Intentó no gritar mientras la llevaba casi a la fuerza escaleras arriba hasta su despacho y cerraba la puerta tras él. Pero, en cuanto estuvieron solos, se desató una nueva tormenta.
- ¡Cómo te atreves a avergonzarme delante de nuestros invitados!- explotó Christos, dando vueltas por la habitación como un león enjaulado.
- ¡¿Y tú?! ¡Cómo te atreves a avergonzarme a mí delante de todo el país!
No había sentido tan ira nunca. Era como si su cuerpo y su boca tuvieran vida propia y no pudiera controlarlos cuando escapaba de sus labios algún improperio o se acercaba a su marido para golpear su duro pecho con rabia.
- Hicimos un trato, Afrodakis.- dijo, intentando recuperar algo de calma- Mi trabajo se basa en que la gente confíe en mí, en que se fíen de que lo que le estoy contando es cierto, les tengo que caer bien, y el que tu puta vaya diciendo esas cosas de mí en la prensa no me ayuda.
- No es mi puta.
Dios, sí que seguía viéndose con ella.
- Si tanto interés tenías en que esto pareciera un matrimonio de verdad, no sé por qué has consentido esto.
- ¡¿Te crees que puedo controlar la prensa mundial?!
Sus ojos marinos brillaban con una furia que la hizo retroceder, aunque continuó mirándolo con fijeza.
- ¡Por lo menos intenta no decirle esas cosas sobre nuestro matrimonio a una zorra que vendería a su madre con tal de salir en una portada!- exclamó.
No supo cómo reaccionar cuando Christopher acortó los metros que los separaban para agarrar su cintura y alzarla en brazos como si levantara una hoja de papel. Intentó echarse hacia atrás para evitar su siguiente paso, pero los labios feroces de su marido devoraron su boca casi con violencia.
Luchó durante unos segundos eternos, pero, finalmente, se dejó vencer con un suspiro de rendición que él aprovechó para deslizar la lengua contra la suya.
- No hablé con Fiona más de lo que viste.- le oyó musitar entre beso y beso.- Deja de ponerte celosa de cada mujer que se me acerque.
Fue como un puñetazo en el estómago.
- ¡No estoy celosa!
Su arrogante marido esbozó una media sonrisa.
- Sí que lo estás, ziliára gynaike mou.
- No sé qué has dicho, pero aunque suene precioso estoy enfadada contigo.- musitó, absorta en sus brillantes pupilas.
- Ya te he dicho que no hablé con ella.
Quería creerlo, pero le era imposible habiendo visto en directo cómo esas antiguas amantes se acercaban a él como mosquitos a la luz.
Le apartó con las manos en el pecho.
- ¿Siempre será así?- preguntó, dolida- ¿Seguirán apareciendo queridas tuyas en la prensa para llamarme gorda y decir que me engañas con ellas?
Christos le echó una mirada apasionada que recorrió su cuerpo de arriba abajo.
- Estás muy lejos de estar gorda.
- ¡Ese no es el tema!
Era frustrante, para variar. Él siempre entendía lo que más le convenía de cualquier conversación y la guiaba sin que se diera cuenta hacia su terreno.
- ¡No sé qué quieres de mí!- gruñó Christopher- Me estás volviendo loco.
- Esto no va a funcionar.
Oyó su bufido irritado, pero decidió no alzar la mirada de sus zapatos.
- Mañana salimos de viaje.- oyó decir antes del portazo.
¿Cómo podía llegar a comportarse de una forma tan irracional?
Christopher bajó a zancadas las escaleras para encontrarse con sus invitados, que leían las revistas que Kassia había comprado con cierto interés.
- Perdonar el revuelo.- se disculpó al sentarse frente a ellos.
Neo rió, acariciando lentamente el brazo de su mujer.
- Nosotros también discutíamos recién casados, es normal.
Dudaba mucho que, con el carácter afable de ambos, sus peleas llegaran a ser la mitad de duras que entre Kassia y él. Los dos eran demasiado tenaces y orgullosos como para dar su brazo a torcer, y presentía que sería así toda su vida juntos.
- Además, tiene motivos para enfadarse.- intervino Holly, alzando la portada de Fiona con una mueca.
- Todo lo que pone ahí es mentira.
No podía arrepentirse más de haber tenido un affaire con la modelo. Fiona tenía el increíble don de conquistar a cualquiera que la rodeara, pero, en privado, había resultado ser la persona más manipuladora y engreída con la que había tratado en toda su vida.
Era guapa, tenía esa belleza exótica que tanto atraía a los hombres. Sin embargo, ese halo de luz se apagaba al tratar con ella sin cámaras alrededor.
Kassia era todo lo contrario. Aunque llamaba menos la atención a simple vista, cuando estaban a solas y se relajaba, su belleza fulguraba como un flash.- Mañana nos vamos- anunció con calma-, pero vosotros os podéis quedar aquí todo el tiempo que queráis.
- ¿Volvéis a Atenas?
Negó con un cabeceo, estirándose en silencio sobre el sillón.
- Voy a llevármela a otro sitio
- ¿Es secreto?- preguntó Neo con una risita.
- Para ti sí.
Holly se levantó con un jadeo, mostrando de nuevo esa pose maternal que tanto le gustaba lucir.
- Bueno, señores, no sé vosotros, pero yo tengo un hambre voraz.
Quedaron en cenar fuera y Christos fue directo a su habitación para avisar a Kassia, pero no se preparó para la escena que presenció. Su preciosa mujer salía del baño completamente desnuda, secándose el cabello con una toalla.
- Theos...
Había sido tan silencioso que ella no pareció percatarse de su presencia, por lo que cuando se acercó para tomarla en brazos y llevarla a la cama, un grito asustado escapó de su garganta.
- ¡Christos!
Se tumbó sobre ella casi con desesperación, deshaciéndose de la ropa a manotazos.
- Eso es, grita mi nombre.- murmuró con un suave mordisco en su oreja.
- Arrogante.
Rió, apretándola con fuerza contra su dura desnudez.
- Provocadora.
Su piel era tan tersa y cálida que las manos se le movían sin control por cada centímetro de su cuerpo, recorriendo sus suaves curvas de arriba abajo como si estuviera adorando a alguna clase de dios de la forma más terrenal posible.
- Eres un cretino.- volvió a llamarle ella, aun con algún gemido esquivo.
Temblaba de pies a cabeza bajo su envergadura, por lo que no pudo evitar sonreír con socarronería.
- Pero me deseas.
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Mar y fuego. Rendida a su chantaje ©
RomansaKassia Neville está desesperada, sólo hay una persona en el mundo que puede ayudarla a sacar a su irresponsable hermano pequeño del lío en el que está metido: Christopher Afrodakis, el hombre al que había jurado no recordar jamás. Lo que no sabe es...