En unas pocas horas daría por comenzada la fiesta de su pedida de mano y aún no se había movido un ápice de la cama en todo el día. Desde que Christos la había llevado a aquella maravillosa cala privada, no podía quitarse de la cabeza la imagen de él acurrucando a otras mujeres, a aquellas decenas de modelos con las que se le habían visto en las revistas del corazón.
Pero, ¿a mí qué me importa? Se preguntaba una y otra vez.
- Señorita Kassia, tiene que comer algo.- oyó por centésima vez a Julli detrás de la puerta de su habitación.
No pudo reprimir una sonrisa, se parecía tanto a su madre.
- Ya picaré algo luego.
- En cincuenta minutos vienen los estilistas, recuérdelo, señorita.
Asintió, aun sabiendo que nadie vería su gesto, y se acurrucó un poco más sobre sí misma. Acto seguido, cerró los ojos lo que parecieron dos minutos.
- Gynaika.
- ¿Uhm...?
- ¿Por qué no has salido de aquí en todo el día?
Sus párpados se alzaron automáticamente ante el reconocimiento de esa voz acariciando su oído. Christopher estaba tan cerca de su rostro que su aliento mentolado chocaba deliciosamente contra su piel erizada.
- No tenía ganas.- se oyó musitar.
Estaba tan absorta en aquellos grandiosos ojos marinos que no se percató del descenso de su boca hasta sus labios, que se mantenían entreabiertos de la sorpresa. Fue un beso intenso, pasional, húmedo. Christos la alzó hasta acomodarla sobre su regazo y presionó la mano libre su nuca para imposibilitar una posible huida.
Ella misma oyó el leve gemido que escapó de su garganta ante la sonrisa socarrona de él. Intentó deshacerse de su agarre, desprenderse de esos labios torturadores, pero sus brazos parecían columnas de mármol a su alrededor.
Dio un respigo cuando una de sus manos deslizó su calidez bajo el pequeño pantalón de dormir para agarrar con firmeza su trasero.
- Christos, no...
- Shhhh.- ronroneó él, apretándola aún más contra su cuerpo.
Sus besos cada vez eran más exigentes, y sus dedos ya se mostraban urgentes sobre la piel que la ropa dejaba al descubierto.
- ¡Ya están llegando los estilistas, señorita Kassia!
Un gruñido de desagrado salió de los labios de Christopher cuando la levantó para dejarla con suavidad en el suelo.
- Qué puta manía de interrumpir tienen en esta casa...
Se alzó, cuan largo era, junto a ella y la alzó unos centímetros del suelo para robarle un beso más.
- Ponte preciosa, que quiero ser la envidia de Atenas.- murmuró, apasionado, en su oído. – Y más vale que te comportes como debes.
Su gesto se torció automáticamente y se dirigió con rabia hacia el baño.
- No puedes ser más gilipollas.
¿Dónde narices se había metido? Ya estaban llegando los invitados y Kassia aún no había bajado. Podía reconocer que antes se había comportado como un capullo con ella, pero aún guardaba tanto rencor que a veces le inundaban las ganas de meterla en un avión de vuelta a Nueva York para no volver a verla nunca.
- ¡Christopher!- le llamó alguien a su espalda.- ¿Cuándo vamos a conocer a tu misteriosa prometida?
Era la millonésima vez que le hacían la misma pregunta, seguida de la misma respuesta por su parte:
- Debe estar a punto de aparecer, ya sabes lo que tardan las mujeres en arreglarse.
Todos le reían la broma, unos por simples, otros porque sabían que hacer la pelota a alguien de su posición nunca venía mal, y sólo unos pocos por auténtico afecto. Entre estos últimos sólo podría incluir a amigos de la infancia como Neo Lemonis o Cosmo Kokkalis. Ambos habían llegado a primera hora acompañados por sus mujeres, y rondaban a su alrededor impacientes por volver a ver a Kassia tantos años después.
- Cosmo, para ya, me pones de los nervios.- gruñó en dirección a su amigo.
- ¡Es que tengo tanta curiosidad! ¡¿Cómo está?!
Preciosa, estuvo a punto de decir. Pero en cambio se rio por su divertido acento. Había pedido a todos sus invitados que utilizaran el inglés durante la fiesta para que Kassia no se sintiera incómoda.
- Igual que hace cinco años, cállate ya.
Vio de reojo a Neo cogiendo por los hombros al tercero en discordia para llevarlo hacia la barra que había instalado en el fondo del enorme salón de recepción.
- Christos, la señorita Kassia ya baja.- le susurró Julli cuando pasó por su lado.
Se dirigió hacia las escaleras del hall para recibirla. Era un alivio que no hubiera nadie allí, pues su rostro se transformó en una máscara de asombro y admiración que pocas veces podría haberse visto en él.
- Agapi mou...
Kassia descendió con sorprendente desenvoltura los últimos escalones subida a unos altísimos tacones negros. Su largo vestido rojo se estrechaba en su torso para luego bailar alrededor de sus caderas con un divertido vuelo que descendía hasta el suelo.
- ¿Suficientemente elegante, señor Afrodakis?- preguntó ella con sátira.
- Preciosa.
Tomó su mano para apretar su pequeño cuerpo contra él.
- Mantente a mi lado, no quiero que te coman con los ojos.
Eso provocó una divertida sonrisa en ella, que rápidamente se fue como había venido.
- ¿Están mis abuelos?- inquirió Kassia mientras la conducía con el brazo en su cintura hacia el bullicio.
- Sí, llegaron hace un rato.
Sintió su cuerpo tensarse.
- ¡Kassia!
Cosmo y Neo se dirigían hacia ellos casi a la carrera, riendo como dos críos. Ambos abrazaron a su prometida, que sonreía encantada.
- ¿Cuántas veces tengo que deciros que no gritéis?- refunfuñó.- No montéis escándalo, nos está mirando todo el mundo.
- No finjas que no te gusta que te miren.- se carcajeó Kassia, dando un codazo bajo sus costillas.
- ¡Guau, estás estupenda!
Un latigazo de celos le golpeó al ver las miradas de asombro de sus amigos dirigidos a la despampanante silueta de su futura mujer.
- Eh, ir a buscar a vuestras fantásticas esposas, esta muchacha es mía.
Sus amigos se separaron discretamente sin dejar de reír.
- Menos mal que has vuelto, no sabes lo que te ha echado de menos este payaso.- oyó decir a Neo antes de desaparecer.- Luego resérvame un bailecito, eh.
- No digas idio...
Calló al ver que ambos se habían internado en el tumulto de invitados y se alejaban con miradas divertidas.
- ¿Me echaste de menos?
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Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©
RomanceKassia Neville está desesperada, sólo hay una persona en el mundo que puede ayudarla a sacar a su irresponsable hermano pequeño del lío en el que está metido: Christopher Afrodakis, el hombre al que había jurado no recordar jamás. Lo que no sabe es...