Se sentía agotada, pero, al mismo tiempo, agradeció que Calista decidiera ir a verla y poder pensar en otra cosa que no fuera en Christopher y en cómo volvía a sentir que le estallaría el pecho al estar junto a él.
- ¡Estás más morena!
Rió, divertida por su entusiasmo, mientras una sonriente Julli les servía un pequeño aperitivo en el jardín trasero, donde corría una suave y agradable brisa.
- Teniendo en cuenta lo lechosa que soy, no era un reto.- contestó.
Su teléfono empezó a sonar y se sorprendió deseando que fuera Christos el que llamaba.
- ¿Sí?
- ¡Kassia!- oyó la voz de Holly al otro lado de la línea y sonrió- Me han dicho que Calista está allí, ¿me invitas a comer?
No podía evitar reírse con ella. Se parecía increíblemente a Lauren, con esa vitalidad tan abrumadora y ese desparpajo carente de timidez.
Volteó hacia su otra amiga.
- ¿Te apetece que vayamos a comer al centro?
- ¡Claro! Además, tengo algo que contaros.
Lo mejor que podía hacer era entretenerse y dejar de pensar en ese cretino que tenía por marido.
Se vistió con una falda de gasa blanca con vuelo, un top ajustado y unas sandalias de cuña rojas que se había empecinado en comprarse durante las cortas vacaciones. Luego, cogió el Mercedes que siempre usaba y fue junto con Calista a recoger a Holly, que las esperaba impacientemente en la puerta de su espacioso chalet, a pocos kilómetros de la entrada a Atenas.
- Me muero de hambre.- fue su saludo.
- Es injusto que comas tanto y no engordes.- se quejó Calista.
Holly rió, encantada, y le golpeó amigablemente el hombro mientras avanzaban con rapidez hacia el centro, sorteando las estrechas calles atenienses. El delicioso olor a la especiada comida tradicional griega se paseó frente a ella a través de las ventanas abiertas y su estómago gruñó en respuesta.
- Vamos a 'To kazáni', a estas horas estarán los chicos ahí.
Lo que le faltaba.
Aparcó en el parking que ellas le indicaron y caminaron un par de calles hasta su destino, un abarrotado restaurante con una gran terraza exterior y decenas de ejecutivos trajeados ocupando las mesas.
- Hace ya mucho que Cosmo y Neo trabajan con Christos, ¿no?- preguntó antes de llegar a la linde del local.
- Oh, sí, les contrató cuando estaban en la Universidad, casi a la vez que asumía el cargo, hará unos siete u ocho años.
Evitó una mirada sorprendida ante la respuesta. Hasta Holly y Calista sabían más de su marido que ella misma.
- Míralos, ahí están.- exclamó la primera con demasiado entusiasmo.
Varias mesas se giraron para mirarlas y empezaron los murmullos, acompañados de algún que otro silbido, lo que llamó la atención de los tres hombres de la última mesa, que voltearon para ver qué causaba tanto revuelo entre la mayoría masculina.
Los grandes ojos de Christopher atraparon los suyos con insultante facilidad.
- ¿Tenéis que ir ligoteando por donde pasáis?- protestó Neo con una media sonrisa.
- No podemos evitar ser tan divinas.
Según llegaron a su altura, dos camareros se apresuraron a colocar una mesa y tres sillas más para que pudieran acomodarse, cada una junto a su pareja.
- Vaya sorpresa.- dijo Christos sólo para ella, procurándola un rápido beso en los labios.
- Fue idea de las chicas.
Quería dejar claro que no era de las que iba a perder el culo por seguirle a cualquier parte, por muy obsesionada que estuviera con él. No era su perrito faldero y no lo sería nunca.
Pero, a pesar de su determinación de mantenerse fría con él, sintió su mano sobre el muslo bajo la mesa y perdió el hilo de sus pensamientos.
- Bueno, Kassia, ¿por qué no nos cuentas tú qué tal la luna de miel?- oyó preguntar a Cosmo, como si fuera un eco en su mente nublada- ya que tu maridito se niega a contar nada.
La observó en silencio, encantado por el tembleque de su cuerpo mientras acariciaba su suave piel bajo la falda.
- Si él se niega, no voy a ser yo la que hable- rió, esbozando un gesto irónico dirigido a él- ¿O quieres que me mande a dormir al sofá?
Sus amigos se carcajearon. Era increíble lo bien que había encajado Kassia en aquel grupo, o lo bien que encajaba en su vida, en general.
Estaba hecha para ser su mujer y lo sabía.- Dudo mucho que dejara que durmieras en otro lado que no fuera su cama.
- Cierto.- contestó automáticamente.
Un adorable sonrojo infantil tapó las pecas de su rostro.
Holly y Calista salieron en su ayuda con instantánea rapidez.
- ¿Por qué sois tan desvergonzados?
- Dejadla en paz, sois unos maleducados.
- No pasa nada, chicas.- contestó Kassia con una sonrisa- Ya aguantaba comentarios así cuando los conocí, no creí que hubieran cambiado.
Holly golpeó el hombro de su marido con un gesto de fingido malhumor.
- Tenía dieciocho años, ¡animales!
Dieciocho años y una sexualidad abrumadora de la que no era consciente, se recordó, deslizando los dedos por su piel algunos centímetros por encima de lo permitido socialmente bajo el amparo del mantel blanco.
- Bueno, dejaros de niñerías y vamos a pedir.- gruñó, llamando con un gesto a uno de los camareros que observaba la escena con una mirada divertida.
Kassia se inclinó hacia él y notó a la perfección cómo el fuerte bombear de la sangre en sus venas se hacía aún más palpable. Sólo se había acercado y ya se encontraba excitado e impaciente.
- Quita la mano de ahí.- dijo ella en un susurro íntimo
El tono sensual de su voz sólo empeoró su situación, lo que hizo que se removiera incómodo sobre la silla, intentando encontrar una postura con la que los pantalones del traje no le apretaran tan dolorosamente.
Ignorando su petición, subió aún más la mano, encontrando con un leve roce el encaje de su ropa interior.
- ¿Qué queréis de beber, parejita?
Kassia fue más rápida que él.
- Yo quiero una copa de vino, Moschophilero, por favor.
¿Quién se esperaría que una periodista de una pequeña redacción de Queens supiera distinguir de esa forma tan elegante tipos de vino?
- Oh, qué buena idea.- exclamó Neo- Ponga vino para todos.
- No, sólo para las señoritas, nosotros tenemos trabajo luego y hay que estar en plenas facultades.
Calista tampoco quiso alcohol y les sirvieron una gran jarra de agua con hielo junto con un par de copas de Skouros para Holly y Kassia, que se inclinó hacia delante sobre la silla para alcanzarla, provocando que su mano quedara perfectamente encajada entre sus piernas.
- Me encanta esta falda.- susurró en su oído.
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Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©
RomanceKassia Neville está desesperada, sólo hay una persona en el mundo que puede ayudarla a sacar a su irresponsable hermano pequeño del lío en el que está metido: Christopher Afrodakis, el hombre al que había jurado no recordar jamás. Lo que no sabe es...