor. Y era inevitable que eso sucediera.

Por eso Karlie se marchó. No estaba lista aún. Debía pensárselo mejor.

Taylor.

Todo lo que podía pensar, era ella. Lo que sería de su encuentro. ¿Debía agendar una cita? ¿Llegar de improviso? Sabía que si la ahora veterinaria no quería hablar con ella jamás estaría de acuerdo en ofrecerle una cita, pero también sabía que sería una impresión muy grande si llegaba de improvisto, lo más probable era que la rechazara ipso facto.

¿Qué debía hacer?

Esa era solo la primera cuestión. La segunda y más importante era lo que le diría.

Karlie quería decirle que la seguía amando, en el fondo quería que lo supiera y deseaba confesarlo, eso y muchas cosas más, una explicación de lo ocurrido siete años atrás, pero sabía que eso no era posible, ya le había advertido que a Taylor no le agradaría oír escusas, además pensaba que eso no serviría de nada, Taylor no iba a tomarle importancia a lo que tuviera que decir.

¿Qué iba a decirle entonces? ¿Iba solo a disculparse?

Ese era un tema con el cual no sabía lidiar, de por si se disculpaba por todo, incluso cuando no era su culpa, Lily la había regañado en varias ocasiones por eso. Era muy condescendiente. Pero por más condescendiente que fuera, no quería disculparse con Taylor.

No tenía por qué, aunque a ojos de Taylor eso pareciera. De igual forma lo había hecho y lo seguiría haciendo.

Sabía que terminaría haciéndolo de todos modos con tal de complacerla. Y eso la molestaba.

Todo era una mierda.

Se encontraba tras el retorno a su departamento, tumbada boca arriba en su cama, pensando, maldiciendo, pensando. Hablaba sola y para sí misma sobre las posibilidades, estaba frustrada. No paraba de darle vueltas a lo que le había dicho la amiga de Taylor.

Hasta esa mañana estaba más inclinada a dejar el asunto y partir sin más, pero Cara había logrado su cometido. Había sembrado en ella la semilla de la duda y ahora no había forma de que se fuera sin averiguar lo que sea que debía saber antes.

— ¿Ahora te has vuelto loca? —. Karlie levantó un poco la cabeza para ver a Lily quien se reía de ella apoyada en el marco de la puerta. Se dejó caer de nuevo para atrás con un bufido.

— Estoy pensando...

— Siempre estás pensando, me gustaría que en vez de eso me dijeras en que estás pensando específicamente...

— He visto a Cara hoy—. Lily tenía muy presente la cita de esas dos, pero no quería presionar sobre el tema.

— Ah sí, ¿Cómo ha ido? —. Preguntó interesada, al tiempo que se acercaba para acostarse justo al lado de la ojiverde.

— Bien, creo...—. Karlie estaba dudativa, recibió a Lily en la cama y se giró para abrazarla de lado, cosa que agrado a la otra castaña—. No lo sé.

— ¿Quieres hablarlo? —. Karlie negó con la cabeza.

— No ahora ¿sí? —. Miró suplicante a Lily y esta cedió con una sonrisa—. ¿Qué tal ha ido el trabajo?

— Ah ya sabes, estresante.

— A veces pienso que haces más que yo...

— ¿Es un chiste? ¡Claro que hago más que tú! —. Karlie rió ante el exagerado gesto de Lily—. Deberías subirme el sueldo Kloss...

— ¡Pero si te acabas hasta el mío!

— Por lo mismo, es justo—. Justificó Lily.

— Valla, y ni siquiera eres mi novia, no quiero imaginar cuando lo seas —. Lily se sorprendió por ese comentario, Karlie no se dio cuenta de cómo se había iluminado el rostro de Lily a causa de lo que dijo.

— ¿Cuándo lo sea? —. Cuestionó esperanzada, viendo a Karlie a la cara. Fue entonces cuando se dio cuenta de lo que había dicho.

— Eso espero Lily, te quiero, pero debes darme tiempo —. Lily entendía, y estaba dispuesta a esperarla el tiempo que fuera necesario.

— Por supuesto que sí —. Esta vez fue Lily quien se inclinó para besarla, a pesar de haberle correspondido Karlie no se sentía bien en esos momentos.

Karlie necesitaba relajarse un poco, no podía negar que la presencia de Lily era reconfortante, pero en el fondo sabía que no era suficiente, y se odiaba por eso. Pasaron el día acostadas, riendo, viendo películas y comiendo, lo agradeció tanto porque aunque fuera esa tarde, había despejado un poco la cabeza.

Al día siguiente sin haberle dicho nada aun a su amiga, la ojiverde se dirigió de nuevo a la dirección dada por Cara.

Aun no sabía qué hacer, pero estar cerca al menos era un gran avance, aunque aún no se atreviera a encontrarse con ella.

Eran alrededor de las nueve y media de la mañana, recordaba que Cara dijo que ella llegaba a las diez, y Karlie tenía la esperanza de verla al menos a lo lejos. Estaba decidida a verla, pero cada vez se sentía más ansiosa y nerviosa y flaqueaba.

De pronto se armó de valor y estaba por salir de la camioneta, sabía que si se lo pensaba mucho jamás llegaría a una solución, así que lo mejor en este caso era ser impulsiva.

Sabía que faltaba aun para que la rubia llegara, pero no podía permanecer en el asiento de la camioneta siendo atormentada por sus propios pensamientos, así que, si debía anunciarse y programar una cita o algo por el estilo lo haría, aun arriesgándose a que Taylor la rechazara.

De todos modos, por la forma en que lo hiciera, si la rubia ojiazul no quería verla, no cambiaría nada.

Ignorando el temblor de sus manos y piernas, el constante martilleo en su pecho y las náuseas, cruzo la calle y llegó a la clínica. Ahí se detuvo un momento y cerró los ojos, se obligó a tranquilizarse, y a echar fuera recuerdos de Taylor en el pasado que dolían. Iba a verla, y necesitaba fuerzas.

Siempre Y Desde SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora